Invertir en conocimientos produce
siempre los mejores beneficios.
Benjamín Franklin
Por Emilio Guerra Díaz
Nuestros compañeros directivos de Expok nos compartieron el libro de Muhammad Yunus “Empresas para todos” (Ed. Norma, 2010) y ha sido una lectura muy amena, sabrosa e inquietante por profundizar el punto de vista del Premio Nobel de la Paz 2006 y sus planteamientos respecto a la nueva economía que se vislumbra podría progresar en la actividad no lucrativa y fuertemente comunitaria.
Como saben los lectores, Muhammad Yunus estuvo en México invitado por el gobierno de Veracruz y dictó una conferencia donde reiteró que “ni la caridad ni el subsidio resuelven la pobreza en ninguna nación”. Como consecuencia de esa participación Javier Duarte anunció que su gobierno invertirá recursos para detonar empresas sociales en el estado con el modelo de Yunus. El economista originario de Bangladesh posteriormente visitó el Centro Fox en Guanajuato, donde también impartió otra conferencia.
A propósito, será un tema obligado para quienes trabajamos por impulsar el sector de inversión social comprender a fondo el enfoque de Yunus respecto a la Responsabilidad Social Empresaria, la filantropía y el papel de las fundaciones en dirigir esfuerzos y recursos para el bienestar de la gente más desposeída, marginada o que sobrevive entre la pobreza más extrema e indignan. Hay muchos puntos controversiales e incluso polémicos en Yunus que cimbran las bases en las que se han edificado diversos programas sociales, públicos y privados.
Sin embargo, en donde confluye un buen número de coincidencias es en la necesidad de que las empresas, los programas de RSC y las fundaciones apuesten a la construcción de capacidades. Otrora la relación entre la fundación empresarial y las organizaciones civiles encargadas de recibir un donativo concluían su relación cuando la segunda recibía el recurso y simplemente entregaba un informe final sobre la aplicación de los fondos.
Hoy la inversión social que hacen las fundaciones empresariales, que se ubican a la vanguardia, está acompañada de recursos para fortalecer a las organizaciones civiles y en el presupuesto de inversión se contempla explícitamente.
Durante los años que he tenido la oportunidad de trabajar para alguna fundación o fungir como consultor de la inversión de fundaciones empresariales frecuentemente directivos me señalaban que era importante asociarse exclusivamente con organizaciones triunfadoras. Desde algunos enfoques esto es cierto y válido pero habrá que hacer una reflexión adicional. Para ilustrar y aportar otro punto de vista, invitaba a realizar una reflexión apoyada en datos duros.
El sector filantrópico en México es pequeño, minúsculo y en proporción al número de población (recién el INEGI señaló que ya somos 118 millones de habitantes), casi nulo. Números más, menos; podríamos señalar que el sector de organizaciones civiles puede alcanzar las 30 mil, pero de ellas las que están formalmente constituidas asciende cuando mucho a 7 mil 500 asociaciones.
Si revisamos la lista de donatarias autorizadas, es decir, las que pueden otorgar un recibo que es deducible del pago de impuestos a favor del donante, la cantidad no supera las 5 mil 500. Cabe señalar que el SAT recientemente, a través de la publicación en el Diario Oficial de la Federación (junio 17 de 2013), dio a conocer que a 862 instituciones se les fue revocada la autorización. Si se resta a esa cantidad las que otorgan becas quedan 4 mil 500 y de esa cantidad habrá que restar 350 organizaciones que dan donativos, entonces queda un universo de menos 4 mil 200 organizaciones a quienes donar.
Después de compartir estos datos continuaba con mi manejo de datos. Ahora bien, de esa cantidad habrá que ver su distribución geográfica y los objetos sociales para las que fueron constituidas para realizar otro tamiz. Finalmente de ese número habría que analizar la capacidad institucional de aquellas que quedarían como prospecto en los estados donde se quiere tener presencia.
Sobre este último aspecto, la capacidad institucional, invitaba a mis interlocutores imaginar que las organizaciones podrían distribuirse en distintos grados de desarrollo donde “A” les ubicaría como instituciones excelentes, profesionales y merecedoras de todo tipo de apoyo; mientras que las ubicadas en letra “E” serían las más insipientes. Así tendríamos 5 niveles A, B, C, D y E. La mayoría de las organizaciones se ubicarían en D luego en C y B.
De tal suerte que asociarse sólo con las más profesionales (“A”) delimitaría un universo sumamente pequeño y frecuentemente recibían más ayuda de otras que también lo necesitasen. Después de exponer esta realidad veía que la actitud cambiaba y aceptaban que parte del trabajo de una fundación empresarial consiste en colaborar para llevar a las organizaciones a un nivel de desarrollo institucional superior.
¿Cómo se logra ese avance? Me preguntaban. Invirtiendo recursos en su fortalecimiento, apostando a construir capacidades no sólo en la organización sino también en la comunidad objeto de apoyo de los proyectos que presentaba la institución. Con ello se va cumpliendo que es mejor enseñar a pescar… Pero invertir recursos para los colaboradores de una organización puede provocar grandes cambios.
Muchas organizaciones con las que una fundación empresarial tiene relación de trabajo fueron constituidas por religiosas, amas de casa, personas con estudios limitados o con diversas profesiones que aparentemente nada tienen que ver con lo social (a menudo señalo que esos son los verdaderos sociólogos y no los profesionistas que preparan las universidades públicas y privadas para que realicen cualquier tipo de trabajo menos en el tercer sector); o bien, por gente que se vio involucrada en una desgracia personal y ahora desean ayudar a otros.
Muchas de las habilidades gerenciales de corte empresarial requieren ser incluidas en la gestión de organizaciones filantrópicas para planear, administrar y operar eficientemente. De tal manera que la alianza empresa – fundación – organización filantrópica puede ser vista también como un factor importante para construir capacidades en todos las partes interesadas, reducir la curva de aprendizaje y garantizar la sostenibilidad del sector filantrópico en general.
Desde el Consejo Directivo
A propósito del tema de la reunión, el presidente del Consejo Directivo recomendó a sus colegas estar atento a la iniciativa que se viene dibujando y que pretende unir de norte a sur al país en esfuerzos de este tema que es fundamental: el fortalecimiento y construcción de capacidades en las instituciones, sin duda el recurso mejor invertido que puede hacer un inversionista social, dijo.
La Secretaria del Consejo Directivo señaló que este miércoles tendrá lugar el evento: “Redes de organizaciones civiles, mecanismos de fortalecimiento y generación de capital social” del Instituto Nacional de Solidaridad donde se presentarán obras financiadas por esa entidad en 2012, entre los cuales se encuentra el de la Fundación Zícaro “Fortalecimiento Institucional y Profesionalización” y “Construyendo Madurez Institucional en las OSC. El modelo fortaleza de Fundación Merced”. Habrá que ir en punto de las 18:00 horas.
Emilio Guerra Díaz
Emilio Guerra cuenta con amplia experiencia en la Gestión de la RSC, destacando su trabajo en el área de vinculación con la comunidad que potenciar la inversión social empresarial. Ha gerenciado fundaciones empresariales.