La primavera, en el Hemisferio norte, llegó, y sin embargo una parte de Europa y de Estados Unidos enfrentan un frío digno del corazón del invierno. ¿Prueba de que el cambio climático no existe? Al contrario, está en el origen del fenómeno, sospechan climatólogos.
Bélgica o el este de Francia registraron récord de frío. En Irlanda del Norte, hasta 10 mil ovejas terminaron prisioneras de la nieve y en Polonia 25 personas murieron en marzo cuando se registraron temperaturas de menos 24 grados por la noche.
Por cuarto año consecutivo los inviernos marcados por importantes nevadas en Europa y en América del Norte intrigan a los climatólogos.
Sus sospechas se concentran en el derretimiento de la banquisa ártica durante el verano que, según ellos, provocaría fuertes modificaciones de la circulación atmosférica en el Hemisferio norte en invierno.
En 1979, cuando comenzaron las mediciones satelitales, el hielo cubría unos 7 millones de kilómetros cuadrados de océano durante el verano. En septiembre de 2012 sólo alcanzaba a unos 3.4 millones.
«La relación es cada vez más clara, pienso, incluso si la ciencia no es totalmente unánime sobre el tema», adelanta el climatólogo Dim Coumou del Instituto Potsdam para la investigación sobre el clima (PIK), cerca de Berlín, que ahonda en el mismo sentido que varios estudios publicados estos últimos años.
Para otro defensor de esta tesis, el profesor de ciencias de la tierra de la Universidad de Cornell (Nueva York), Charles Greene, la explicación es la siguiente: mientras menos banquisa ártica haya para reflejar los rayos del sol, más se recalienta el mar (y acelera, a su vez, el derretimiento de la banquisa).
En el otoño el calor almacenado se desprende gradualmente a la atmósfera, aumentando la tasa de humedad y la presión atmosférica, y reduciendo la diferencia de temperatura entre el Artico y las latitudes más bajas.
Esta situación modifica entonces la compleja relación entre el mar y el aire, en este caso la Oscilación ártica y la Oscilación del Atlántico Norte que influencian directamente el clima que hace en América del Norte y en Europa.
Uno de los efectos es el debilitamiento del vórtice polar, menos capaz para retener las masas de aire frío y húmedo provenientes del Artico, que se desprenden así en latitudes más bajas.
«Tuvimos algunos inviernos (en Europa) con episodios de frío más bien cortos, de 10 a 30 días, durante los cuales constatamos este sistema de altas presiones. Fue lo mismo en América del Norte continental con episodios similares y muy raros de frío, pero más cortos», señaló Coumou.
¿Inviernos como éstos serán la norma en el futuro? «Los cambios en la banquisa aumentan la probabilidad de que el aire frío del Artico avance más hacia el sur», sostiene Charles Greene.
«Pero es menos evidente predecir qué regiones se verán afectadas. No sabemos bien cómo este fenómeno interactúa con otros elementos del sistema climático, como el Niño o la Niña», agregó.
Pero esta teoría no es unánime en el seno de la comunidad científica.
«Se observa el fenómeno de reducción de la banquisa Artica sólo desde hace unos 15 años y es un poco apresurado concluir formalmente» una relación con algo, argumentó David Salas-y-Melia, investigador en climatología de Meteo France.
Jeff Knight, de la Oficina de Meteorología nacional británica, explica la situación por la variabilidad natural de la Oscilación del Atlántico Norte que puede durar «décadas».
Fuente: Reforma