Por: Forma y Fondo CCI
En el ramillete de la sustentabilidad, no hay que olvidar que hoy en día todo está dentro del marco de los sinónimos: sustentable, sostenible y perdurable, poco se ha enfatizado en la parte más importante, la ciudadanía. Originalmente esta colaboración se titulaba “El ciudadano sustentable”, con una visión que desde la gramática integra los géneros masculino y femenino; pero con el fin de evitar polémicas o malos entendidos buscamos la palabra que abarca a ambos.
Como apoyo a nuestro favor, basta recordar que en nuestras colaboraciones frecuentemente mencionamos que la perspectiva de género es fundamental, requisito sine qua non, de la conciencia ambiental, la inteligencia ecológica y el desarrollo sustentable.
De ahí que la relación ciudadana con el consumo, está cambiando dando lugar a la nueva ciudadanía sustentable. Aunque la crisis toca cada vez a más puertas y el dinero es escaso, esto ha dado lugar a recuperar prácticas dejadas de lado por la euforia del consumismo y la novedad, volviendo a la sensatez cuando de escoger artículos se trata.
Casi de forma imperceptible, apagar aparatos y luces, las bolsas de manta para ir de compras y otros hábitos que poco a poco se van adquiriendo, son los que la van formando y fortaleciendo.
Accesorios de uso diario y pequeñas acciones en cualquier lugar de la casa, la escuela o el lugar de trabajo, son los que motivan a la persona a continuar con la práctica, que ayuda a la conservación de recursos naturales, disminución en la generación de basura, cada vez más problemática en los centros urbanos y a familiarizarse con ecotecnias como puede ser la composta y el aprovechamiento del agua de la regadera.
Para mucha gente se ha vuelto práctica común saber qué es lo que compra, dónde se produjo, bajo qué condiciones; si el fabricante es empresa responsable y amigable con el medio ambiente. En el caso de los productos de origen animal, en qué condiciones se llevó a cabo el sacrificio de los mismos, si se observaron las normas de higiene y el proceso está certificado. Como ejemplo de esto último, hay variedad de productos alimenticios que llevan el sello o la etiqueta de la certificación Casher o Kosher y fuera del significado religioso, el consumidor los considera como una garantía de calidad que apoya una forma de vida sana y respetuosa con la naturaleza.
En cuanto al mobiliario, ya se observa con más frecuencia el sello PEFC (Programme for the Endorsement of Forest Certification) o Programa de Reconocimiento de Sistemas de Certificación Forestal, estrategicamente colocado. Lo otorga un organismo no gubernamental y no lucrativo con presencia mundial, que promueve la gestión sostenible de los bosques para conseguir un equilibrio social, económico y medio ambiental de los mismos.
Este fenómeno que ha dado origen a la ciudadanía sustentable, tiene varias facetas: rechaza el alud de ofertas de productos de ínfima calidad porque asocia bajo costo con mala calidad. Y si de comida se trata, aunque esta cada vez está más cara y menos accesible, busca productos frescos y con suerte hasta orgánicos.
No es buena inversión para la publicidad asociativa, que invita a comprar para parecerse a…, o a la que por medio de ambientes sofisticados, irreales e inalcanzables para la gran mayoría de compatriotas, trata de sumarlo a sus convencidos seguidores. Incluso la publicidad verde ha logrado en muchos casos generar desconfianza; para fortuna de todos ya hay organizaciones serias dedicadas a comunicar las verdades y falacias de los productos.
Otras cualidades derivadas del pensar para decidir y adquirir, de la ciudadanía sustentable, son que no le gusta derrochar sin utilidad y está firmemente convencida de que lo que es bueno para las personas y la cartera, ayuda al Planeta. Le interesa compartir, aplicando el poco conocido consumo colaborativo, cuya base más rudimentaria “Lo mío es tuyo”, avanza paulatinamente. Desconfía de las etiquetas que prometen maravillas por ser “bio”, “eco”, etc.
También siente poca confianza hacia las empresas que obsesionadas por incrementar el valor de sus acciones, intentan vender sin importar el engaño sistemático, como sucedió últimamente al quedar en evidencia el contenido nutricional de alimentos que prometen energía y desarrollo a los niños, cuyo análisis demostró que contienen azúcar en un porcentaje demasiado alto. De la mano con lo anterior, las empresas que creen erróneamente convencer y ganar clientes mediante pequeñas actividades filantrópicas.
Otro logro, ante la cada vez más caótica movilidad urbana, es compartir el transporte privado, que además de hacer más llevaderos los embotellamientos, permite la interacción entre compañeros. Aunque lejano en el horizonte, el transporte público tendrá sus ventajas en la medida en que el servicio que ofrece sea integral: unidades en magnifico estado y operadores educados con vocación de servicio. No sirve que crean mejorarlo pintando las mismas unidades desvencijadas con colores llamativos, leyendas promisorias y con los mismos choferes. La bicicleta y la moto han ganado terreno, pero falta cultura vial de y hacia ellos.
Así, a pesar de que el 2012 parece un año difícil para el medio ambiente y la sustentabilidad, por arrastrar el panorama ambiental del 2011, ahí queda el fracaso de la Conferencia de Durban, el medio ambiente como la última prioridad de los gobiernos y la crisis que devora todo con su negro panorama, todo ello representado con la imagen de una flor a punto de ser aplastada por una bota de suela con clavos, en este año veremos la aparición o la consolidación de planes en busca de un mundo más sustentable.
La forma: el incipiente consumidor verde evoluciona a la ciudadanía sustentable por su decisión de cambiar el derroche por un consumo inteligente.
El fondo: enfrentar la crisis global, pero en particular las que definirán su permanencia como especie en el Planeta: energía, abastecimiento de agua, biodiversidad, alimentación y erradicación de compuestos tóxicos para el medio ambiente, porque desde siempre: TODOS SOMOS NATURALEZA.
ACACIA FUNDACIÓN AMBIENTAL A. C. [email protected]
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