¿Puede una ejecución socialmente responsable, como un taller de verano para los hijos de los colaboradores, desatar el poder de la innovación? Aparentemente sí, pues eso fue exactamente lo que sucedió en IGSA, compañía líder en la fabricación de plantas eléctricas y que, en días pasados, comprobó que el ser una empresa responsable construye sinergias más allá de lo esperado y en más áreas de las que se podría suponer. Aquí la historia.
Hay que admitirlo: con el paso del tiempo, los trabajadores suelen caer en inercias laborales de las que cada vez resulta más complicado desprenderse; es bien sabido, sin embargo, que renovar los procesos y formas de trabajo tiene efectos positivos en términos operativos, productivos e incluso económicos.
Ante ello, la gran pregunta al interior de los corporativos es ¿cómo meter reversa a las inercias arraigadas en los trabajadores, sin tener que prescindir de ellos? La respuesta viene de la mano de quienes menos se imaginan: los hijos de los colaboradores. Ellos están perfectamente capacitados para impartir cátedra en innovación y cambio.
Estos pequeños grandes maestros pueden lograr en apenas unas semanas más de lo que consiguen meses de monitoreo, implementación de controles, capacitaciones o actualizaciones para los empleados.
La estrategia consiste en invitar a los colaboradores a que involucren a sus hijos en una “experiencia laboral” de un mes en la empresa, con sueldo incluido. El mejor momento, naturalmente, lo brindan las vacaciones de verano.
Durante esas cuatro semanas, los chicos aprenden la cultura corporativa de la que sus padres son parte al tiempo que conocen las funciones y procesos de las diferentes áreas de la empresa. Su tarea consiste en detectar áreas de oportunidad para mejorar los procesos internos, en otras palabras, decirles a sus papás cómo lo pueden hacer mejor.
Al final de la experiencia, tienen el reto de presentar sus observaciones y propuestas a directores, empleados, incluidos sus papás, y el resto de sus compañeros.
Los resultados de una dinámica así son sorprendentes.
Un chico de 15 años desarrolla una app para smartphones, que permite mantener comunicado al personal de la empresa, todo por un costo de ¡25 dólares!
Un grupo de adolescentes propone incrementar la productividad de un área específica a partir del reacomodo de funciones, luego de observar que los trabajadores realizan el armado completo de un producto de manera individual cuando sería más ágil que cada uno se encargara de una parte del proceso.
Un estudiante de 17 años insta a los empleados a “innovar cada segundo y salir de la zona de confort, pues eso es lo que tienen en común empresas como Starbucks, Google y Facebook”.
Otro equipo de chicos presenta una estrategia para posicionar a la empresa en YouTube e Instagram, “con beneficios que se podrán observar entre 6 meses y un año”.
Labor de verano
Cincuenta y cinco jóvenes entre 14 y 19 años vivieron una experiencia así en la empresa en que trabajan sus padres, entre el 15 de julio y el 8 de agosto pasados.
Por tercer año consecutivo, IGSA llevó a cabo su programa de verano con los hijos de colaboradores, quienes además del aprendizaje y los amigos se llevaron a casa 700 pesos por cada una de las cuatro semanas que duró el programa.
“Fue una oportunidad para descubrir nuevas habilidades, me deja la confianza de que cualquier proyecto se puede realizar”, consideró Carlos Alberto Flores, estudiante de 15 años quien ha participado en las tres ediciones de Experiencia IGSA.
El joven desarrolló Pocket IGSA, “una aplicación que pretende mejorar la comunicación interna, con la que los empleados pueden postear inquietudes o necesidades, por ejemplo de material, y eso haría más ágiles los procesos”.
Para Juan Luis Castellanos, director de Capital Humano de IGSA, este programa tiene “incontables beneficios para la compañía, los colaboradores y nuestros hijos, pues fomenta la integración familiar al tiempo que despierta la innovación, el liderazgo y crea competencias en los jóvenes que les servirán en el futuro”.
“Vemos que los chicos se atreven a ejecutar nuevas ideas, no se preguntan si funcionará o no; tienen la iniciativa y la emprenden. Nosotros tenemos mucho que aprender de ellos”, opinó Rogelio Uribe, quien desde hace ocho años trabaja en el área de Facturación de IGSA y cuyo hijo ha participado en el programa de la empresa.