Para la mayoría de las compañías privadas respaldadas por capital de riesgo o patrocinadores financieros, hay dos caminos obvios hacia la salida: vender o entrar en bolsa como corporación tradicional con fines de lucro.
Pero hay un pequeño aunque creciente número de empresas que están buscando otras alternativas. Algunos se han comprometido a conservarse privadas indefinidamente. Otras están entrando en la bolsa pero con un compromiso con altas normas éticas y ambientales. Y otras más están aprovechando una nueva figura legal, la corporación benéfica pública, que valora las medidas más allá de las ganancias para los accionistas.
Laureate Education es el pionero más reciente en este campo en crecimiento. Como proveedor de educación superior con fines de lucro más grande del mundo, Laureate presentó en octubre una solicitud de oferta pública de acciones por mil millones de dólares.
Para una compañía respaldada por títulos privados, en este caso, la firma Kohlberg Kravis Roberts, que hizo privada a Laureate en 2007 por 3,800 millones de dólares, ésta es una medida bastante común. Pero cuando reveló sus planes para la OPI, Laureate también anunció que se convertiría en una corporación benéfica pública.
Las corporaciones benéficas públicas, que ahora están permitidas en varias entidades de la Unión Americana, como el estado de Delaware, están estructuradas siguiendo el modelo de las corporaciones C, que se supone deben de incrementar el valor para sus accionistas. Pero también requieren que declaren un propósito más elevado y permiten que la gerencia y la directiva tomen en cuenta factores más allá de incrementar el valor para los accionistas a la hora de tomar sus decisiones.
«Aunque Laureate está en el controvertido negocio de la educación con fines de lucro (recientemente, Corinthian Colleges se declaró en bancarrota), profesa tener aspiraciones altruistas. La empresa afirma que su meta es tener «un efecto positivo en la sociedad y los estudiantes, ofreciendo programas diversos de educación tanto en línea como presenciales en todo el mundo».
Laureate también explicó que estaría asesorada por B Lab, una organización no lucrativa que certifica a las llamadas empresas B, que deben de cumplir con estrictas normas sociales y ambientales.
En la carta a los inversionistas incluida en la documentación de la OPI, Douglas L. Becker, fundador y director general de Laureate, explica que ser una corporación benéfica y una corporación B le permitirá a la compañía prosperar a largo plazo.
Laureate tendrá que superar muchos obstáculos para cumplir sus aspiraciones y evitar los escollos que les han dado mala reputación a otras compañías educativas con fines de lucro. Pero el hecho de que Becker y KKR hayan decidido que Laureate sea una corporación benéfica pública y se someta al proceso de certificación como corporación B apunta a que esas prácticas poco convencionales se están volviendo la norma.
«En una declaración, B Lab indicó que la decisión de Laureate es «otro hito en un camino hacia la amplia aceptación en el mercado de la estructura de corporación benéfica como una herramienta útil para la creación de valor a largo plazo para los accionistas y la sociedad en general».
Aunque a veces se confunden entre sí, las corporaciones benéficas públicas y las corporaciones B no son la misma cosa. Las corporaciones benéficas son entidades registradas legalmente, mientras que las corporaciones B se certifican voluntariamente a través de la organización independiente B Lab.
Empero, las fuerzas que motivan a las empresas a seguir esos nuevos caminos son similares. En ambos casos, los ejecutivos están tratando de medir el desempeño no solo mediante las ganancias de corto plazo. Es por eso que las corporaciones benéficas públicas deben de identificar el bien común que traten de alcanzar y por lo que las corporaciones B miden su desempeño social y ambiental. En ocasiones puede ser por tener buenas relaciones públicas, en otras puede ser resultado de sincero altruismo.
Sin embargo, una compañía puede obtener las nuevas protecciones legales solo como corporación benéfica pública, no como corporación B. Todavía no hay jurisprudencia en la materia pero, en teoría, los ejecutivos y directores de una corporación benéfica pública estarían protegidas de ciertos litigios presentados por los accionistas. Por ejemplo, si una corporación benéfica pública no acepta una oferta de adquisición, sus directivos podrían explicar que venderla dañaría la misión de la compañía. En una corporación tradicional, tal situación muy probablemente desembocaría en una demanda judicial.
El campo sigue siendo muy incipiente.
«Esto no es la validación del modelo», advierte Kyle Westaway, abogado que trabaja con corporaciones B. «Esa validación solo llegará después de muchos años de desempeño exitoso en los mercados públicos, tanto financieros como sociales. Pero éste es un paso monumental para demostrar que las grandes empresas pueden ser una fuerza para el bien.»
Otras empresas están siguiendo caminos similares.
Etsy, la tienda en línea de bienes hechos a mano, entró en bolsa este año y mantuvo su condición de corporación B, que obtuvo en 2012.
New Resource Bank es otra corporación B cotizada en bolsa en Estados Unidos. Rally Software era otra hasta que fue adquirida. Y en otros países, empresas como Natura de Brasil, Australian Ethical de Australia y Snakk Media de Nueva Zelanda son también corporaciones B cotizadas en bolsa.
También hay algunas subsidiarias de conglomerados que son corporaciones B, como Ben & Jerry de Unilever, y Plum Organics de Campbell Soup Company.
Por último, hay algunas compañías que dicen que nunca van a venderse o a entrar en bolsa. Kickstarter recientemente se registró como corporación benéfica pública y aseguró tener la intención de mantenerse privada indefinidamente.
Dado que la mayoría de los inversionistas se concentran en las ganancias, empresas como Laureate podrían tener dificultades para atraer inversionistas.
Fuente: Dinero en Imagen