La responsabilidad empresarial consiste en “entender la relación entre empresa y sociedad, así como las maneras en que éstas pueden beneficiarse de forma recíproca”, explica Michael Hastings.
La lógica es simple: en una economía saludable, las organizaciones proveen buena parte de los bienes y servicios que la sociedad necesita y también los medios para adquirirlos, gracias a las fuentes de trabajo.
La sociedad, a su vez, las abastece de mano de obra y les brinda la licencia social -es decir, las infraestructuras física y legal- para que las empresas operen.
Según el Pacto Global, una iniciativa de las Naciones Unidas que convoca al sector corporativo a trabajar por una economía más sostenible e inclusiva, las compañías deben lidiar, cada vez más, con problemas ambientales y sociale, y con una agenda impuesta por la comunidad.
Esto es resultado de la creciente interdependencia de los mercados, las comunidades y las personas.
El Economista Opinion : – – P6 –