Nunca hemos disimulado nuestro optimismo. Últimamente, sin embargo, el optimismo parece ser un bien escaso.
Los titulares están llenos de noticias terribles; día tras día nos llegan historias sobre la división política, episodios de violencia y catástrofes naturales. Pero, a pesar de ellos, nosotros seguimos convencidos de que el mundo avanza para mejor.
Comparemos nuestro presente con la realidad de 10 años atrás o, incluso, 100 años atrás. El nivel de salud y seguridad en el mundo es hoy mayor que nunca. El número de niños que mueren cada año se ha reducido a la mitad desde 1990, y sigue bajando. El número de madres que mueren también ha disminuido radicalmente. La pobreza extrema va por el mismo camino: en tan solo 20 años, se ha reducido a casi la mitad. También hay más niños escolarizados. Y la lista sigue.
Pero ser optimista no consiste en pensar que la vida antes era mucho peor, sino en confiar en que la vida puede ir a mejor. Y eso es precisamente lo que inspira nuestro optimismo. Es cierto que al hacer nuestro trabajo detectamos los grandes niveles de pobreza y enfermedad —entre muchas otras problemáticas de gran envergadura— que asolan al mundo entero, pero también nos percatamos de la gran humanidad que nos rodea. Dedicamos gran parte de nuestro tiempo a aprender de los investigadores que están descubriendo las soluciones más modernas para curar enfermedades; hablamos con comprometidos dirigentes gubernamentales que apuestan por formas creativas de dar prioridad a la salud y al bienestar de la población mundial, y tenemos la oportunidad de conocer a personas de gran talento y valentía que piensan en nuevos caminos para transformar sus comunidades.
Esta es la respuesta que damos cuando la gente nos pregunta: «¿Cómo pueden ser tan optimistas?». Es una pregunta que nos hacen cada vez más, y creemos que nuestra respuesta dice mucho de nuestra forma de ver el mundo.
Este es nuestro décimo mensaje anual y queremos celebrarlo respondiendo a 10 preguntas difíciles que nos suelen hacer. Trataremos de responderlas sin pelos en la lengua, con la esperanza de que, cuando termines de leernos, seas tan optimista como nosotros.
1. ¿Por qué no destinan más recursos a los Estados Unidos?
Melinda:
Nuestra Fundación invierte unos 500 millones de dólares al año en los Estados Unidos, principalmente en el sector educativo. Es mucho dinero, pero es menos que los casi 4.000 millones de dólares que destinamos a asistir a los países en desarrollo.
No nos gusta hacer comparaciones entre el sufrimiento de distintas personas. Cualquier sufrimiento es ya de por sí una gran tragedia. Sin embargo, sí sopesamos la capacidad que tenemos para prevenir distintos tipos de sufrimiento. Tras analizar el panorama de la salud mundial, nos dimos cuenta de que nuestros recursos podrían tener un impacto a gran escala: estábamos convencidos de que podríamos salvar, literalmente, millones de vidas. Y eso es lo que hemos tratado de hacer.
Fijémonos en las vacunas, por ejemplo. Dado que actualmente se pueden prevenir enfermedades con tan solo unos pocos centavos o, a lo sumo, unos cuantos dólares, nosotros habíamos dado por sentado que eso era algo que ya se estaba haciendo. Pero resultó que estábamos equivocados y que decenas de millones de niños no recibían ningún tipo de inmunización.
En los últimos 18 años hemos invertido 15.300 millones de dólares en vacunación. Y creemos que ha sido una gran inversión. Las mejoras en materia de inmunización son una de las razones por las cuales el número de muertes infantiles ha decaído tanto: de casi 10 millones en 2000 a cinco millones el año pasado. Todo ello significa que cinco millones de familias no tuvieron que pasar por el trauma de perder a un hijo o hija, o a un hermano o hermana.
Nos importa nuestro país y nos preocupan mucho las personas que viven en él, de modo que también nos esforzamos por luchar contra las desigualdades en los Estados Unidos. Todos los resultados empíricos, incluida nuestra experiencia personal, indican que la educación es la clave para crear nuevas oportunidades.
De aquí a 2020, dos terceras partes de los empleos en los Estados Unidos exigirán estudios superiores o algún otro tipo de capacitación profesional. Dado que millones de alumnos estadounidenses no tienen acceso a una educación de calidad, esta es la problemática en la que nos hemos volcado en los últimos 18 años. Nuestro deseo es que todos los jóvenes puedan ir a una escuela que los prepare bien para que puedan hacer realidad sus sueños.
Bill:
Hemos estado pensando en cómo ampliar nuestra contribución en Estados Unidos más allá del sector educativo. Aportamos financiamiento a la asociación US Partnership on Mobility from Poverty, que se dedica a estudiar alternativas para ayudar a las personas a medrar en el ascensor social. Si bien es cierto que Melinda y yo viajamos a menudo para conocer la realidad de las personas pobres que viven en el extranjero, no nos hemos desplazado tanto por Estados Unidos. Así que el pasado otoño visitamos el sur del país para conocerlo un poco mejor.
En Atlanta, conocimos a una madre soltera cuya historia nos dejó destrozados: la acababan de desahuciar por no haber pagado el alquiler del último mes mientras estaba en el hospital con su recién nacido. Tomamos café con unos cuantos vecinos de las viviendas de uno de los barrios más pobres de la ciudad. Nos mostraron las manchas de humedad en las paredes y el techo de uno de sus hogares. Nos dijeron que cada dos por tres, cuando se oía un disparo, les pedían a sus hijos que corrieran a esconderse debajo de la cama o dentro de la bañera.
Sería un eufemismo decir que las personas a quienes conocimos en Atlanta hacen frente a grandes desafíos. Pero, al mismo tiempo, tenían una resiliencia envidiable. En un club de jóvenes, conocimos a un hombre que se gasta su propio dinero en comprar el almuerzo a los chicos y chicas. También hablamos con exconvictos que ahora pueden sacar adelante a sus familias gracias a un empleo.
Lo que vimos con nuestros propios ojos en ese viaje nos hizo constatar lo importante que es invertir en educación, porque a fin de cuentas se trata de ayudar a alumnos de escasos recursos o de color a tener acceso a las mismas oportunidades que los demás. La visita también nos hizo pensar en otras formas de ayudar a las personas a salir de la pobreza. Las problemáticas asociadas al ascensor social en Estados Unidos están estrechamente relacionadas: educación, empleo, raza, vivienda, salud mental, encarcelamiento, drogodependencia. Todavía no hemos decidido cómo todo lo que hemos vivido afectará a nuestras donaciones, pero lo que sí sabemos es que no nos ha dejado indiferentes. Compartiremos más detalles sobre esta cuestión cuando tengamos más clara la estrategia que vamos a seguir.
2. ¿Qué resultados se desprenden de los miles de millones de dólares que han invertido en la educación estadounidense?
Bill:
Muchos, pero no tantos como Melinda y yo querríamos.
La educación es nuestra prioridad en nuestra labor en los Estados Unidos porque es la clave para labrar un futuro próspero, tanto para cualquier persona a título individual como para el país en su conjunto. Lamentablemente, y a pesar de que en el último decenio se hayan logrado algunos avances, la escuela pública estadounidense aún está atrasada en algunos aspectos mensurables importantes, especialmente en el de la finalización de estudios universitarios. En este sentido, las estadísticas son aún más alarmantes respecto a los alumnos desfavorecidos.
Actualmente también apoyamos a instituciones de educación preescolar y postsecundaria, pero cuando empezamos, nos centramos exclusivamente en la educación secundaria, ámbito en el que seguimos invirtiendo la mayor parte de nuestros recursos. Hemos aprendido mucho sobre lo que surte efecto en el sector educativo, pero el principal desafío es cómo replicar los éxitos a gran escala.
A principios del 2000, nuestra Fundación fue una de las organizaciones que denunció cómo se estaban calculando las tasas de graduación a nivel secundario. A menudo se hablaba del 90%, si bien la realidad era que no llegaba al 70%; es decir, prácticamente una tercera parte del alumnado abandonaba los estudios. Financiamos un estudio para identificar la tasa real de graduación y contribuimos a la creación de una coalición de Estados de nuestro país dispuestos a utilizarla.
Con el fin de mejorar estas estadísticas, financiamos cientos de nuevos centros de secundaria, muchos de los cuales presentan mejores tasas de rendimiento académico y graduación que los que sustituyen o complementan. Al principio, apoyamos iniciativas para transformar escuelas de bajo rendimiento académico—este es uno de los mayores retos en materia educativa—, pero una de las cosas que aprendimos es que esta transformación es muy difícil de alcanzar. Por lo general, nos resultó más difícil mejorar el rendimiento académico de estas escuelas que crear nuevos centros. Por otra parte, colaboramos con el sector educativo para recabar más información sobre lo que contribuye al éxito de un determinado centro escolar. Algunos factores clave son un liderazgo sólido, el uso de prácticas docentes contrastadas, una cultura escolar saludable y tener siempre grandes expectativas.
También hemos colaborado con distritos de todo el país para contribuir a mejorar la calidad de su educación. En este contexto, tuvimos la oportunidad de capacitar a profesionales del ámbito educativo sobre cómo observar a los docentes, evaluar su desempeño de un modo justo y hacer los comentarios oportunos. Pero no hemos constatado el gran impacto que esperábamos. Para que un nuevo enfoque funcione, se necesitan tres cosas: primero, hay que poner en marcha un programa piloto que demuestre que el enfoque es eficaz; segundo, la iniciativa debe ser autosuficiente; tercero, la idea debe replicarse en otros contextos.
Teniendo en cuenta estos tres aspectos, ¿cuál fue el desempeño de nuestra labor destinada a mejorar la eficacia docente? Su efecto en el aprendizaje por parte del alumnado no fue homogéneo, entre otros motivos porque la metodología a la hora de hacer comentarios del proyecto piloto se implementó de modos distintos según el lugar. El nuevo enfoque se siguió aplicando en algunos lugares, como Memphis, pero no en todos. Y a pesar de que la mayoría de los profesionales en el ámbito educativo coincide en que los docentes necesitan recibir consejos prácticos, no todos los distritos están llevando a cabo las inversiones y los cambios sistémicos necesarios para satisfacer esta necesidad.
Para que una idea pueda replicarse a gran escala, debe funcionar en escuelas de contextos muy distintos: de ámbito urbano y rural, con alumnos de menores y mayores ingresos, etcétera. También tiene que contribuir a cambiar el statu quo.
El sistema escolar estadounidense no se rige por una jerarquía clásica de arriba abajo, es decir, para lograr un cambio notorio necesitas contar primero con un gran consenso por parte de responsables pertenecientes a niveles muy distintos, como, por ejemplo, el Gobierno de los distintos estados, los consejos escolares locales, los gestores de los centros educativos, los docentes, así como los padres y madres.
Melinda:
Hace poco anunciamos, teniendo todo esto en cuenta, que haríamos algunos cambios en nuestra contribución en el ámbito educativo. Todo lo que hacemos en este campo tiene su origen en ideas de los profesionales del sector, ya que ellos conocen la realidad educativa de primera mano, y muchos han dedicado sus vidas a mejorar los sistemas que hoy no logran satisfacer las necesidades de un gran número de alumnos, especialmente los que pertenecen a una minoría.
Esto tendrá una gran relevancia en nuestra nueva estrategia. Colaboraremos con redes de escuelas de secundaria de todo el país para ayudarlas a desarrollar e implementar sus propias estrategias que les permitan superar los obstáculos que entorpecen el progreso de los estudiantes. Ayudaremos a estas redes a lo largo de todo el proceso mediante el seguimiento de indicadores clave de éxito escolar como las calificaciones y la asistencia para fomentar el aprendizaje continuo y el progreso. Pero la forma que adopten los cambios implementados dependerá de las conclusiones de los responsables locales, así como de lo que la experiencia observable apunte con respecto a la forma más eficaz de proceder.
Algunas redes escolares se centrarán en enfoques en los que ya tenemos mucha experiencia, como un plan de estudios más sólido y una buena dinámica de retroalimentación docente. Otros se centrarán en ámbitos que son nuevos para nosotros, como los programas de mentores para facilitar la difícil transición del primer ciclo de secundaria al segundo y de la educación secundaria a la universitaria.
Nuestro papel consistirá en apoyar a las escuelas en el diseño de estos cambios, la recogida y el análisis de datos, y la aplicación de rectificaciones en función de lo que vayan aprendiendo día a día.
3. ¿Por qué no destinan recursos a combatir el cambio climático?
Bill:
¡Ya lo hacemos! En parte a través de nuestra Fundación, en parte a través de nuestras inversiones personales.
A nivel personal, invertimos en métodos innovadores que reducirán las emisiones de gases de efecto invernadero (lo que se conoce como mitigación del cambio climático). El mundo necesita nuevas fuentes de energía limpia, fiable y asequible, pero las líneas de investigación que podrían impulsar su advenimiento están gravemente infrafinanciadas.
Esta falta de financiación es, por naturaleza, distinta de los problemas que la Fundación aborda. En el sector filantrópico, se trata de identificar problemas que no puedan solucionar los mercados ni los Gobiernos. Pero la solución para el caso de la energía limpia sí que está en manos de mercados y Gobiernos: solo se necesita que estos últimos estén dispuestos a financiar proyectos básicos de investigación y proponer incentivos para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, y que los inversores tengan paciencia mientras las compañías intentan convertir esta investigación en productos comercializables. Es por ello por lo que contribuyo a esta causa a nivel personal y no por medio de la Fundación.
En los últimos dos años se ha avanzado a pasos agigantados. 23 países se han comprometido a duplicar sus inversiones en investigación en materia de energías limpias de aquí al 2020. Breakthrough Energy Ventures (BEV), un fondo de inversión privado con el que colaboro, cuenta a día de hoy con más de 1.000 millones de dólares provenientes de una gran variedad de inversores que se destinarán a financiar compañías de distinta especialización (desde el almacenamiento energético en red hasta la energía geotérmica) que se encuentran en el mejor momento para impulsar innovaciones. BEV también colaborará con una coalición de otros inversores en el ámbito de las energías limpias para ponerlos en contacto con Gobiernos. Ahora mismo, las inversiones públicas y privadas en energías limpias no están coordinadas, razón por la cual algunas tecnologías con potencial no llegan a comercializarse. Queremos solventar esta carencia.
Melinda:
Ni siquiera la tecnología más vanguardista podría prevenir que el clima cambie; por lo tanto, el mundo necesita adaptarse a lo que está aconteciendo ahora mismo y a lo que sabemos que está por llegar. Esa es la razón por la cual la labor de nuestra Fundación, especialmente en el ámbito de la agricultura mundial, cada vez se centra más en temas relacionados con el clima.
En los países en desarrollo, el sustento de cientos de millones de personas depende de la agricultura. Ellos no son los principales responsables del cambio climático, pero sí son quienes padecen más directamente sus consecuencias. Si un año su cosecha se echa a perder por culpa de los fenómenos meteorológicos extremos, se quedan sin comida para alimentarse ni ingresos para cubrir necesidades básicas, como la salud o la matrícula escolar. Para los pequeños agricultores, el cambio climático no es simplemente un fenómeno mundial preocupante, sino que es una cuestión de vida o muerte.
Ahora bien, del mismo modo que una aportación innovadora puede limitar el cambio climático, también puede ayudar a las personas a adaptarse a las circunstancias. Financiamos proyectos para ayudar a los agricultores a ser más productivos a fin de que cuenten con un remanente que les permita resistir en años de escasez. También invertimos en el desarrollo de cultivos resistentes a los fenómenos meteorológicos, que son menos vulnerables ante temperaturas extremas, sequías e inundaciones, así como enfermedades y plagas. Por solo mencionar un ejemplo, nos hemos asociado con la Academia China de Ciencias Agrícolas para desarrollar variedades de arroz que toleren las sequías y requieran menos abono, herbicidas y pesticidas. Innovaciones como el llamado súper arroz verde podrían ser clave para superar la pobreza y garantizar la alimentación en todo el mundo en los años venideros.
4. ¿Creen que imponen sus propios valores a otras culturas?
Bill:
Por una parte, creo que la respuesta es un no rotundo. La idea de que los niños no tendrían que morir de malaria ni padecer desnutrición no es un valor únicamente nuestro. Se trata de un valor humano: madres y padres de todas las culturas desean que sus hijos sobrevivan y prosperen.
Muchas veces, sin embargo, quienes nos plantean esta pregunta están pensando en algo mucho más profundo. La pregunta no tiene que ver tanto con lo que hacemos, sino con el cómo lo hacemos. ¿Realmente entendemos las necesidades de la gente?
¿Trabajamos directamente con las personas en el terreno?
Melinda:
Sabemos que, años atrás, los responsables de algunos de los programas de desarrollo creyeron ser más listos que las personas a quienes trataban de ayudar. Con el tiempo, hemos aprendido que escuchar y entender a las personas desde su propia perspectiva no es solo más respetuoso, sino también más productivo.
Nuestra Fundación está concebida con este principio en mente. Cuando decimos colaborar en un proyecto, no nos referimos a que Bill o yo, o el personal de la Fundación, nos dedicamos a instalar redes de alcantarillado en ciudades que están experimentando un rápido crecimiento, o a suministrar tratamientos contra la ceguera de los ríos, o a instruir a agricultores sobre la rotación de cultivos. Nos referimos a que financiamos organizaciones que cuentan con años e incluso decenios de experiencia sobre el terreno. Es por medio de estas organizaciones, nuestros miles de asociados, que estamos conectados con las personas a quienes tratamos de ayudar.
Contamos con unos 1.500 trabajadores en planta, distribuidos en oficinas en cuatro continentes, que analizan datos, sopesan todos los enfoques posibles, estudian qué es lo que da frutos y lo que no, e idean estrategias que creemos que maximizarán nuestro impacto. Pero una de las partes más importantes de su trabajo es escuchar a los asociados, rectificar las estrategias en función de lo que les dicen y darles vía libre para que pongan sus competencias y su conocimiento local al servicio de la comunidad. Con eso no quiero decir que nos salga todo siempre bien, ni mucho menos, pero sí que tratamos de tomarnos nuestro trabajo con humildad, conscientes de que no siempre lo sabemos todo y de la importancia de aprender de nuestros errores.
Además de depender de asociados locales, también creemos firmemente en el empoderamiento. No nos interesa tomar decisiones en nombre de nadie. Invertimos en planificación familiar, por ejemplo, no porque tengamos una visión clara de cómo deberían ser las familias de los demás, sino porque madres y padres de todo el mundo nos han dicho que necesitan contar con herramientas para tener el tipo de familia que desean. El objetivo principal de toda nuestra labor es garantizar que las personas tengan el conocimiento y el poder necesarios para tomar las mejores decisiones por sí mismos.
5. ¿Salvar tantas vidas de niños no contribuye a la superpoblación?
Melinda:
Nosotros también nos hicimos esta misma pregunta. Una de las mejores respuestas la dio Hans Rosling, un excelente defensor de la salud pública y una gran fuente de inspiración que falleció el año pasado. Yo misma escribí extensamente sobre esta cuestión en nuestro mensaje anual del 2014. Pero vale la pena insistir en ello, puesto que el argumento es bastante contraintuitivo. Cuando más niños sobreviven a los cinco años y más madres pueden decidir si quieren tener hijos y cuándo, el tamaño demográfico no crece, sino que se reduce. Los padres tienen menos hijos cuando tienen la seguridad de que sus hijos llegarán a la etapa adulta. Las familias de gran tamaño son, por así decirlo, una especie de póliza de seguros ante la trágica posibilidad de perder a un hijo.
Este patrón se ha ido repitiendo a lo largo de la historia. En todos los rincones del mundo, cuando se reducen las tasas de mortalidad infantil, los índices de natalidad también disminuyen. Sucedió en Francia a finales del siglo XVIII y en Alemania a finales del XIX; así como en Argentina en la década de 1910, en Brasil en la de 1960 y Bangladés en la de 1980.
Bill:
Hay una ventaja asociada al patrón que Melinda describe —si sobreviven más niños, las familias deciden tener menos hijos—, que es que puede dar lugar a un pico de crecimiento económico que los expertos llaman el dividendo demográfico. Repasemos cómo funciona.
Cuando sobreviven más niños, el tamaño de la siguiente generación será, en términos relativos, de grandes dimensiones. Entonces, las familias decidirán tener menos hijos y la siguiente generación tendrá un tamaño mucho más reducido.
Con el tiempo, terminará habiendo una mayor proporción de población activa que contribuirá a la economía del país y una menor proporción de dependientes (es decir, de personas muy mayores o muy jóvenes). Se trata de una receta infalible para el desarrollo económico, especialmente si los países, con el fin de sacar el máximo partido de esta fórmula, invierten en salud y educación.
Afortunadamente, parece que el número de muertes infantiles seguirá en descenso. El nivel de innovación en el ámbito de la salud infantil es extraordinario, y el mundo está empezando a avanzar respecto a algunos de los desafíos más persistentes de dicho ámbito. Un ejemplo es que ahora sabemos que la desnutrición es un factor al que se debe más de la mitad de la totalidad de las muertes infantiles, pero aún quedan muchos interrogantes por resolver acerca de qué causa desnutrición y cómo prevenirla. Uno de los ámbitos con mayor potencial es el estudio del microbioma (el conjunto de microbios que viven en el intestino humano) y su función en relación con la capacidad del niño para absorber nutrientes. También colaboramos con una entidad que está desarrollando un dispositivo del grosor de un hilo que puede introducirse por la nariz y sacar fotos microscópicas a 360 grados del intestino de un niño. Pronto podremos ver desde dentro el desarrollo de los niños, en vez de basarnos en suposiciones.
Melinda:
Salvar vidas de niños se justifica por sí solo, pero también tiene el potencial añadido de mejorar las vidas del conjunto de la población. Ahora bien, esta transición demográfica solo podrá darse en un periodo de tiempo razonable si todas las mujeres tienen acceso a métodos anticonceptivos. A día de hoy, más de 200 millones de mujeres no lo tienen. Debemos atender a las necesidades de estas mujeres, por ellas, pero también por sus hijos y sus comunidades, y urge hacerlo ahora. Si les negamos el acceso a los anticonceptivos, las estaremos condenando a una vida de pobreza. Por el contrario, si invertimos en ampliar este acceso, muchas familias podrán superar su situación de pobreza y labrar un futuro mejor para sus hijos.
6. ¿Cómo afectan las políticas del presidente Trump a la labor de la Fundación?
Bill:
En este último año, me han hecho más preguntas sobre el presidente Trump y sus políticas que sobre todos los temas de este mensaje juntos.
Las políticas del Gobierno afectan a nuestra labor en varios aspectos. El ejemplo más concreto es el de la ayuda exterior: durante decenios, los Estados Unidos han encabezado la lucha contra las enfermedades y la pobreza en el extranjero. Con ello se han salvado vidas, pero también se han creado empleos en los Estados Unidos y, a su vez, la integridad del país se ha visto reforzada porque los países pobres han ganado estabilidad y han logrado contener brotes de enfermedades antes de que se convirtieran en pandemias. El mundo no es un lugar más seguro cuando más personas están enfermas o pasan hambre.
El presidente Trump propuso aplicar drásticos recortes en materia de ayuda extranjera. Por suerte, el Congreso se pronunció a favor de mantener el presupuesto. Saldremos ganando si los Estados Unidos no solo lideran por medio del poder duro, sino también ejerciendo poder blando.
Desde una perspectiva más general, la visión del mundo del presidente Trump de «los Estados Unidos primero» me parece preocupante. No digo que los Estados Unidos no tengan que mirar por su propia población, sino que deberíamos preguntarnos cuál es la mejor forma de lograrlo. En mi opinión, tener en cuenta el mundo entero, en vez de olvidarlo, ha demostrado ser, con el tiempo, positivo para todos, incluidos los estadounidenses. Incluso si midiéramos el impacto de todas las acciones del Gobierno en función del beneficio que redunda en la población estadounidense, el compromiso con el extranjero seguiría siendo una inversión inteligente.
Nos hemos reunido con el presidente Trump y su equipo, del mismo modo que otros años nos habíamos reunido con anteriores equipos de Gobierno. Con cada Gobierno, ya sea republicano o demócrata, siempre estamos de acuerdo en algunos aspectos y en desacuerdo en otros. A pesar de que compartimos mucho menos con el Gobierno vigente que con otros con los que nos hemos reunido, creemos que sigue siendo importante trabajar conjuntamente siempre que sea posible. Queremos continuar dialogando con ellos porque si los Estados Unidos recortan sus inversiones en el extranjero, se perderán más vidas en otros países y los estadounidenses también saldrán perjudicados.
Melinda:
Necesitamos colaborar con el Gobierno para recabar el máximo apoyo en favor de políticas que beneficien a las personas más pobres del mundo. En el marco de nuestra contribución en los Estados Unidos, partimos de la premisa de que un diploma universitario o un certificado profesional es indispensable para labrarse un buen futuro. En resumen, la educación universitaria tendría que abrir el camino hacia la prosperidad de todos los estadounidenses. El Gobierno de Trump, junto con el Congreso, será clave para determinar si vamos o no en esta dirección.
En concreto, los programas de ayuda financiera estudiantil tendrían que adaptarse mejor a las necesidades de los jóvenes de escasos recursos. Ahora mismo, dos millones de estudiantes que podrían acceder a esta ayuda ni siquiera la solicitan porque los trámites son demasiado complicados. Algunos se endeudan, otros ni siquiera van a la universidad. El Gobierno debería continuar financiando generosamente estas ayudas y, al mismo tiempo, simplificar el proceso de solicitud. El futuro de millones de jóvenes estadounidenses está en juego.
También añadiría que una de las responsabilidades del presidente de los Estados Unidos es ser espejo de los valores estadounidenses ante el mundo. Me encantaría que nuestro presidente tratara a las personas, especialmente a las mujeres, con más respeto en sus discursos y tuits. La igualdad es un principio nacional básico; el hecho de que todos los individuos merecemos ser respetados, con independencia de la raza, religión, orientación sexual y género, forma parte de la esencia de nuestro país. El presidente tiene la responsabilidad de dar buen ejemplo y empoderar a todos los estadounidenses mediante sus declaraciones y sus acciones políticas.
7. ¿Por qué colaboran con grandes corporaciones?
Melinda:
Colaboramos con compañías como GSK y Johnson & Johnson porque tienen la capacidad de hacer cosas que nadie más puede hacer. Pongamos el ejemplo del desarrollo de nuevos métodos de diagnóstico, fármacos y vacunas para combatir las enfermedades que afectan a los más pobres. La ciencia básica de la que depende el desarrollo del producto se lleva a cabo en centros de investigación y universidades, pero cuando se trata de partir de esta ciencia básica para crear productos que salven vidas, someter dichos productos a ensayos para que puedan ser aprobados y, finalmente, fabricarlos, las compañías de biotecnología y las farmacéuticas son las más avezadas en estas prácticas. Uno de los requisitos que todos nuestros asociados deben cumplir es el de garantizar un acceso a gran escala y a un precio asequible del producto que desarrollen gracias a nuestro financiamiento.
Idealmente, nos gustaría que las compañías salieran en busca de nuevas oportunidades para satisfacer las necesidades de la población de los países en desarrollo. Si, gracias a nuestra acotada colaboración, ellas luego detectan potencial en nuevos mercados, nos daríamos por más que satisfechos.
Bill:
Creemos que los pobres deberían disfrutar del mismo tipo de innovación agrícola y de salud que la que ha contribuido a mejorar la calidad de vida en los lugares más ricos del mundo. Gran parte de estas innovaciones surgen del sector privado.
Ahora bien, las compañías privadas siempre buscan obtener rendimiento de sus inversiones, por lo que no cuentan con incentivos para abordar las problemáticas que afectan principalmente a las personas más pobres del planeta. Nos gustaría cambiar esta dinámica y alentar a las empresas a dedicar una parte mínima de su actividad a los problemas que afectan a los pobres, sin que eso les suponga pérdidas económicas.
Hasta la fecha, los mejores ejemplos se han dado en el ámbito de la salud mundial. Algunas de las enfermedades que afectan a los pobres exigen nuevos fármacos y vacunas, los cuales son, precisamente, tal como señala Melinda, la especialidad de las compañías de biotecnología. Por ese motivo brindamos financiación a dos empresas nuevas que están estudiando formas de utilizar los ARN mensajeros para que el cuerpo aprenda a producir sus propias vacunas. Esto podría conllevar grandes avances en relación con el VIH y la malaria, y también respecto a la gripe e incluso el cáncer.
También colaboramos con el sector privado para lograr que los fármacos y vacunas existentes lleguen a los habitantes de los países pobres. Hay una serie de enfermedades de consecuencias terribles, las llamadas enfermedades tropicales desatendidas, que afectan a más de 1.500 millones de personas. La mayoría de estas enfermedades podrían tratarse, pero los fármacos disponibles son demasiado caros, y los países pobres no pueden permitirse ni adquirirlos ni distribuirlos. Hace unos años, supimos que unas cuantas farmacéuticas donaban fármacos para curar estas enfermedades. Nos encantó la idea, y contribuimos a que más compañías se unieran a la causa y aumentaran las donaciones: en el año 2016 se logró tratar de al menos una de estas enfermedades a 1.000 millones de personas en 130 países. Soy optimista y creo que en los próximos 10 años podremos acabar con algunas de estas enfermedades tropicales desatendidas, en parte gracias a iniciativas como esta.
A veces recurrimos a acuerdos financieros más complejos para contar con la participación del sector privado. Por ejemplo, como donantes, podemos minimizar el riesgo que asumen las empresas asegurándoles un precio cerrado por el producto o un volumen de ventas fijo. En colaboración con otros donantes, hemos establecido un precio garantizado para ampliar el suministro de una vacuna que permite prevenir la enfermedad del neumococo, una infección que se cobra cada año la vida de medio millón de niños. Esta vacuna se está administrando ahora a los niños pobres de 57 países, y podría llegar a salvar 1,5 millones de vidas de aquí al 2020.
También colaboramos con el sector privado en otros campos, pero las iniciativas que tenemos en marcha todavía no están muy avanzadas. Compañías del sector agrícola como Monsanto producen semillas que podrían ayudar a los agricultores de países pobres a cosechar más comida, ganar más dinero y, como menciona Melinda, adaptarse al cambio climático. También colaboramos con operadores de telefonía como Vodafone para que más personas puedan gestionar sus ahorros, realizar pagos y pedir créditos desde el teléfono. Este proyecto arrancó en Kenia y ahora se está expandiendo a otros países como la India.
8. ¿Es justo que ustedes tengan tanta influencia?
Melinda:
No. No es justo que tengamos tanto dinero cuando miles de millones de personas tienen tan poco. Ni tampoco es justo que nuestra riqueza nos abra puertas que permanecen cerradas para la mayoría. Muchos dirigentes mundiales suelen atender a nuestras llamadas y se toman en serio lo que tengamos que decirles. Los distritos escolares de menos recursos considerarán invertir dinero y talento en ideas que creen que nosotros podríamos financiar.
Pero nuestros objetivos como fundación no esconden ningún secreto. Hablamos abiertamente de lo que financiamos y de los resultados logrados. (No siempre resulta obvio lo que ha funcionado y lo que no, pero nosotros no nos cansamos de evaluar nuestro impacto, rectificar nuestras acciones y compartir lo aprendido.) Llevamos a cabo esta labor y nos servimos de toda la influencia que podamos tener para ayudar a tantas personas como sea posible y para fomentar la equidad en todo el mundo. Si bien hemos cosechado algunos éxitos, creo que ahora mismo no sería fácil argumentar que hemos logrado que el mundo preste excesiva atención a la salud, la educación y la pobreza.
Bill:
Por más que nos encante escuchar lo que los demás nos tengan que decir, sabemos que algunos de nuestros detractores no se atreven a hablar porque no quieren arriesgarse a perder dinero. Esto significa que tenemos que seleccionar muy bien al personal, consultar a los expertos, estar siempre dispuestos a aprender y contrastar opiniones.
A pesar de que dirigimos la mayor fundación del mundo, nuestros recursos son limitados en comparación con los presupuestos de empresas y Gobiernos. California, por poner un ejemplo, gasta más en su sistema escolar público en un año que la suma de todos nuestros fondos.
Así pues, destinamos nuestros recursos a tareas muy específicas: a poner en práctica aportaciones innovadoras con gran potencial, a recopilar y analizar datos, así como a ayudar a empresas y Gobiernos a replicar y sostener en el tiempo lo que funciona. Podríamos decir que somos como una incubadora cuyo objetivo es perfeccionar las ideas que den forma a las políticas públicas y que se destinen fondos a las estrategias que generen un mayor impacto.
Hay otro punto relevante respecto a esta pregunta: si hemos dicho que creemos que es injusto que tengamos tanto dinero ¿por qué no se lo damos todo directamente al Gobierno? La respuesta es porque creemos que a las fundaciones siempre se les reservará un papel particular: son las encargadas de detectar las necesidades más apremiantes a partir de una visión global, de tomar un enfoque a largo plazo para solucionar problemas y de gestionar proyectos que conlleven un riesgo que los Gobiernos no se puedan permitir o que las corporaciones no estén dispuestas a asumir. Si un Gobierno apuesta por una idea que fracasa, significará que alguien no habrá hecho bien su trabajo; en cambio, si nosotros no apostamos por ideas que fracasan, seremos nosotros quienes no estaremos haciendo bien nuestro trabajo.
9. ¿Qué sucede cuando ustedes dos no están de acuerdo?
Melinda:
Siempre estamos de acuerdo. No, es broma. A Bill casi nunca le hacen esta pregunta, pero a mí me la hacen todo el tiempo. A veces, me la hace algún periodista, medio insinuando que Bill debe de ser quien lleva la voz cantante; otras veces, me la hacen mujeres entregadas a causas filantrópicas para pedirme consejo sobre cómo trabajar mejor con sus maridos.
Bill y yo tenemos dos cosas a nuestro favor. En primer lugar, estamos de acuerdo en los valores fundamentales. Para nuestra boda, los padres de Bill nos regalaron una escultura de dos pájaros que miran a lo lejos, uno junto al otro; todavía la tenemos enfrente de nuestra casa. Siempre pienso en ella, porque en las cuestiones más fundamentales ambos miramos en la misma dirección.
En segundo lugar, Bill tiene una mente muy abierta, algo que no encaja con lo que se imagina mucha gente. Amo a Bill porque tiene un gran corazón, escucha a los demás y le conmueven las historias de las personas. Cuando le cuento algo que he visto, sé que es capaz de empatizar. Tal vez me diga que tengo que conseguir algunos datos para poder cuantificarlo, pero no pone en duda la realidad de mis experiencias ni la validez de mi criterio.
Cuando Bill llegó a la Fundación desde Microsoft, estaba muy acostumbrado a estar siempre al mando. Yo era la que me había quedado en casa con los niños y estaba volviendo a impulsar mi carrera profesional. Hubo veces en las que sentí esa distancia: en reuniones, cuando a mí me faltaba confianza y él hablaba con tanta soltura, o cuando la persona con quien dialogábamos miraba todo el rato a Bill en vez de a mí. En nuestra dinámica dentro de la Fundación siempre ha sido muy importante actuar como socios de igual a igual. Con el tiempo hemos aprendido a hablar, una vez en casa, de cualquier momento en el que no hayamos logrado ese objetivo en el trabajo.
Poco a poco, yo me he ido dedicando cada vez más a cuestiones de género porque he visto constantemente que cuanto más poder de decisión tienen las mujeres y las chicas, más fuertes son sus comunidades. A medida que me he ido especializando en temas de igualdad de género por todo el mundo, me he ido dando cuenta de lo orgullosa que estoy de que Bill y yo hayamos conseguido esta igualdad en nuestra vida en común.
Es un equilibro al que aspiran tanto los matrimonios como los compañeros de trabajo en cualquier lugar del mundo. Una de las cosas que más disfruto de mi trabajo es que hemos emprendido esta aventura juntos.
Bill:
¡Estoy de acuerdo con todo! Pero tengo que admitir que Melinda se siente más a gusto (y es mejor) hablando en público sobre temas personales que yo.
Como dice Melinda, compartir los mismos valores nos ayuda mucho. Siempre estamos de acuerdo en las cosas de fondo. Últimamente nuestras diferencias puntuales suelen ser tácticas. Hay quien da por hecho que yo soy el que toma las decisiones importantes porque he sido un personaje público durante más tiempo y porque soy un hombre, pero están equivocados.
Hay quien ve a Melinda como el alma de nuestra Fundación, la esencia emocional. Pero del mismo modo que ella conoce el lado emotivo que hay en mí y que mucha gente no ve, yo sé que ella es más analítica de lo que la gente cree. Cuando me emociono con algo, recurro a ella para que me confirme si estoy siendo realista. También me encanta ver cómo consigue reunir a las personas adecuadas para solucionar un problema. Asimismo, me ayuda a discernir cuándo puedo exigir más de nuestros equipos (como hacía prácticamente siempre en Microsoft) y cuándo tendría que poner un poco el freno.
En casa somos una pareja, y en el trabajo, una pareja de socios.
10. ¿Por qué regalan su dinero? ¿Qué ganan con ello?
Bill:
No lo hacemos porque queramos pasar a la historia. De hecho, nos encantaría que algún día enfermedades como la poliomielitis o la malaria fueran cosa del pasado y nadie pensara en el hecho de que nosotros también contribuimos a combatirlas.
Hay dos razones que motivan nuestro trabajo: la primera, se trata de una labor trascendente. Ya antes de casarnos habíamos hablado de que algún día nos gustaría dedicar gran parte de nuestro tiempo a causas filantrópicas. Creemos que es una responsabilidad básica de cualquier persona que tenga mucho dinero. Una vez que tienes tu vida y la de tus hijos resuelta, lo mejor que puedes hacer con el dinero que te sobra es devolverlo a la sociedad.
La segunda razón es porque disfrutamos con lo que hacemos. A ambos nos encanta indagar sobre las disciplinas en las que descansa nuestro trabajo. Cuando trabajaba en Microsoft, me metí de lleno en la informática; en la Fundación ya no solo es informática, sino también biología, química, agronomía y mucho más. Puedo pasarme horas hablando con un investigador de semillas o con un experto en VIH, y cuando llego a casa me muero por contarle a Melinda todo lo que he aprendido.
No es muy frecuente tener un trabajo en el que puedes tener un gran impacto y, al mismo tiempo, disfrutarlo tanto. Yo tuve esta suerte primero en Microsoft y ahora en la Fundación. No puedo pensar en ninguna otra forma mejor que esta de invertir la mayor parte de mi tiempo.
Melinda:
Ambos procedemos de familias partidarias de dejar un mundo mejor del que te has encontrado. Mis padres se aseguraron de que mis hermanos y yo tuviéramos siempre presentes las enseñanzas de justicia social de la Iglesia católica. La madre de Bill era conocida, y su padre aún lo es, por estar siempre dispuesta a defender un sinfín de causas benéficas y por dar su apoyo a un número ingente de organizaciones locales.
Cuando conocimos a Warren Buffett, nos dimos cuenta de que él también estaba imbuido de esos mismos valores, aunque se hubiera criado en un lugar distinto y en otros tiempos. Cuando Warren, en una gran muestra de confianza, nos donó una parte importante de su fortuna, nos propusimos redoblar los esfuerzos para ser fieles a nuestros valores compartidos.
Por supuesto, estos valores no son únicamente de Warren y nuestros; millones de personas ayudan a los demás dedicando tiempo a actividades de voluntariado o donando dinero. Nosotros, en cambio, nos encontramos en la nada corriente situación de disponer de mucho dinero para donaciones. Nuestro objetivo es hacer lo que nuestros padres nos inculcaron: aportar nuestro granito de arena para dejar un mundo mejor.
Bill y yo hemos estado haciendo este trabajo, más o menos a tiempo completo, durante 18 años. Esto equivale a más de la mitad del tiempo que llevamos casados y a casi la totalidad de los años que tienen nuestros hijos. A estas alturas, la labor que realizamos en la Fundación es inseparable de quienes somos. Nuestro trabajo es nuestra vida.
Hemos intentado transmitir estos mismos valores a nuestros hijos, siempre les hemos hablado de la Fundación y, ahora que ya son mayores, nos los hemos llevado de viaje para que puedan ver nuestra labor con sus propios ojos. Hemos creado nuevas complicidades en miles de sesiones de seguimiento, visitas de campo y reuniones en materia de dirección estratégica. A dónde vamos, con quién pasamos nuestro tiempo, qué leemos, qué miramos y qué escuchamos… son decisiones que tomamos desde el prisma de nuestra labor en la Fundación (cuando no estamos mirando The Crown).
Tal vez hace 20 años podríamos haber tomado una decisión distinta sobre qué hacer con nuestra fortuna, algo que ahora me costaría mucho imaginar. Si hubiéramos decidido llevar una vida distinta, ahora no seríamos lo que somos. Y esto es lo que queremos ser.