¿Qué pensarías si hoy te dijéramos que por ser mujer eres romántica y emotiva y por lo tanto no tienes la capacidad para muchas actividades? ¿Y que por ser hombre eres autónomo y racional? ¿Resulta algo con sentido para ti?
Pues bien, en el siglo XIX esta no era una pregunta para reflexionar u opinar, era la realidad en la cual se basaba el sistema social, así que partiendo de ese principio, las tareas eran designadas dependiendo tu sexo: las mujeres al hogar, los hombres al trabajo, empero, un suceso modificó todo y nos llevó hasta lo que hoy conocemos: La Revolución Industrial.
Gracias esta revolución, muchas mujeres comenzaron a integrarse a la industria. La demanda de trabajadores y la necesidad económica fue tal en esa época que muchas no tuvieron opción y salieron a trabajar, pero en actividades que claramente pertenecían a su «género».
Si pensamos que esto fue un gran paso para las mujeres, podríamos decir que lo fue a medias, porque justo cuando estábamos por celebrar esta incorporación al trabajo y obtención de sueldo, nos dimos cuenta que la mujer nunca dejó atrás su rol de ama de casa ni su obligación de cuidar a terceras personas. ¿Te resulta familiar este panorama?
¡Lo seguimos viviendo en pleno siglo XXI! Las mujeres continúan ejerciendo un doble papel al laborar en su profesión u actividad económica y realizar trabajo doméstico. ¿Sabes cuál es el valor de este último? Te contamos.
¿Cuánto vale el trabajo doméstico de las mexicanas?
La repuesta es clara y corta: $62,288 pesos al año, es decir, casi $5,200 pesos al mes.
Este tema es difícil de abordar por el hecho de que el trabajo doméstico es invisible para la sociedad mexicana, empero, esto no significa que no tenga un valor.
El año pasado, el trabajo doméstico realizado en los hogares de nuestro país tuvo un valor económico equivalente al 22.8% del PIB mexicano. ¿Qué significa esto?
Según el INEGI si se pagara el trabajo que realizan a diario gran cantidad de mujeres en las que se involucran actividades como labores de limpieza y cuidado de:
- Niñas, niños y adolescentes.
- Personas enfermas temporales o permanentes por enfermedades crónicas.
- Personas con discapacidad.
- Personas con edad avanzada.
Esto aportaría mucho más de lo que aportan otras actividades como el comercio y la manufactura. Cantidad que se calcula tomando en cuenta el costo que tiene que alguien más limpie tu casa y haga este tipo de tareas.
Cabe destacar que esto afecta en mayor proporción a las mujeres, ya que de acuerdo con el INEGI, de todo el tiempo que las familias dedican a las labores domésticas y de cuidados sin obtener ganancias…
Las mujeres cubren el 76.4% y los hombres tan solo el 23.6%, es decir, que ellas lo hacen casi 4 veces más que ellos.
Si hacemos el mismo ejercicio en la proporción de hombres mencionada, su ganancia sería tres veces menor: $24,289 pesos anuales, es decir, solo casi $2,000 pesos al mes.
De acuerdo la Encuesta Nacional sobre el Uso del Tiempo (ENUT) 2019, las cinco entidades con las mayores brechas en desventaja sobre este tema para las mujeres son:
- Zacatecas.
- Guerrero.
- Oaxaca.
- Sinaloa.
- Veracruz.
En contraste, las cinco entidades con menores brechas son:
- Campeche.
- Quintana Roo.
- Yucatán.
- Tabasco.
- Nuevo León.
Lo más preocupante es que esta situación de desigualdad va en aumento. Los últimos 6 años, la jornada de trabajo doméstica sin pago se elevó un 6.6% con una media de 26.5 a 28.3 horas a la semana, situación que se ha complicado este 2020 con el confinamiento derivado de COVID-19.
Entre el home office y el cuidado del hogar
La situación respecto al trabajo doméstico ya era alarmante antes de COVID-19, pero con el confinamiento, se transformó en un monstruo todavía más difícil de domar. ¿La razón?
El llamado a quedarse en casa ha incrementado la carga de trabajo relacionada con el cuidado y la atención a las personas, la que sigue recayendo en los hombros de las mujeres.
Informe COVID-19 en la vida de las mujeres: Emergencia global de los cuidados.
La forma de trabajo remoto en México durante el 2020 creció de un 39% a un 68%, lo que trajo un cambio repentino en las rutinas de las mujeres, ya que los menores también comenzaron a tomar clases en línea, dejándoles a ellas una doble tarea en el mismo sitio.
De acuerdo con el informe llamado COVID-19 en la vida de las mujeres: Emergencia global de los cuidados:
«Cuando se asigna a las mujeres como únicas o principales responsables de las tareas domésticas y de cuidado, se imposibilita y se limita inmediatamente su inserción laboral remunerada; lo que además incrementa la desigualdad en general, porque se rebalsa a las personas dependientes como los niños, niñas y adolescentes, personas con discapacidad y adultas/os mayores. Esta situación es mayor cuando se da en el contexto de familias monomarentales (con jefatura de mujer), quienes representan cerca de la mitad de las familias en sectores urbanos populares de las grandes urbes latinoamericanas».
Cabe destacar que esta situación, lejos de tratarse de un escenario temporal, el regreso a la vida pre-pandemia, aún en un escenario optimista, podría tomar años.
En la actualidad se está buscando que existan intervenciones públicas, ya que las desigualdades se podrían profundizar más debido a la organización social de los cuidados ,y los riesgos pueden ser múltiples como:
- El profundo retroceso en la participación laboral de las mujeres tanto en cantidad como en calidad.
- La pérdida de talento humano para las empresas, las cadenas productivas y la economía.
- El aumento de la desigualdad y de la pobreza de las mujeres y de quienes están a su cargo.
- Los retrocesos en la calidad de los cuidados que reciben las personas cuidado-dependientes.
De acuerdo con el informe:
De mediar una lectura adecuada y una voluntad clara de incidir en esta crítica situación, sería posible abrir una ventana de oportunidad en la actual crisis y establecer nuevas formas de organizar socialmente los cuidados.
Desigualdad económica brutal
Según el último informe del CONEVAL, la brecha en la participación económica entre mujeres y hombres descendió 8 puntos porcentuales de 2008 a 2018. A pesar de este avance, la brecha entre los sexos persiste.
En este último año, 52% de las mujeres fueron económicamente activas, cifra que asciende a 83% en los hombres.
La menor participación de los ingresos de las mujeres respecto de los hombres es reflejo de:
- Las menores percepciones laborales.
- La menor participación económica.
- La menor autonomía económica que presentan las mujeres respecto de los hombres.
Mucho de ello consecuencia de las labores domésticas que las mujeres realizan de acuerdo a su género.
Quizá es tiempo de escuchar a la escritora y activista feminista estadounidense Kate Millet, quien afirmó:
No debería ponerse en valor que una mujer hipoteque su vida por encargarse del cuidado de un familiar dependiente, sino que es necesario combatir la brecha de género en los cuidados.
Kate Millet.