La familia es la primera escuela para formar a ciudadanos socialmente responsables.
En ocasiones anteriores hemos señalado que para poder tener Empresas Socialmente Responsables, hemos de contar primero con ciudadanos socialmente responsables. Frente a este hecho, cabe entonces preguntarse: ¿cómo se adquiere o aprende la responsabilidad social?
Partamos de la premisa de que la responsabilidad social es un compromiso personal, es un valor que es ejercido en forma individual y que se refleja en todos los ámbitos de la vida del ser humano: personal, familiar, social, laboral, etcétera. Como bien sabemos, la conciencia ética de los valores no es hereditaria, sino que es preciso aprenderlos y vivirlos, y las mejores etapas para la formación o educación de la conciencia moral en las personas es la infancia y la juventud, lo que significa que esta tarea corresponde en primer lugar a la familia, a través del ejemplo de integridad en los padres.
La familia es la primera escuela en la que se aprenden y viven los valores que van a dar sentido y dirección a la vida del ser humano, de ahí la importancia de que los niños tengan una vivencia positiva de dichos valores ético-sociales (honestidad, solidaridad, espíritu de servicio, etcétera), para que posteriormente puedan extender este aprendizaje a su entorno social.
La formación ética de las personas requiere del conocimiento del bien y del mal, así como de la repetición de actos y el entrenamiento para emprender acciones éticamente valiosas. Es necesario entonces practicar desde niños y en familia, de forma regular, acciones relacionadas con la responsabilidad social, como lo pueden ser el desprenderse de su ropa o los juguetes para otros niños de escasos recursos; separar la basura y cuidar el agua potable; atender a sus abuelitos o personas mayores; plantar árboles y flores; actuar con justicia y honestidad en las situaciones cotidianas, entre otras.
Sin lugar a dudas, todas estas acciones permiten a los integrantes de la familia ir construyendo los cimientos de su formación en responsabilidad social, de manera que a lo largo de su vida escolar y al llegar a su vida laboral, puedan ejercer con naturalidad estos principios éticos que les fueron inculcados dentro del seno familiar, y que seguramente desarrollarán en sus propios hijos en un futuro. Para ello, la figura y ejemplo de los padres se vuelve fundamental en este proceso de aprendizaje; afortunadamente, los adultos que no fueron formados bajo los principios morales, están aprendiendo estas buenas acciones en sus lugares de trabajo, gracias a las empresas socialmente responsables.
Fuente: El Economista