Todos tenemos nuestro punto de inflexión, al menos así ocurre en el caso de quienes empujan con pasión el emergente mundo de la responsabilidad social empresarial (RSE). Así lo cree Gustavo Pérez, director de Responsabilidad Social y Sustentabilidad de Toks.
Ya sea que cuando naces se dé una situación particular que defina tu vida hacia un rumbo específico o por un “golpe de vida” que te marque para siempre, las personas que atraviesan por su punto de inflexión comparten un elemento de cambio y de buscar hacer la diferencia.
Sentado en un sillón tras brindar una charla en el pasado Encuentro Líderes Agentes de Cambio, organizado por Ashoka, Gustavo Pérez responde los saludos de quienes pasan.
“En mi casa ni caso me hacen y aquí…”, bromea. A los aplausos con que lo recibieron horas antes para dar la charla había revirado con el mismo comentario y, un par de días antes, en otro foro de responsabilidad social en Panamá, también, consiguiendo las risas de los escuchas y, por supuesto, más aplausos.
¿Cómo fue que le cambio la vida a una de las figuras actualmente más reconocidas de la RSE?
La historia ocurrió hace más de una década. Gustavo contaba entonces con una trayectoria de 14 años en las áreas comerciales, de compras, mercadotecnia y logística. A Toks había llegado para encargarse de las mismas direcciones. El tema social no solamente le era desconocido sino indiferente.
Por mero azar del destino, se le pidió encargarse de algunos apoyos que la empresa comenzó a brindar a niños con cáncer, enmarcados en la inquietud personal de directivos.
Tras involucrarse con el mundo de las organizaciones sociales conoció la Fundación Michou y Mau, de Virginia Sendel.
Lo que sucedió ese febrero de 2013 le cambió la vida para siempre. A continuación su historia.
