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COP 18 de Doha: otra nueva muestra de falta de responsabilidad

De nuevo la convención del clima adopta un texto que resulta en un mínimo común denominador y que se mueve en una realidad paralela, ajeno a la magnitud de los problemas.

Otra vez triunfó la defensa de los llamados intereses nacionales, que no son los de la mayoría de los ciudadanos de ningún país y que se enfrentan, cruelmente, a las necesidades de los más pobres, los más desprotegidos, los que tienen menos poder.

El paquete de Doha es una serie de decisiones que no se mueve un ápice de lo acordado en Durban, y que, además, se resiente de lo que debía ser la única esperanza durante la transición a un régimen global, un segundo periodo de cumplimiento del protocolo de Kioto fuerte. A pesar de los esfuerzos de último momento para reducir el aire caliente desde el lado de la demanda, el resultado final es un segundo periodo de cumplimiento con menos países, compromisos menos ambiciosos y utilización de trampas de cumplimiento que minan la integridad ambiental, por lo que la transición al nuevo régimen se debilita.

La financiación no avanza tampoco en definición. Si los países desarrollados fueran sinceros sobre el compromiso de Copenhague, serían los primeros interesados en ponerse objetivos a medio plazo que les ayudaran nacionalmente a cumplirlos, formalizarían, de forma inmediata, un registro para que la transparencia y un seguimiento adecuado fueran posibles, discutirían seriamente las fuentes, cómo van a recaudar los fondos necesarios. Por interés propio, por facilitar su cumplimiento.

El paquete de Doha no es contencioso por estar vacío de contenido. Pero retrasar lo contencioso es impedir una transición ordenada, es reducir peligrosamente nuestra capacidad de gestionar la transición con justicia social. Los impactos del cambio climático harán que en algún momento se tomen medidas, pero si no cambiamos de tendencias cuanto antes, las medidas serán drásticas, sin debate y pagadas por el bolsillo de los contribuyentes, como todas las crisis. Y en el mientras tanto, miles de vidas se quedarán en el camino.

Los culpables son los mismos de siempre. Estados Unidos cumple 15 años bloqueando lo básico, y colándose en el sistema sin pagar, ni compromisos de reducción serios, ni financiación, ni reglas. Del mismo modo que a nivel nacional el partido republicano ha movido la linea de discusión política cada vez más a la derecha, haciendo el centro inaceptable, en las cumbres climáticas, las sucesivas administraciones estadounidenses han presentado siempre propuestas ajenas a su responsabilidad e inasumibles para el resto. Como consecuencia es casi imposible encontrar un punto medio, que resulte razonable y útil, recordando que aquí estamos para salvar el clima y a la gente. En la COP18 se opusieron fuertemente a la compensación por daños y pérdidas a los más impactados por el cambio climático, aunque al final se acordó establecer un posible mecanismo. Estados Unidos además se disoció de partes del acuerdo final, proyectando una sombra sobre futuras negociaciones.

Esta actitud bloqueadora, además se contagia a otros, que son cada vez más irresponsables: Canadá, Nueva Zelanda, Rusia, Polonia, Japón. O contribuye a que los compromisos sean cada vez más reducidos, como en el caso de la Unión Europea, que en realidad, reduce su ambición cuando deja pasar el tiempo y no la aumenta incrementalmente. En este contexto, también los países emeregente negocian para que nada les moleste gravemente, para que no tengan que comprometerse a reducciones de emisiones, lo que les hace sentirse «cómodos» con el texto. Y es que si respetamos lo que cada país considera las líneas rojas de la negociación, al final no queda apenas nada.

A pesar de los acuerdos de Doha, o justamente por ellos, la convención del clima no es un espacio a abandonar. Es un espacio a defender más fuertemente que nunca. Este espacio es también nuestro espacio, el de los ciudadanos del planeta, de los movimientos ambientalistas, del desarrollo y del movimiento sindical, que lo hemos ayudado a crear y que seguimos pensando que el multilateralismo es la solución y no el problema. Para que funcione el multilateralismo hay que ejercerlo y no entorpecerlo.

Todos reconocemos la necesidad de acción urgente, pero la urgencia nos la tenemos que aplicar nosotros también. El planeta tiene sus tiempos, la transición justa también. Y los movimientos sociales y la ciudadanía tenemos apenas dos años hasta el 2015 para reorganizarnos, para redoblar esfuerzos. La falta de resultados en Doha tiene que llevarnos a una movilización creciente, gobierno a gobierno, país a país. Hay que volver a situar el clima en las agendas nacionales y en el centro de la agenda internacional. Desde Sustainlabour esta es, más que nunca, nuestra lucha.

Fuente: Sustainlabour

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