Es común escuchar sobre los temas de responsabilidad social y sustentabilidad orientados hacia el medio ambiente, y muy en particular en un entorno empresarial. Valdría la pena reflexionar sobre estos términos, pero aplicados a las finanzas personales, en donde revisten también una importancia singular.
Un primer cuestionamiento es sobre qué tanta responsabilidad social y sustentabilidad se tiene en relación con las decisiones financieras, particularmente sobre el gasto y la inversión patrimonial.
La visión sobre este tema ha evolucionado. Antes se hablaba del reto de «satisfacer las necesidades del presente sin impedir la posibilidad de que las generaciones futuras satisfagan sus propias necesidades».
Ahora se propone otra tesis: «ajustar la satisfacción de las necesidades actuales, de modo que la siguiente generación pueda satisfacer las propias».
Es decir, el concepto de sustentabilidad en las finanzas personales nos conduce a ser responsables de las acciones de hoy, «ajustando» nuestro gasto y procurando el ahorro, para garantizar el patrimonio de las siguientes generaciones.
Indirectamente se reconoce un recurso finito que debe ser cuidado, y la intención es generar riqueza a través del tiempo para dar seguridad a la familia, tanto en el mediano como en el muy largo plazo.
Algunos piensan erróneamente que es una obligación consumir todo y dejar a sus herederos sin nada. Esa manera de pensar implica un volver a empezar y evita la posibilidad a los futuros mexicanos de aspirar a mejores niveles de bienestar.
Precisando, no se trata de mandar una señal a los hijos de que todo lo tendrán resuelto, sino más bien al contrario: promover en ellos una cultura de cuidado de sus recursos y la responsabilidad de continuar acrecentando la sustentabilidad de quienes siguen.
La intención es evitar un consumismo indiscriminado que nos lleve a un exceso de endeudamiento y dejar desprotegida a la familia. En tanto, este reenfoque nos motiva a darle valor al ahorro, la inversión y la cobertura, para asegurar un futuro sin sobresaltos.
Por supuesto, esta conciencia trasciende la riqueza económica, para pensar en el legado social y en la preservación del medio ambiente. Actuar con decisión en nuestro metro cuadrado de influencia.
De ahí se deriva incorporar actividades filantrópicas personales o donaciones a instituciones de beneficencia, pues en la medida en que se cubran los requerimientos básicos es factible ayudar a quienes menos tienen y contemplar estos conceptos en el presupuesto.
Incluso, hay principios de cuidado al medio ambiente que van de la mano con la posibilidad de gastar menos, como es moderar el consumo del agua, energía eléctrica, gas, gasolina o el uso de desechables.
Es común pensar que lo generado en la vida será consumido por nosotros mismo y ahora hay una nueva forma de ver el mundo, en términos de ser responsables sobre los que nos preceden.
Fuente: Elfinanciero.com
Por: Alberto Tovar.
Publicada: 16 de noviembre de 2011.