Erika Barón
A un año de iniciar el movimiento “Un día sin nosotros”, que llama a las mujeres a no trabajar, tomar clases ni participar en ninguna actividad política y económica el 9 de marzo, se ha registrado un retroceso explícito en temas de género debido al impacto de la Covid-19 en el mundo.
Los costos económicos que produjo el paro del año pasado ascendieron a los 35 mil millones de pesos, distribuidos entre actividades laborales y aquellas que no son remuneradas como las labores del hogar, recordó el foro que promueve la igualdad de género Desnormaliza; para el paro de este año no hubo datos de actualización.
Este movimiento nació como un conjunto de acciones para protestar por la creciente violencia de género, hostigamientos, feminicidios, así como la búsqueda y construcción de espacios de trabajo sanos.
De acuerdo con el estudio “El impacto de la pandemia en las mujeres en México”, realizado por Citibanamex, la respuesta de las autoridades ante la emergencia sanitaria de este año ha carecido de perspectiva de género y, en algunos casos, el diseño de la política social ha empeorado la vulnerabilidad de las mujeres ante la violencia.
El documento refleja que la crisis económica de 2020 tuvo importantes impactos negativos sobre las condiciones de vida de la población, particularmente en las mujeres, las mayores pérdidas de puestos de trabajo en sectores con alta participación femenina, como el turismo, el comercio o servicios, aún prevalecen a un año del estallido de la pandemia.
A la par de la salida de las mujeres del mercado laboral, aumentó el número de horas dedicadas al trabajo no remunerado. Asimismo, las nuevas condiciones de vida han estado acompañadas por un deterioro del bienestar general de las mujeres y la presencia de violencia familiar, entre otros elementos.
“Las mujeres han tenido que trabajar más en casa para cuidar a sus hijos, encerrarse con el agresor, empobrecerse, la pandemia impuso a las mujeres mayor sufrimiento y retos que se suman a los que ya existían”, consideró Regina Tamés, abogada mexicana y especialista en temas de derechos humanos.
Explicó que el paro convocó a que no hubiera actividades laborales ni compras, pero contemplaba también aquellas tareas que a veces son invisibles: las de trabajadoras del hogar, además de que agudizó la precariedad laboral y el desempleo; a enero de 2021 se registraron 3.3 millones de personas desempleadas, de las que 2.2 millones son mujeres, es decir, una cifra equivalente a 65.5% del total.
“La CEPAL registró un retroceso de 10 años en condiciones laborales de muchas mujeres en América Latina, que empezaban a organizarse y a pedir mejores condiciones laborales y debido a la pandemia hoy en día son más discriminadas (…) en México ser mujer implica un riesgo”, consideró.
Aseguró que lo que el país necesita más que nunca son políticas empresariales, reflexiones, ajustes para diferenciar la vida laboral con la personal y terminar con las brechas de sueldo e igualdad de género en puestos de liderazgo; es importante, dijo, que se escuche a las mujeres, que los hombres no sean tan protagónicos y que se haga una reflexión de cómo los hombres contribuyen a evitar estas brechas de género.
“Las medidas afirmativas son una obligación del estado mexicano, éstas ayudan a cerrar brechas entre mujeres, deben estar bien pensadas, diseñadas y con un objetivo concreto. Debemos tomar en cuenta que no son eternas, son temporales y con objetivos específicos que pueden ayudarnos a avanzar hacia la igualdad”, señaló.
Chris Gruenberg, abogado antipatriarcal y activista feminista, agregó que la mejor manera de contribuir a terminar con esta problemática es que las masculinidades construyan una alianza política con el feminismo y no en contra; “es necesario pensar en masculinidad hegemónica sobre todo en el ambiente laboral”.
Resaltó que sólo van a sobrevivir las empresas que perpetúen la segregación sexual del trabajo y aquellas que continúen con ideales patriarcales, en el mediano o largo plazo indudablemente van a desaparecer.
Recordó que las empresas en México hasta 2019 no tenían la obligación de implementar protocolos para la prevención y la actuación frente al acoso y hostigamiento sexual, “sabemos que los protocolos no cambian la cultura laboral pero por eso lo que han generado movimientos como el Me Too para promover nuevas culturas laborales y especialmente a los varones, quienes todavía siguen reproduciendo prácticas empresariales donde se reproducen los privilegios masculinos”.
“Desde la práctica, los varones debemos dejar de reproducir esta complicidad empresarial dentro del lugar del trabajo. Hoy en día sabemos que la estrategia legal no es suficiente, pero lo que no se puede hacer con la ley se hace con el Me Too o con el activismo social”, culminó.