A decir del Secretario de Hacienda, la crisis actual ha dejado menos pobres que la del 95, en espera de que esto se convierta en consuelo de los seis millones de mexicanos adicionales que hoy sobreviven en nuestro país. Esa postura comparativa, lejos de ayudar a mermar la problemática de México, sólo muestra el nulo deseo por reconstruir la nación con un rumbo distinto al que encontramos hoy.
El asistencialismo, como herramienta de ayuda para los pobres, simplemente hará que éstos sigan siendo pobres, y arraiga en ellos la necesidad permanente de ayuda: “pobres pero felices”. En un modelo económico, esto es insostenible, pues no habrá programa social que dé para solventar un país en tales condiciones.
Una crítica muy fuerte al capitalismo es precisamente que promueve la inequidad económica producto de una “errónea” distribución de la riqueza, y al parecer en México ya nos acostumbramos a escuchar este discurso, para con ello justificar que históricamente así debe ser: para que haya ricos necesariamente habrá de haber pobres.
Pero vale la pena aclarar que la riqueza no es como la materia que no se crea ni se destruye. La riqueza surge de un plan de desarrollo y es responsabilidad de todos promover, más que una redistribución, la creación de valor.
La clave para el surgimiento de un modelo liberal sostenible y tendiente a erradicar la pobreza está en los negocios.
No es la perspectiva de crear riqueza a partir de los pobres, pues ésta sólo cubre las necesidades de la gente, y genera movimiento de capital de un sector a otro.
Tampoco podemos sustentar en programas de responsabilidad social, pues, nuevamente, el asistencialismo se sacrifica precisamente cuando la situación económica se pone peor.
Empresarios, universidades y autoridades son los responsables de promover una nueva generación de emprendedores surgidos desde la problemática misma.
Definición de mercados y productos, capacitación técnica, diseño de esquemas de intercambio, educación en negocios, canales de venta, disminución de intermediarios, liberación de precios, control de competencia y planes de crédito son sólo algunas de las innovaciones que sentarían la base para el desarrollo del sector menos beneficiado económicamente del país.
No se puede creer que el pasado justifica el presente y condiciona el futuro. La nueva riqueza con todo lo que la palabra encierra está a la disposición del país y es momento de explotarla en beneficio de los que más lo necesitan.
Fuente: El Economista – valores y dinero, p. 21
Autor: Ricardo Gutiérrez
Publicada: 26 de julio de 2010