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Cazafantasmas: un reinicio que enfurecerá a los machistas

Tinseltown / Shutterstock.com
Tinseltown / Shutterstock.com

Fuese por las negativas de Bill Murray de involucrarse otra vez con la saga, por la inexistencia de un guion eficaz o por la muerte de integrantes del elenco original, parecía imposible que algún día llegara una nueva entrega de Cazafantasmas.

Hizo falta que Columbia Pictures se decidiera por la vía de un reboot centrado en protagonistas femeninas para que el proyecto recobrara bríos, y ahora -después de oleadas de ataques de odio que recibió esta nueva cinta- queda claro que la improbabilidad de superar (o siquiera igualar) al filme original no estaba peleada con la posibilidad de entregar un producto entretenido e hilarante.

Dos físicas, Abby Yates (Melissa McCarthy) y Erin Gilbert (Kristen Wiig), se reencuentran por un hecho relacionado con un libro sobre fenómenos paranormales que escribieron en el pasado. Pronto se ven retomando sus investigaciones y deciden constituir un equipo para darles seguimiento de tiempo completo y simultáneamente combatir amenazas fantasmagóricas.

Suman los talentos de Jillian Holtzmann (Kate McKinnon) y Patty Tolan (Leslie Jones), y, mientras las cuatro acaparan presencia mediática gracias a sus primeras hazañas, un evento espectral que amenaza con destruir toda la ciudad de Nueva York comienza a tomar forma.

Esta nueva Cazafantasmas no presume lucidez en su humor (es evidente que las cintas para todo público no son la especialidad del director y coguionista Paul Feig) ni el carisma de la película del 84, pero aun así sabe maniobrar con lo poco que tiene y ofrece secuencias quizá no imaginativas, pero sí vistosas y ejecutadas con timing cómico.

La película tiene una agenda política, eso es innegable, y para ello refuerza con distintos recursos la idea del empoderamiento femenino.

Es una postura observable a lo largo de toda la película, pero nunca tan evidente como con Kevin (Chris Hemsworth), el recepcionista torpe y galán que durante los créditos finales aparece con poca ropa. Es la herramienta utilizada por el director para comentar sobre la mujer y la forma en que es retratada en cintas pobladas por hombres.

El humor físico está a la orden en esta producción, pero no siempre funciona. Hay caídas, golpes, gases y hasta vómito ectoplásmico arrojado directamente sobre el personaje de Wiig, pero lo cierto es que la película no siempre es la chispa que pretende ser. Las caras forzadas de McKinnon tampoco ayudan.

Pero que no haya duda, la película divierte y con toda seguridad en su idioma original hay aspectos que aumentan el sentido de hilaridad y que quienes estuvimos en la función de prensa (inexplicablemente doblada al español) no presenciamos.

Cazafantasmas no rompe ningún paradigma; simplemente es un reboot que sabe entretener (y bien) aun sin tener propuesta real, uno que además se toma el tiempo de compartir lecturas sobre la necesidad de protagonismo femenino en esta sociedad de fanboyismo intolerante.

Fuente: Swagger

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