Michael Phelps tenía una cita con la historia; al incansable ritmo de sus brazadas y las de sus compañeros de relevo combinado 4×100, se culminaron las ocho medallas de oro para el tritón norteamericano de apenas 23 años.
—¿Por qué los mexicanos no podemos hacer algo así?— preguntó la mayena. Su nombre es Alfonso pero su corpulencia estilo Moby Dick y la casualidad de que se apellidara Mayen le habían ganado, kilo por kilo, el indiscutible apodo.
—No está en nuestra genética. Cada Olimpiada, cada Mundial, siempre es lo mismo— respondió Arturo.
Nos habíamos reunido los tres amigos en un restaurante bar para presenciar la competencia final de natación y en lo personal, sucumbir al enorme placer que me brinda una buena dosis de triglicéridos en dos panes, conocida popularmente como hamburguesa. Hacía meses que no teníamos este ritual; creo que desde el SuperBowl. Gracias al cielo que ya regrese la NFL y los «Monday Night Football». En una sociedad donde se guardan tantas apariencias, el reunirse con los amigos en un bar con bellas hostess, cual romanos en una simbólica bacanal de lunes por la noche, para ver exacerbados en el coliseo televisivo a veintidos monstruos darse de golpes por un balón, no es un derecho ¡es una obligación!
—No es cuestión de genética— respondí… —sino de responsabilidad social—
—¡No empieces con eso!— respondió la mayena —estamos chupando tranquilos. Al menos ustedes— La mayena, como buena beluga, podía devorar kilos de comida pero su religión no le permitía ingerir alcohol ¡Gracias a Dios porque cree que su salvación depende de su esófago! Debido a eso teníamos a nuestro Michael Schumacher personal para llevarnos a casa en caso de ser necesario.
—En serio es cuestión de RS— insisití —Si los deportistas mexicanos no regresan con medallas no es su culpa. Bastante han hecho al llegar allí ¿Cómo pedirles que hagan más cuando las instituciones que debieran apoyarles son campeones olímpicos en desorganización y mala administración de recursos?
—Paola lo hizo— intervino Arturo —y además de ganar medalla ¡la chica es guapa, eh!
Indiscutible que la atleta de Baja California tiene sus ángulos. No todos salimos chorreando de una alberca y lucimos atractivos.
—Nada que negar allí— le dije —¿escuchaste una de las entrevistas al final de la competencia? Le preguntaron si había cargado con mucha responsabilidad ¿Qué le pasa al reportero? ¡Cargar con la responsabilidad de una medalla! Tan fácil como haber cargado nuestra bandera en la inauguración ¿no?
—¿Y qué respondió?
—Afortunadamente dijo que no había sentido esa «responsabilidad» y tiene toda la razón. Cuando a los atletas mexicanos se les den recursos, instalaciones, entrenadores, alimentación, equipo, medicina, rutinas y políticas deportivas como se las dan en los países de primer mundo, ¡entonces podremos exigirles lo que se les exige a ellos! El triunfo de Paola es de ella y de nadie más, si acaso de aquellos con los que ella misma lo quiera compartir.
—Y eso… ¿qué tenía que ver con la responsabilidad social? —preguntó la mayena terminándose el último arito de cebolla y manchando su camisa. Cuando se lo hice saber, sólo respondió —Nah… de cualquier forma se iba a lavar—
¡Rayos! —pensé— ¡Así deben estar sus arterias! Tal vez fuera mejor que nos llevara pronto a casa, no fuera que se nos enfriara de un infarto en el camino.
—Volviendo al tema de la RS, miren a este tipo— dije señalando hacia uno de los tanto televisores que en ese momento transmitían la premiación —¿Saben el dinero que va a ganar a partir de hoy? Desde este momento tiene un nuevo apellido inseparable: Michael Phelps «ganador de ocho medallas de oro.»
—¿En algún momento nos vas a decir donde encaja la responsabilidad social en todo esto?— cuestionó Arturo.
—Hasta hace unos días, el miércoles de la semana pasada, 24 de las 25 medallas de oro que se habían otorgado en los Juegos, habían sido para nadadores que lucían trajes Speedo— señalé —y por si esto no bastara, el chico de la pantalla, ése que a partir de este instante llaman «el máximo exponente olímpico» es la estrella más prominente de Speedo. Phelps va a hacer mucho dinero, pero…
—Speedo también— completó la frase comenzando a entender.
—Si sabemos que en nuestro país, la corrupción, la desorganización, la desidia o cualquier otro fenómeno, impide generar deportistas de alta calidad ¿no es el deporte una ventana de oportunidad?
—Se invierte mucho en fútbol— dijo la mayena, estudiando la lista de postres. Ya entrados en gastos… qué son otras 750 calorías más.
—Ése es otro síntoma del problema— enfaticé —el fútbol en México es como el primogénito; se le da todo ¿y qué resulta? un mocoso malcriado al que queremos mucho pero no nos brinda satisfacciones. Desde 1930 no hemos llegado más lejos de los cuartos de final… ¡y eso, jugando en casa!
—Cierto. El fútbol en México es más negocio que deporte— coincidió Arturo.
—Imagínense qué sucedería si alguna marca ligada al deporte, dentro de sus acciones de RS, en vez de adoptar camellones o parques, adoptara atletas. Qué sucedería si les ofreciera los apoyos, el entrenamiento y el equipo para verdaderamente desarrollarse ¿No creen que pudieran dar buenos resultados en competencias nacionales, panamericanas, mundiales u olímpicas? La rentabilidad es innegable.
En México sí existen deportistas capaces de competir; de lo que carecemos es de instituciones organizadas y buena administración de recursos. Si las empresas buscaran establecer vínculos serios con el deporte mexicano, no a través de asistencialismo o simples patrocinios comerciales, sino de objetivos nacionales e internacionales, la relación con sus stakeholders, incluyendo el mismo gobierno, podría ser más benéfica para ellos, los atletas y la sociedad; las medallas serían sólo la cereza en la rentabilidad de este pastel.
En México, parte de la miopía de la RS implica que ésta se interesa mayormente en el cuidado medioambiental y las políticas sociales cuasi-filantrópicas. Es necesario ampliar el marco a experiencias en las que se asocien el deporte y la estrategia social; apoyar y difundir prácticas exitosas del tema, concienzar a los distintos actores sobre las potencialidades de esta actividad como resorte social, capaz de insertar a los niños y jóvenes en sistemas educativos formales y modos de vida saludables que favorezcan el desarrollo de las comunidades.
La suma de los tres sectores: IP, gobierno y sociedad, en torno a una verdadera visión deportiva, podría darle a nuestro deporte un salto de doble mortal.
Estamos claros que el problema deportivo mexicano no se solucionará con la ruta que lleva hoy; caminos alternativos son necesarios, sino es que urgentes; y alguien tiene que comenzar ¿por qué no la IP? Si la montaña no viene a Mahoma… Mahoma puede correr hacia la montaña.
aRSEnico
aRSEnico es el seudónimo químico de un asesor en RS muy tóxico, solitario, ensimismado y cuasi misántropo, que a través de una propuesta editorial de crítica ácida, expone las circunstancias, a veces inverosímiles, que se presentan en la RSE. La columna, si bien es ficticia se alimenta de eventos de la vida real sin los cuales no sería posible su realización. El objetivo es precísamente, además de provocar la risa forzada de reconocer y reconocerse en ella, señalar dichas circunstancias desde un enfoque cínico e incluso que raya en anti RS, para mostrar finalmente en este radioactivo estilo, el «deber ser» de la RSE.
Me parece excelente el análisis y sobre todo que la IP podría aportar en gran medida al deporte mexicano.
Los programas de RS también exigen ser medidos y considero que más allá de «adoptar un atleta» (que en ocasiones si tiene mala reputación puede afectar la imagen) las empresas podríamos apoyar a las instituciones que promueven el deporte, crear una alianza en la cual podríamos exigirles resultados e indicadores de desempeño.