A veces, los mejores jefes pueden ser los peores y viceversa.
A bordo de un barco varios empleados disfrutaban de la fiesta de una compañía. La conversación fluía a la par del alcohol. Todo iba bien hasta que al jefe le pareció buena idea orinar por la borda frente a todos los empleados. «Nunca pudo quitarse ese estigma», cuenta Susan Cramm, CEO de Valuedance, una consultora de liderazgo, para ejemplificar que no sólo el típico jefe que grita es malo. También el que es demasiado amigable pone en tela de juicio su liderazgo.
La moraleja de esta historia es que cualquiera puede terminar siendo un mal jefe intentando ser uno bueno.
Los jefes deben ser amigables, pero no necesariamente amigos de todo mundo. Compartir demasiado, o demasiado poco, es la delgada línea entre la confianza y la falta de respeto, dice Cramm.
¿Cuál es la diferencia entre un mal jefe y un líder que saca a la gente de su zona de confort?
Un mal jefe es alguien que orilla a la gente a trabajar para promover sus intereses personales y que no ayuda a los demás miembros del equipo. Un buen jefe inspira una visión en la que todos ganan y ayuda a superar obstáculos. Si la gente se siente segura aunque tenga retos, tiene un buen jefe. Si se siente insegura de las cosas que debe hacer, tiene un mal jefe.
Desde su perspectiva. ¿cuáles son los malos líderes más comunes?
El más frecuentemente es el ‘microgerente’. Muestra desconfianza y pone en tela de juicio todo lo que dicen y hacen sus colaboradores, de esa forma, los desmotiva.
El siguiente tipo de jefe es el que pone demasiada distancia con su gente. Los grandes líderes ayudan a su equipo a superar obstáculos, les permiten expresarse, son su guía. Cuando alguien pone tanta distancia es difícil confiar, mostrar vulnerabilidad y hablar de los errores, lo que rompe la dinámica del trabajo en equipo.
La tercera categoría es el jefe que no tiene expectativas realistas. Todo gira en torno a un plan estratégico inflexible y sin un proceso tangible. La gente necesita un propósito, sentir que trabaja en algo que importa, y este tipo de jefe ignora esto.
¿Cómo puedes ser un buen jefe sin que te perciban como débil o fácil de manipular?
Jim Collins autor de Good to Great: Why Sorne Cornpanies Make the Leap and Others Don’t menciona que los jefes de alto nivel deben tener humildad y producir resultados. Sólo pueden lograrlo si son buenos escuchas y admiten sus errores.
Sin embargo, hay que tener cuidado con eso de tratar a tus empleados como amigos y salir a beber con ellos.
Hacer preguntas o comentarios demasiado personales es terrible. Por ejemplo, preguntarles cómo van con el divorcio. Tampoco deben decir cosas inapropiadas sobre sí mismos ni chismear o quejarse con sus empleados. Los buenos jefes muestran interés genuino en la gente, pero no se llevan con ellos después del trabajo.
Los jefes gritones son comunes en México, pero ¿lo son también en Estados Unidos?
Aquí son más estrictos los códigos de conducta corporativa, pero eso no quiere decir que no ocurra. En todos lados la gente se enoja.
Los jefes que gritan lo hacen principalmente por miedo. Temen no hacer un buen trabajo y meterse en problemas. Entonces, en lugar de confiar en su equipo y dejar de lado su ansiedad, se la transfieren a sus empleados.
¿Qué tan común es que un jefe proyecte sus errores en la gente que está regañando?
El liderazgo es mucho como la paternidad: nos da mucha ansiedad ver en los demás cosas que no nos gustan de nosotros mismos.
Cuando no puedes liderar una organización ni dar resultados es normal sufrir mucha ansiedad y proyectarla en los subordinados. Una forma de saber si estás cayendo en ese error es a través de evaluaciones 3600 en las que los colaboradores califican de forma confidencial al jefe y viceversa. Así puede estar consciente de cómo lo ven los demás.
En Estados Unidos, este tipo de retroalimentación es obligatoria en muchas organizaciones.
En México, salvo las empresas globales, pocas ponen atención a este tema, incluso algunas que lo hacían, ya no, ¿qué falta?
Es importante entender que el liderazgo implica control y ser fuerte. Es poco realista esperar que todos los resultados de una evaluación den cinco de cinco.
Nadie es perfecto, eso es algo que saben los buenos líderes. Sin embargo, es curioso que la gente que necesita retroalimentación, no la busca.
¿El jefe debe esperar que sus empleados se adapten a su estilo de liderazgo o elegir empleados a su medida?
Es una combinación de las dos. En los entornos de trabajo más competitivos esto es clave.
Es común que los buenos jefes piensen de qué forma pueden cambiar su comportamiento para trabajar con los demás o cómo interpretar la información disponible y tomar mejores decisiones.
En México, por ejemplo, en los sectores de alta tecnología, más te vale ser un jefe increíble por que la gente talentosa puede emigrar a otra compañía en un abrir y cerrar de ojos. En cualquier entorno, las personas contentas producen más. Por eso, los jefes que buscan dar resultados son humildes y respetuosos con su personal, no lo hacen por que deseen ser perfectos, sino porque quieren desarrollar los puntos fuertes de la compañía.
¿Qué pasa con los jefes que hacen cosas poco éticas pero son muy carismáticos y la gente los sigue a todas partes?
Nadie se ve a sí mismo como deshonesto. Es tarea del empleado poder definir sus estándares morales y ver cómo puede vivir en un mundo poco ético. Si el jefe dice que necesita cambiar los números del reporte para que parezca que las cosas van mejor de lo que realmente están, un empleado podría decir «déjeme ver si puedo usar los números reales, pero contar una historia más balanceada».
Cada quien debe vivir con su código ético personal y decidir qué podemos soportar y qué no. Los empleados casi nunca tienen el poder de elegir no hacer trampas, pero sí de modificar las cosas para bien. En Estados Unidos puedes reportar si tu jefe está haciendo algo ilegal sin temor a repercusiones.
Si una persona está siendo acosada sexualmente, debe denunciarlo. Sin embargo, la mayoría de las personas decidirá simplemente irse. Tuve una clienta que se embarazó, y su jefe le retiró su apoyo para que la ascendieran. Pudo haberlo reportado, pero simplemente se fue. Sintió que el comportamiento de su jefe era un reflejo de la cultura de la compañía. Pudo haber demandado, pero prefirió seguir otro camino profesional.
¿Es cosa del pasado soportar malos jefes y quedarse en el mismo trabajo durante años y años?
Espero que sí. Es importante que cuando la gente haga una entrevista de trabajo entreviste también a su jefe y lo elija bien, que vea cómo son los compañeros o las horas de trabajo. Es cierto que el jefe tiene el poder de despedirte, pero el poder que tiene el empleado es de cambiar de trabajo. Sobre todo en esta época en la que todos persiguen el talento.
Fuente: VELÁZQUEZ , Alejandra. El estigma del mal jefe. Revista Expansión. Noviembre 2014, n° 1153, p. 202-204