En el momento en que el automóvil en que viajaba se impactó contra aquel microbús, su vida se paralizó. Paradójicamente, a pesar de permanecer ocho meses en coma y pasar veinte años atado a una silla de ruedas, desde donde sólo podía mover los ojos y articular algunas palabras, la vida de todos los que rodeaban a Alejandro Aspe Poniatowski, a partir de ese momento se llenó de dinamismo y energía.
Fue el segundo de cinco hermanos y, según cuenta Kitzia, su hermana menor, siempre fue una persona sensible. Después de ocho meses en coma, Alejandro despertó con una limitación motriz en brazos y piernas pero no de sentimientos, y conservó la capacidad de comunicarse.
Mientras él permanecía en casa, los demás vivieron la extensión de su vida con el resto de la sociedad. Por ejemplo Kitzia, quien creó en 2004 la Fundación CANDY, especializada en atender a niños con parálisis cerebral y dar orientación a las familias cuyos miembros padezcan esta enfermedad.
En esa organización buscan dar un lugar especial a las personas, no segregarlas, y lograr informar al resto de la población que en realidad son ciudadanos tan productivos como cualquier otro.
Además, la familia Aspe ha colaborado directamente con la Fundación Christopher and Dana Reeve, también abocada a los trabajos con personas tetrapléjicas.
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