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Capital social

A mi amiga María Laura Muñoz

Por: Emilio Guerra Díaz

El sector filantrópico de cualquier país genera y contribuye al engrandecimiento del capital social de su comunidad, fungiendo como recursos adicionales a los públicos y privados para el desarrollo social. No sólo el financiamiento de las fundaciones empresariales es fundamental para este fin, sino todo el trabajo voluntario más los bienes y servicios que ofrecen todas las organizaciones filantrópicas forman parte del capital social cuya utilidad pública es atender necesidades sociales y brindar alternativas de atención comunitaria.

Definir al capital social en toda América Latina ha resultado una tarea además de apasionante, harto compleja. Aún no existe una definición amplia que satisfaga las variadas perspectivas y énfasis que cada autor o investigador desea exaltar como atributo de aquel. Algunos ponen atención en la acción ciudadana como tal, a la participación de particulares en los asuntos públicos (y desde luego en los políticos), para ellos contar con un mayor capital social significa mayor independencia del sector ciudadano respecto al público y al privado.

Para otros, el capital social es resultado del desarrollo de la económica no lucrativa, esto es, la convivencia de una serie de bienes y servicios que se dan en la lógica del mercado y que pueden ser ofrecidos por el sector público o privado pero conviven con los que ofrecen las organizaciones civiles que no buscan ganancia alguna pero sí resultan ser medios para la atención de necesidades ciudadanas que son descuidadas o poco abarcadas por los otros sectores porque no son políticamente atractivos o rentables económicamente hablando.

La variedad de definiciones de capital social se refleja incluso cuando se busca explicarla desde el punto de vista cultural. Una serie de elementos confluyen para enriquecer y tener definiciones sobre lo que es. Si se aborda la tradición europea (e incluso la norteamericana) emergen como elementos fundamentales para la explicación del capital social, la influencia de las distintas corrientes religiosas. Para algunos sociólogos el protestantismo jugó un papel determinante y diferenciador del desarrollo de la filantropía y la participación ciudadana en asuntos de interés comunitario y público.

Desde la óptica latinoamericana, las formas comunitarias de organización ciudadana y su relación con el poder determinaron la creación de bienes públicos. Así la Iglesia fue protagonista en proporcionar satisfactores como educación, instrucción, preparación de oficios, etc. El algunos países coexistió con el poder, en otros se busco supeditarla, pero nadie puede negar su gran peso en la creación y desarrollo de iniciativas filantrópicas.

Otros estudiosos del tema, en su intento por definir capital social, convocan a las aptitudes y actitudes sociales, culturales y psicológicas que tienen los ciudadanos respecto a lo público, en el juego conceptual de que “lo público” es de todos, el resultado es que entonces “no es de nadie” y por lo tanto los ciudadanos lejos de ser custodios y generadores de más bienes públicos través del trabajo asociado, solo se quedan como espectadores y demandantes al gobierno de satisfactores sociales argumentando que es obligación del estado (exclusivamente) brindarlos. Se tienen así sociedades pedigüeñas, pasivas y demandantes lo que les hace terreno fértil para la siembra y cosecha de liderazgos basados en el populismo y por consecuencia, se distorsiona la idea que tienen estos individuos respecto a la participación en lo público.

En fin, como se puede advertir, definir capital social es un reto muy atractivo, complejo y apasionante. Sin embargo para fines de este artículo brindaremos una definición que nace desde la perspectiva del aporte del sector filantrópico, lo cual desde luego ya establece un sesgo, pero tiene fines prácticos y didácticos.

Entendemos por capital social todos aquellos bienes y servicios que nacen de la participación ciudadana organizada (donde el voluntariado es fundamental) en instituciones sin fines de lucro que complementan a los que son proporcionados por los sectores público (gobierno) y privado (empresas) y que tiene su propia lógica, basados en la economía no lucrativa pero que genera una serie de medios que contribuyen a que las comunidades cuenten con un patrimonio alterno cuyo objetivo es que continúe con su reproducción para presentarse como una alternativa frente a los otros dos sectores.

La falta de reflexión respecto al capital social en nuestro país, sobre cómo se generar, cómo se reproduce, cómo se alienta y qué beneficios reporta, ha originado que gran parte de las instituciones que son protagonistas de su creación, poco valoren su trabajo y sus alcances. Así, el sector público las considera actividades económicas marginales, por un lado; y desde la misma actividad filantrópica se diluye la visión de futuro y los cambios sociales que puede provocar para estimular la participación ciudadana en los asuntos de interés colectivo.

De una manera pragmática, la idea de progreso en conjunto con el capital social nos señala que alguien en el pasado realizó una serie de acciones sociales que como consecuencia se tiene que las generaciones de hoy disfrutan de esos bienes públicos y que algo tendrían que hacer para que mañana se incrementen, se aquilaten y participen para crear más y contribuir a mejorar la calidad de vida. Este tipo de capital revela sus rasgos fundamentales en el hecho de que pertenece a todos pero se administra desde particulares con una dimensión pública. Es un “patrimonio social”.

Por lo anterior, en este artículo se estima fundamental la participación ciudadana en forma organizada a través del voluntariado (que es el germen del capital social) mediante su colaboración con organizaciones filantrópicas para complementar el esfuerzo público (de gobierno) y los servicios del sector privado (empresas lucrativas).

Cómo se observa el capital social complementa al público y al privado y en su dimensión social, es necesario para el desarrollo social pues se nutre de una diversidad de enfoques para contar con distintas metodologías (incluso opuestas) para abordar problemáticas sociales que acaban alentando la tolerancia y participación democrática fuera de la esfera tradicional de la política. Gracias a que el ciudadano se deja de ver “súbdito”, “pueblo”, “masa” y asume un papel de colaboración, es como va el sector social se va desarrollando y gana autonomía frente a los otros sectores como consecuencia crea mayores bienes, mayor capital social.

Así, se está en posibilidad de comprender que las fundaciones empresariales tienen una función social y fungen como “un puente” entre la economía lucrativa de la corporación que la ha creado y la no lucrativa en la que trabajan las organizaciones filantrópicas. Por ello se hace necesario que aquellas trabajen con visión de ida y vuelta. Su papel como financiador de proyectos se enriquece cuando los consejeros están pendientes de que la inversión social modifique, cambie o independice las iniciativas ciudadanas, aunque no lo dicen así, están interesados en crear mayor capital social.

Desde el Consejo Directivo

Este domingo en las calles de la Costera de Acapulco se llevó a cabo la caminata de 5 y 10 kilómetros a favor de la Asociación Mexicana de Lucha contra el Cáncer, la cual tuvo gran convocatoria y participación. Residentes y turistas corrieron o caminaron para apoyar esta causa. Honda apoyó con los vehículos de la avanzada de la carrera.


Emilio Guerra Díaz

Emilio Guerra cuenta con amplia experiencia en la Gestión de la RSC, destacando su trabajo en el área de vinculación con la comunidad que potenciar la inversión social empresarial. Ha gerenciado fundaciones empresariales.

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