Por Leopoldo Lara
No, no me referiré a la controvertida novela de Luis Spota de fines de los cincuenta, que escandalizó al México de la época, al narrar el engaño que el falso Príncipe Ugo Conti llevó a cabo con la alta sociedad mexicana: “una burguesía rica y rastacuera (nueva rica), del México que crecía y se modernizaba después de la Revolución, pero que no por eso terminaba con sus prácticas tradicionales: el robo, la traición, el asesinato”, según la definió Sara Sefchovich en la misma contraportada del libro a la que sigue sin sobrarle ningún adjetivo.
A cambio intentaré hacer una reflexión de nuestro actual “casi paraíso”: México en 2014.
Así lo dibujó apenas el jueves el Presidente Peña en cadena nacional. Nos lo dijo con todas sus letras y números: “2013 fue el año de las grandes reformas. Así nos lo propusimos desde el principio y, la buena noticia, es que lo logramos”. Incluso habló de sentirnos orgullosos, porque este reformismo (fundado según su dicho en la capacidad, audacia y atrevimiento de los mexicanos) ha sido reconocido a nivel internacional.
Por ejemplo, el mismo día promulgó la Reforma Financiera y no escatimó al decir que gracias a ella, “México contará con un sistema financiero que además de ser más sólido y robusto, hará del crédito responsable un verdadero motor del crecimiento”. Números más, números menos, habló de que en 2014 se otorgará un billón 150 mil millones de pesos para el financiamiento directo e impulsado por la banca de desarrollo, un 15% más de lo que se otorgó el 2013; todo un impacto para la economía, no hay duda.
Al día siguiente, ante el cuerpo consular mexicano, Peña Nieto les dio una misión: “que el mundo conozca las fortalezas de nuestro país, así como los cambios que está llevado a cabo para liberar todo su potencial”.
Tanto el Secretario de Hacienda, como el de Relaciones Exteriores, que lo acompañaron y fueron oradores en esos eventos, compartieron con el Presidente su optimismo. Abundaron en detalles, por ejemplo que este año crecerá nuestra economía casi al 4% ¡Estamos del otro lado!
En entrevista radial al día siguiente, que López Dóriga hace al secretario de Gobernación con respecto al asunto de las “autodefensas” de Michoacán -en la cual afirma que el “gobierno no reconoce legalidad a esos grupos armados” a pesar de que se reunió personalmente con uno de sus dirigentes- el entrevistador aprovecha para preguntarle sobre las expectativas de México para el 2014 y el secretario Osorio puntualizó: “debemos ser muy cuidadosos con el que no se crea que las reformas nos van a llevar a un escenario, a un paraíso… algunos beneficios de esta reforma ni siquiera este gobierno los va a poder ver… es muy importante hablar con toda claridad para no hacer espejismos”. Lo dijo para matizar lo que ya se sabe y que también formó parte del discurso del Presidente y de los funcionarios de su gobierno: existen reformas constitucionales, pero en la medida en que las leyes reglamentarias no se expidan, no podrán ser ejecutadas a cabalidad.
El reto continúa, no hemos llegado aún.
Y es importante llegar porque las cosas en México no han estado bien en los últimos tiempos a pesar de los discursos grandilocuentes.
Durante 2013 las previsiones del Secretario de Hacienda y de todos los que han hablado con tanto optimismo en estos días: Relaciones Exteriores, Banco de México e incluso la OCDE con respecto a México, se derrumbaron estrepitosamente de un 3.5% de crecimiento sobre el PIB pronosticado a principios de año a un modesto 1.2% de finales. La inflación, esa sí, creció más de lo previsto a un 3.97% anual y la actividad industrial, según el INEGI, cayó 1.4% en noviembre de 2013 con respecto al mismo mes de 2012, debido al desplome de la minería, pero sobre todo de la construcción.
En los temas sociales no hay ni que abundar, según la “Encuesta de Seguridad Pública” que elabora el INEGI, un 68% de los mexicanos seguimos considerando que vivir en nuestra ciudad es “inseguro”, las mismas cifras que la practicada tres meses antes, una percepción poco favorable para la competitividad y para vivir en paz.
La realidad se impone aunque el pronóstico haya sido feliz.
Los mexicanos, me aventuro a opinar, no buscamos vivir en un paraíso, tan sólo en un país que funcione y en donde las expectativas de los gobernantes sean las mismas que las de los ciudadanos, que miremos para el mismo lado.
No es necesario ir a decirle al mundo lo bien que nos va a ir, mucho menos descorchar botellas y celebrar anticipadamente; se trata de trabajar, de escuchar, arrastrar el lápiz y accionar.
Necesitamos hacer lo que sigue y después: lo que sigue. Si no lo hacemos nosotros, ¿entonces quién?