Por: Forma y Fondo CCVIII
En los poco más de sesenta días de este 2012 y al inicio de su tercer mes, seguimos recibiendo noticias que mueven a la reflexión.
A nivel global, en enero había lugares con temperaturas a muchos grados bajo cero, bastas regiones sufrían severas inundaciones y daños por las lluvias, sin faltar la cuota obligada de desgracias con muertos y afectados.
En lo local, la sequía que durará en México al menos lo que falta del año y que afecta a las minorías indígenas del norte, con el resultado de hambre y sed que acompañan a su pobreza generacional, también en un marco de temperaturas extremas.
La capital del país ya mostró su primera pre contingencia ambiental con niveles alarmantes y el calor desplazó al frío predominante hasta hace unos días. A veces parece ocioso enumerar los fenómenos y problemas cotidianos que sabemos ya forman parte de nuestra vida, sin embargo no podemos dejar de insistir en que cada acción, por pequeña que sea, es parte de lo que nos puede ayudar a mejorar la calidad de vida.
Otra vez estamos con una sucesión de temperaturas a lo largo del día; frío matutino al que siguen los grados a la alza de calores que pronostican una temporada severa y difícil. A las enfermedades respiratorias que poco han ido a la baja, se sumarán las gastrointestinales propias de la temporada. Aires acondicionados y alimentos descompuestos, además del descuido de hábitos higiénicos por la falta de agua, propician un caldo de cultivo fértil.
Todo ello depende de un elemento indispensable y vital: agua. Los consejos de salud recomiendan beber agua suficiente como ayuda al organismo para prevenir enfermedades respiratorias y gastrointestinales. El pero que surge es el alto grado de dificultad que significa para mucha gente, en muchas zonas urbanas, suburbanas y rurales, tener acceso al líquido.
México atraviesa por una etapa crítica de estrés hídrico nacional por la escasez de agua potable, situación preocupante para las generaciones futuras y en la actualidad con categoría de asunto de seguridad nacional. Su situación geográfica, el avance de la desertificación y la sequía actual, lo colocan al nivel de algunos países del Norte de África que siempre han padecido por la falta de líquido.
De los seiscientos cincuenta acuíferos existentes en el país, según los datos oficiales, al menos cien se encuentran agotados por la sobreexplotación; prueba de ello son los hundimientos en la Ciudad de México. En el caso del agua para actividades agrícolas la tecnología es mínima, consecuencia de la falta de visión a mediano y largo plazo. En otras palabras, las políticas erróneas, populistas y paternalistas, más la poca inversión y la falta de cultura, llevó a México a la situación actual de insustentabilidad hídrica.
Como en tantos otros rubros, la riqueza de recursos nacionales se ha desperdiciado en perjuicio de la mayoría de sus habitantes y en beneficio de unos cuantos. Las consecuencias son directas sobre los ecosistemas y la salud humana. La trágica realidad está a punto de superar cualquier ficción, además de ser un obstáculo para el desarrollo.
A nivel mundial y ante la imparable contaminación de las pocas reservas que quedan y la imposibilidad de aumentar las reservas de agua dulce, surgen dos opciones para administrarla, alentadas por el Banco Mundial, Fondo Monetario Internacional y Banco Interamericano de Desarrollo, organismos que no están precisamente en su mejor momento en el ámbito de las naciones, que consideran el agua como simple recurso mercantil y que debe estar en manos de empresas privadas ante la ineficiencia del Estado como principal responsable de su despilfarro.
Otra, de quienes defienden el recurso hídrico como un derecho universal básico para la satisfacción de los demás Derechos Fundamentales, promovida por las Naciones Unidas, ONG’s y las poblaciones afectadas. En el 2010 se declaró como un Derecho Humano Fundamental el acceso al agua y al saneamiento básico. El líquido no puede ser una mercancía, es un derecho y son las comunidades organizadas las que deben administrarlo y cuidarlo, al igual que los bosques.
Dentro de la amplia gama de la sustentabilidad está la hídrica, en cuanto a una planificación a nivel tanto agropecuario como urbano, de forma que su uso y reciclado disminuya las tensiones sociales y económicas en el agro y en las ciudades.
Como parte de la ignorancia del ciudadano moderno está el concepto de que el agua es un recurso inagotable para su placer, conveniencia y beneficio, en vez de un elemento esencial de un ecosistema vivo por el que recibimos lo mismo: vida. Resulta inimaginable lo que la humanidad descarga en un día, una semana, un mes o un año, como desechos industriales y humanos en los cuerpos de agua. Los expertos calculan un peso equivalente al de la población mundial. Se extrae de pozos, ríos y arroyos para llevarla a centros urbanos e industriales para ser descargadas como residuales en océanos y ríos contribuyendo a aumentar su nivel y a desaparecer ecosistemas. Todo ello aumentado con el alto porcentaje que se pierde en las viejas redes de distribución a las que poco se invierte en su mantenimiento.
La forma: el agua es un patrimonio común, un bien y un servicio público que debe protegerse como un derecho.
El fondo: es el único camino para aspirar a una armonía presente y futura entre iguales, sin olvidar que: TODOS SOMOS NATURALEZA.
ACACIA FUNDACIÓN AMBIENTAL A. C. [email protected]
Sigue la cuenta rumbo a LA HORA DEL PLANETA 2012. El próximo sábado 31 de marzo a las 20:30 hrs, ocho treinta de la noche, nos uniremos nuevamente en la lucha contra el cambio climático.
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