Erika Barón
La pandemia provocada por la llegada del coronavirus nos ha revelado que la salud humana, animal, de las plantas y la ecológica están estrechamente vinculadas, lo que significa un llamado de atención para la humanidad para repensar nuestro modo de desarrollo altamente consumista, y las formas en que nos relacionamos con la naturaleza.
La escasez de energía y de agua, degradación ambiental, cambio climático, desigualdad económica, inseguridad alimentaria y demás problemas no pueden abordarse de forma aislada, deben buscarse soluciones de raíz y una de las soluciones que especialistas han puesto sobre la mesa es la agricultura sostenible.
Las Naciones Unidas a través de la FAO definen la agroecología o agricultura sostenible como una forma de vida de los pueblos en armonía con el lenguaje de la Naturaleza; un cambio de paradigma en las relaciones sociales, políticas, productivas y económicas de nuestros territorios para transformar la manera en que producimos y consumimos alimentos para restablecer una realidad sociocultural devastada por la producción industrial de alimentos que promueve la generación de conocimientos en lo local, construye justicia social, la identidad, la cultura y fortalece la viabilidad económica de las áreas rurales y urbanas.
De acuerdo con el Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales, la agricultura sostenible es una práctica que no sólo tiene capacidad de proporcionar a las familias rurales beneficios sociales, económicos y ambientales significativos, sino que también tiene la capacidad de alimentar a las masas urbanas de manera equitativa y sostenible.
En este sentido Ángela Sánchez Martínez, ingeniera Agrícola por la Facultad de Estudios Superiores Cuautitlán (UNAM), resaltó la importancia de volver la mirada hacia los pequeños productores, pues son quienes se encargan de 70% de los alimentos que se consumen en el mundo, sin embargo, es un sector que se encuentra invisibilizado y por ello es necesario impulsarlo a partir del desarrollo rural y el manejo sustentable en todas las dimensiones (económica, social y ambiental).
“Es vital que los procesos sean analizados a partir de la visualización de efectos económicos saludables para las poblaciones y para el mismo sistema, efectos de inclusión social, beneficios sociales para las comunidades y el respeto ambiental ecológico a los límites planetarios”, señaló la también experta en sociedades sustentables.
En entrevista para Expok, la investigadora aseguró que la importancia de implementar sistemas de agricultura sostenible recae en la necesidad de solucionar problemas de equidad de género, comercio justo, manejo de bienes naturales y la invisibilización del consumo local.
Voltear a pequeños productores
“Existe una urgencia de promover nuevos sistemas alimentarios locales para garantizar la producción de alimentos abundantes, saludables y asequibles para una creciente población humana urbanizada”, reiteró.
No obstante, sentenció que de nada sirve una producción sustentable en las regiones si el consumidor no busca los canales más cortos de comercialización, el acercamiento con las comunidades y la falta de vínculos para poder hacer llegar la producción de manera más directa.
Volcarnos hacia una agroecología, dijo, nos permitirá impulsar un proceso de economia sana, afianzar a las personas en sus comunidades y que no haya necesidad de viajar; “nos permite de alguna u otra manera asegurar que estos agroecosistemas se van a manejar de una manera más racional, porque impulsamos que la gente se quede, siga produciendo y que lo haga de una manera más saludable ambientalmente y humanamente”.
“Uno de los procesos prioritarios es comenzar a cambiar la mentalidad a través de la educación ambiental, empezar a concientizarnos sobre qué es una empresa socialmente responsable o ambientalmente responsable y hasta qué punto queremos asumir ese compromiso desde la producción, es importante que las empresas se acerquen a expertos en sustentabilidad pero además trabajar en un proceso de concientización de reflexión y de toma de decisiones que generen un ganar ganar”, detalló.
Añadió que este proceso de reflexión para entender no necesariamente habla de vicios de consumo o vicios de explotación, sino de buscar otro tipo de acercamientos con el sector productivo y con el consumidor; “necesitamos volvernos una población reflexiva y consciente al igual que las empresas y los productores”.
Aseguró que hoy en día México avanza conforme los tiempos lógicos, poco a poco se está incrementando esta visión en el sentido en que las empresas se están dando cuenta cuales son los beneficios a nivel administrativos, económicos y de imagen, y se está dando un cambio paulatino; “las empresas más grandes ya están generando estos cambios y las empresas más chicas comienzan a copiarlos, en un tema de generar competencia”.
¿Por qué promover una agricultura responsable?
Ana Claudia Cerasoli, presidenta de Corteva Agriscience, señaló que impulsar una agricultura más responsable es uno de los retos más importantes a nivel mundial, pues es uno de los sectores críticos y quizá el más importante durante la crisis sanitaria, porque a través de ella tenemos alimento y energía, versar sobre un cambio de visión hacia la agricultura sostenible nos va a proporcionar alimento de calidad, sano y seguro.
“Para realmente poder alcanzar este objetivo sí o sí tiene la agricultura tiene que ser sostenible; con las dinámicas que vivimos de cambios climáticos, con un consumidor cada vez más preocupado por saber de dónde vienen sus alimentos, los aspectos sociales, el tema de poder reducir el hambre en el mundo, no hay de otra que promover la transformación necesaria para atender las necesidades humanas”, añadió.
Como empresas, resaltó, no podemos pensar nada más en el aspecto financiero, tenemos un papel de liderazgo en indicar las decisiones y el camino para atender el aspecto económico de la agricultura, el aspecto de sostenibilidad de la agricultura en pro del medio ambiente, mejores prácticas y el papel social; “la sostenibilidad debe ser 100% integral a todos los aspectos de negocio”.
“Estamos en una revolución, es un momento clave que vivimos porque los desafíos están muy claros, la agricultura tiene que responder por la posibilidad de incrementar la generación y la producción de alimento para un mundo con una población creciente, del otro lado hay una presión ambiental pues tenemos que asegurar los recursos naturales de la manera sostenible y un ejemplo de las repercusiones de no hacerlo es la sequía generalizada que hay en México».
“Vivimos un ambiente con mucha presión dentro del sector agro y va a tocar a las industrias de investigación traer soluciones para trabajar con agricultores, con asociaciones de agricultores y poder entregar soluciones a todas estas transformaciones que ya vivimos”, opinó.
Acciones
En este sentido, Corteva Agriscience, una empresa agrícola enfocada en el desarrollo de tecnología aplicada a semillas, protección de cultivos y agricultura digital, se ha planteado un plan de sostenibilidad compuesto por 14 metas al 2030 basadas en cuatro pilares: el agricultor, la tierra, las comunidades y las operaciones del corporativo.
Este plan de sostenibilidad incluye mejoras en la salud del suelo, productividad agrícola, acción climática, administración del agua, biodiversidad, transparencia de la cadena de suministro y seguridad en los trabajadores.
“Particularmente en México para nuestra planta de producción de semillas en Culiacán estamos enfocando nuestros esfuerzos en capacitación a socios productores de semillas, mejorar el uso del agua, así como innovar en nuestros procesos de operaciones y manufactura”, explicó Ana Claudia Cerasoli.
Corteva Agriscience es una empresa que brinda apoyo a los agricultores locales a través de un un programa de capacitación en pro de un campo limpio y las mejores prácticas agrícolas; además de apoyar al empoderamiento de la mujer y la capacitación de jóvenes a través de diversos programas.
Cuenta con cinco centros de investigación y desarrollo con foco en las necesidades del campo mexicano (Chiapas, Guanajuato, Jalisco, Sinaloa, y Nayarit); donde en total colaboran alrededor de 450 personas.
En el mundo, cuenta con presencia en más de 140 países, tiene más de 21 mil empleados, de los cuales 3,575 están en Latinoamérica, 150 centros de investigación y desarrollo, y una oferta que supera los 65 ingredientes activos en el mercado.