Recientemente he insistido aquí mismo en mi desafección ante cualquier conflicto de definiciones en lo que atañe a la RSE… lo que no empece, como también dije, que tenga mis propias preferencias. Por ejemplo: siempre he dicho que prefiero RSE (de empresa) a RSC (de corporación o corporation). E incluso que preferiría RSO (de organización). Normalmente mis propuestas tienen un éxito perfectamente descriptible, y así RSC ha acabado siendo, en la práctica, la más usada.
Pero como sostengo que aquí no se trata de definiciones, sino de disponer de marcos de referencia que permitan indagar, explorar y construir itinerarios, voy a entrar en el juego, y a plantear que la RSC es poliédrica, y nos invita a orientarnos en función de diversos vectores. Esto es lo que nos puede permitir, en último término, integrarlos en un proyecto organizativo. Así pues, propongo que se trata de ir avanzando, en una especie de proceso helicoidal, de la RSC, a la RSC, a la RSC, a la RSC…
RSC…orporativa. El debate y los planteamientos a los que nos referimos no se limitan a prácticas empresariales, sino a modelos y proyectos empresariales. Por eso a veces la agenda de la RSE nos impide avanzar en el la construcción de la RSE: porque pone el acento en si haces esto o aquello, en si es preferible hacer esta actividad o aquella otra… y al final sumamos esfuezos y acabamos olvidando qué pretendemos con ellos. La cuestión central, pues, es el proyecto de empresa en y por el que trabajamos, su contribución a las personas y a la sociedad. No estoy mejor en RSE por el mero hecho de que haga o no haga esto o aquello (lo que sea: memorias, productos o servicios verdes o sociales, acción social, conciliación…) sino en función del tipo de empresa en el que me estoy convirtiendo a través de todo lo que hago. A veces digo que el principal instrumento para transmitir valores es el presupuesto, porque al final es cuando se establece y clarifica lo que realmente importa. Por eso se puede hablar de RSE cuando se producen situaciones complicadas (ajustes, reorganizaciones, etc.), porque la RSE no es un lujo para cuando las cosas van bien y vamos sobrados, sino una manera de hacer empresa que se modula –como todo en la empresa- en el difícil equilibrio entre direccionalidad y adecuación a las circustancias. Siempre he asumido e insistido en que el verdadero sinónimo de RSE es buena gestión… pero, claro, si nos aclaramos a cual de las diversas buenas gestiones posibles nos referimos.
RSC…ompetitiva. Se desprende de lo anterior, pero no se confunde con ello. El debate sobre la RSE es un debate sobre el modelo de competitividad. Marc Vilanova ha puesto de manifiesto que existen empresas para las que sostenibilidad, innovación y estrategia son términos indisociables. Claro, no es la competitividad a cualquier precio, pero sí es mayor y mejor competitividad. Una de las grandes confusiones que ha generado la S de la RSE, es que ha parecido que la separaba –e, incluso, la contraponía- a lo econòmico. Y si la empresa no es viable económicamente, su contribución a la sociedad se desvanece. No hay RSE sin responsabilidad ante los requerimientos de la viabilidad económica. RSE y competitividad están y han de estar entreveradas. Desconfiemos tanto de los adalides de la RSE que se despreocupan de lo económico como de los fundamentalistas de lo económico que ningunean a la RSE. Sin competitividad no hay ni puede haber RSE. Pero, y aquí repito el hilo argumental anterior, no existe una única manera de ser competitivo (en la realidad empresarial cotidiana, en los manuales es otra cosa, claro). El compromiso a favor de la RSE ha de ser un compromiso a favor de la competitividad. De una competitividad responsable y sostenible.
RSC…ompartida. Lo que necesitamos es una sociedad responsable, no simplemente empresas responsables. O, en otras palabras: la RSE es la contribución empresarial a la construcción de una sociedad responsable. Lo que necesitamos es convertir a la responsabilidad en una práctica compartida (y no simplemente en un valor compartido) en un mundo que, significativamente, ha sido capaz de hacer estatuas a la libertad, pero no a la responsabilidad. Por algo será. Necesitamos empresas responsables, por supuesto… y sindicatos responsables, y partidos responsables, i ONGs responsables, e iglesias responsables, y… me permitirán que no me alargue. Pero compartir la responsabilidad, en nuestras sociedades complejas e interdependientes, no requiere sólo que cada uno sea individualmente responsable. Requiere la capacidad de encontrar nuevos espacios comunes de trabajo conjunto, cada cual desde su especificidad. Requiere asumir como propia la responsabilidad común por el espacio público que compartimos todos. Si hablaba hace poco aquí de los colaboratorios es precisamente porque estoy convencido que la responsabilidad social compartida será en el futuro uno de los grandes factores de innovación.
RSC…oncienciada. (Bueno, quería decir «con conciencia», pero se me estropeaba el juego…). A veces olvidamos que la responsabilidad es también un problema de conciencia, no sólo de acciones. Si es verdad, como repito a menudo, que no estamos en una época de cambios sino en en un cambio de época, no podremos enfrentar este cambio si no lo vinculamos también a un cambio de conciencia. Una conciencia más afinada, más abierta, más sensible, más compasiva, más vinculada a todo y a todos. Ya no se trata de la tópica cuestión de lo cuantitativo y lo cualitativo. Es verdad que no podremos transformar las cantidades sin transformar las mentalidades. Pero, en último término, la responsabilidad nace de una conciencia capaz de arraigarse y conectar con sus dimensiones más profundas y capaz de moverse en relación a un horizonte que no se reduce a sus intereses inmediatos. Sin conciencia no se sostiene la responsabilidad. Sin responsabilidad, hablar de conciencia es un fraude.
Lo dicho: de la RSC, a la RSC, a la RSC, a la RSC…
Josep M. Lozano
Profesor del Departamento de Ciencias Sociales e investigador senior en RSE en el Instituto de Innovación Social de ESADE (URL). Sus áreas de interés son: la RSE y la ética empresarial; valores y liderazgos en las organizaciones; y espiritualidad, calidad humana y gestión. Ha publicado sus investigaciones académicas en diversos journals. Su último libro es La empresa ciudadana como empresa responsable y sostenible (Trotta) Otros de sus libros son: Ética y empresa (Trotta); Los gobiernos y la responsabilidad social de la empresa (Granica); Tras la RSE. La responsabilidad social de la empresa en España vista por sus actores (Granica) y Persona, empresa y sociedad (Infonomía).
Ha ganado diversos premios por sus publicaciones. Fue reconocido como Highly commended runner-up en el Faculty Pionner Award concedido por la European Academy of Business in Society i el Aspen Institute. Ha sido miembro de la Comissió per al debat sobre els valors de la Generalitat; del Foro de Expertos en RSE del MTAS; del Consejo Asesor de la Conferencia Interamericana sobre RSE del BID; y de la Taskforce for the Principles for Responsible Business Education del UN Global Compact. En su página web mantiene activo un blog que lleva por título Persona, Empresa y Sociedad