Escrito por Daniel Serón Galindo (Director de Suno Sostenibilidad)
Parte I: Sostenibilidad Medioambiental
A menos de 10 años para el año 2030, se celebra la séptima edición del Congreso de Responsabilidad Social, bajo el título “RESPONSABILIDAD SOCIAL: MEDIR PARA TRANSFORMAR”. Qué a estas alturas, el congreso se centre en la medición de los impactos sociales, ambientales y económicos que generan las organizaciones y las compañías es, por un lado alentador, aunque por otro lado resulta preocupante que la medición del triple impacto para una rendición de cuentas transparente y para alcanzar los grandes retos establecidos para 2030, no tenga una mayor implantación en las empresas, especialmente en las PYMES.
En primer lugar, considero oportuno volver a insistir sobre el concepto “sostenibilidad” y su significado, ya que este, se ha venido desvirtuando en los últimos años, dejando la puerta abierta a su uso con fines exclusivamente de marketing.
Si bien es cierto qué en la primera definición de Desarrollo Sostenible, atribuida al informe Brundland de 1987, se abordaba la parte ambiental de la sostenibilidad; el concepto ha ido evolucionando hasta nuestros días convirtiéndose en el eje central de la Agenda Global que pretende dar respuesta a los grandes retos a los que se enfrenta la Humanidad.
Por tanto, podemos decir que, la sostenibilidad se refiere, hoy en día, a la satisfacción de las necesidades actuales sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras de satisfacer las suyas, garantizando el equilibrio entre crecimiento económico, cuidado del medio ambiente y bienestar social. El término engloba los 3 aspectos, el ambiental, el social y el económico, aunque todavía se tiende a identificar con el aspecto puramente ambiental, que en cierto modo es lógico si consideramos a la Biosfera como la condición base para la justicia social y el desarrollo económico.
A pesar de que queda mucho camino por recorrer para una verdadera integración de la sostenibilidad en la estrategia de la empresas, se han dado pasos importantes por parte de grandes líderes empresariales que a buen seguro servirán de inspiración para el resto de empresas. Este es el caso de la “Declaración sobre el propósito de una Corporación”, en la que en 181 CEOs de grandes compañías americanas firmaron en agosto de 2019 su compromiso a liderar sus compañías para el beneficio de todos sus grupos de interés y no sólo para sus accionistas. O el caso de la quincuagésima reunión anual del World Economic Forum en Davos, en 2020, cuyo lema principal fue “Grupos de Interés para un mundo cohesionado y sostenible”, y donde se actualizó el Manifiesto de Davos en los siguientes términos “El propósito de una empresa es involucrar a todos sus grupos de interés en la creación de valor compartido y sostenido”.
La triple crisis, sanitaria, social y económica, provocada por la Covid-19 pone de manifiesto la importancia de fijar las políticas relacionadas con el desarrollo sostenible en base a objetivos basados en la ciencia. Un ejemplo de esto es la iniciativa Science Based Targets, promovida por Naciones Unidas, que impulsa el compromiso “Business Ambition for 1,5ºC”, en la que las empresas se comprometen a alinear sus planes de descarbonización al escenario de 1,5ºC, bajo criterios y recomendaciones basados en la ciencia.
Pero, aunque se observa una tendencia hacia políticas y estrategias sostenibles tanto a nivel público como a nivel de las grandes corporaciones, la cuestión clave para una verdadera transformación del modelo económico reside en hasta que punto las pequeñas y medianas empresas están sensibilizadas y cuentan con herramientas y recursos adecuados para acometer este cambio, especialmente en una crisis económica sin precedentes como la actual.
Pues bien, el pasado 21 de julio se alcanzó un histórico acuerdo en el Consejo Europeo para movilizar en respuesta a esta situación de crisis excepcional 750.000 millones de euros, financiados mediante la emisión de deuda comunitaria, que junto a los 1,074 billones del Marco Financiero Plurianual 2021-2027 permitirá abordar un volumen sin precedentes de inversiones en los próximos años. En concreto, este Fondo, permitirá a España obtener financiación por hasta 140.000 millones en el periodo 2021-2026, a través de su Plan Nacional de Recuperación, Transformación y Resiliencia, de los que la inversión “verde” representa un 37% del total, seguida de la digitalización, con un 33%.
La economía circular como palanca para la modernización industrial, el marco estratégico de energía y clima como referencia para la transición del sistema energético, la gestión del agua y sus infraestructuras, la resiliencia del litoral o la calidad del suelo y la buena gestión del territorio son algunas de las herramientas que ayudarán a identificar las grandes oportunidades y las cautelas que hemos de tener presentes en la fase de recuperación.
En el contexto actual, es imprescindible la aceleración de las actuaciones recogidas en el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC), reforzando la inversión pública y privada para reorientar el modelo productivo, impulsando la descarbonización, la eficiencia energética, el despliegue de las energías renovables, la electrificación de la economía, el desarrollo del almacenamiento de energía, la economía circular, las soluciones basadas en la naturaleza y la mejora de la resiliencia de todos los sectores económicos.
El PNIEC se complementa con otros importantes documentos y estrategias en tramitación llamadas a constituir el marco general de la transición, como la estrategia de economía circular y sus desarrollos sectoriales, el plan nacional de adaptación al cambio climático, la estrategia de infraestructuras verdes y el nuevo ciclo de planificación hidrológica o la estrategia de descarbonización de la economía a 2050. Todo este amplio marco orientador y regulatorio es clave para poner en marcha el Pacto Verde Europeo (European Green Deal), priorizando la transición ecológica dentro la estrategia de desarrollo.
En base a todo lo anterior podría decirse que soplan vientos favorables para la integración de la sostenibilidad ambiental en la estrategia de las empresas, pero como en toda estrategia hay que definir una línea base constituida por una serie de indicadores, los marcos adecuados para medir y una verificación creíble de los impactos y las mejoras obtenidas en base a los objetivos marcados.
Los Sistemas de Gestión Ambiental, tales como la norma ISO 14.001 y el Reglamento Europeo EMAS, permiten la implementación de una sistemática eficaz para ayudar a las organizaciones a gestionar y mejorar de manera continua su desempeño ambiental, estableciendo unos indicadores de comportamiento ambiental para analizar y medir el uso eficiente de los recursos, desde una perspectiva de ciclo de vida, y un pensamiento basado en el riesgo.
Esta perspectiva de ciclo de vida permite determinar los impactos ambientales asociados a las actividades, productos y servicios de una organización teniendo en cuenta toda la cadena de valor y grupos de interés interrelacionados directa o indirectamente con la organización, pero sin olvidar las posibles interrelaciones existentes con las 169 metas de los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Por ejemplo, no sería aceptable una mejora en los impactos ambientales de una organización si esto conllevase impactos negativos frente a los Derechos Humanos.
Cualquier organización que quiera conocer de forma precisa los impactos ambientales de sus actividades relacionadas con sus productos o servicios, debería aplicar un Análisis de Ciclo de Vida ó ACV, desde la extracción de los recursos necesarios (cuna) hasta su fin de vida (tumba) ó de nuevo hasta el inicio de la cadena de valor (cuna). Lo que se conoce como enfoque de la cuna a la tumba ó de la cuna a la cuna, respectivamente. El Análisis de Ciclo de Vida ó ACV se releva como la herramienta esencial para el Ecodiseño, ya que durante la fase de diseño se pueden controlar hasta el 80% de los impactos ambientales de un producto, según la Agencia Federal Alemana de Medio Ambiente.
Dentro de las distintas categorías de impacto ambientales que se pueden analizar en un Análisis de Ciclo de Vida, está la de Potencial de Calentamiento Global, que sirve para medir las emisiones expresadas en CO2 equivalente asociadas a un producto, servicio ó actividad. Comúnmente conocido, como Huella de Carbono, este es sin duda el indicador que marca el camino hacia la neutralidad climática, aunque no se deben perder de vista otros indicadores dependiendo de las características de las actividades analizadas ,como son la Huella Hídrica, el agotamiento de otros recursos ó la ecotoxicidad, por citar alguno ejemplos.
La apuesta de sustituir el actual sistema de economía lineal por uno de economía circular en la que se minimice el uso de recursos, alargando la vida útil de los productos y aprovechando los residuos como nuevos recursos para otros procesos, introduce una dimensión de redes de valor circular basadas en la colaboración entre empresas, organizaciones y administraciones públicas de una región, que multiplican las posibilidades de impacto, permitiendo una gran variedad de indicadores para cuya medición y seguimiento será fundamental la digitalización.
Uno de los mayores retos en la medición y gestión de los indicadores de impacto ambiental, consiste en que el uso de los marcos y herramientas existentes permitan una verificación rigurosa e independiente y una fácil comparabilidad entre productos, actividades y servicios de distintas organizaciones.