Es claro que los hábitos de producción y consumo que mantenemos en la actualidad no son sostenibles a largo plazo y están comprometiendo la capacidad del planeta para regenerar sus recursos. Lo que todavía no es tan obvio es exactamente cómo podemos cambiar el sistema.
Algunas iniciativas, tanto independientes (La historia de las cosas) como empresariales (el famoso «no compres esta chamarra» de Patagonia), han intentado imaginar cómo sería un mundo en el que adquirir cosas nuevas no fuera una actividad de todos los días. Una de las más recientes es Sharewear, creada en en Suecia.
El proyecto fue creado por VisitSweden, el portal oficial del país, y el centro cultural Swedish Institute y consiste en invitar a marcas suecas a donar prendas de vestir y accesorios que los ciudadanos pudieran elegir por medio de Instagram su preferido, sin ningún costo, tan solo es necesario ser el primero en comentar. ¿El truco? que quienes se queden con cada producto deben comprometerse a volverlo a poner en circulación, a través de su propia cuenta de Instagram, una semana después.
La idea es que los suecos, que desechan 8 kilos de ropa al año, comiencen a pensar en su consumo de prendas de forma diferente. El sistema de volver a poner en circulación aquello que ya no usamos y obtener así nuevos elementos es bueno tanto para ahorrar dinero como para comenzar a reducir la producción de nuevos objetos, que inevitablemente se convertirán en una carga ambiental para el mundo.
Hasta ahora, el proyecto ha sido todo un éxito, y gracias al hashtag #sharewear y al portal oficial se puede ver que las prendas han llegado a diversas partes de Europa e incluso hasta Oceanía y Sudamérica.
Esta no es la única forma de usar internet para compartir prendas, existen redes sociales dedicadas exclusivamente a ello, como Depop y en sitios como eBay es posible encontrar desde artículos vintage hasta las últimas colecciones. Lo que hace diferente a Sharewear es que no hay intercambio de dinero y se trata de una iniciativa gubernamental para comunicarse con sus ciudadanos y encontrar nuevas formas de hacer las cosas. Además, el hecho de que los productos disponibles provengan de marcas cool es un atractivo más.
Tampoco se trata de una solución final que tenga un impacto directo y cuantificable en la industria de la moda rápida o en la forma en la que compramos. Es tan solo una idea que propone reflexionar acerca de nuestros hábitos e ir explorando cómo podemos modificarlos de forma que consumir de forma más inteligente se convierta en la norma.