Por: Helena Ancos
La realidad política de mi país en estos días y el descontento de muchos ciudadanos, merecen traer a estas páginas algunas reflexiones acerca de la democracia y la RSE.
Ante el panorama de candidatos imputados, en un sistema electoral que favorece a los partidos de mayorías, las opciones se centran entre corrupción o ineficacia e ineficacia y corrupción, y la voluntad popular parece hallarse secuestrada por una democracia puramente formal que se reduce al mero ejercicio del voto cada cuatro años.
La lucha por la plasmación democrática de la voluntad popular, la legitimidad de las instituciones y la división de poderes parecen estar durmiendo el sueño de Morfeo.
Me viene a la memoria el último artículo de la Constitución Francesa del año III “El pueblo francés encomienda la presente constitución a la lealtad de los poderes públicos y a la vigilancia de los padres de familia, las esposas y las madres, al afecto de los jóvenes ciudadanos, al coraje de todos los franceses.”
Pues bien, de la misma forma que la democracia actual ha derivado en una disolución de la conciencia de lo público, es preciso inocular a la RSE desde el principio con los anticuerpos frente a la irresponsabilidad con el fin de evitar que nuestra todavía joven RSE, no quede anquilosada en futuro próximo, en meros formalismos. La RSE puede dotarse de complejos modelos conceptuales, de elaboradas técnicas de medición de impactos, de sistemas de reporting integrados pero ha de reclamar también una ciudadanía responsable y vigilante.
Por eso en primer lugar, la RSE ha de irse acompañando en cada espacio, simultáneamente de contenidos y de modos de proceder. Ambos deben avanzar juntos si no queremos que la responsabilidad quede secuestrada por una mera transparencia, la voluntariedad, o una rendición de cuentas sin los correspondientes regímenes de garantías o contrapesos.
Los patentes conflictos de intereses que existen en los consejos de administración de las grandes empresas, los procesos de concentración en los medios de comunicación, la resignación ante las abrumadoras diferencias salariales entre directivos y personal de base y entre hombres y mujeres, por poner algunos ejemplos, reclaman no sólo vigilancia sino una denuncia constante por parte de toda la ciudadanía. Foros como los que nos prestan las redes sociales se han convertido en espacios públicos garantía de participación, descentralización, e independencia pero también hemos de exigir a los poderes públicos y a las empresas que cada meta en materia de responsabilidad social vaya acompañada del cauce para su efectivo cumplimiento. De nada sirven por ejemplo los códigos en materia de corrupción si no existen canales anónimos de denuncias para los empleados.
Del mismo modo, es preciso estar atentos a aquellas publicaciones que hacen balance del estado de la cuestión, y que se han convertido en seriales y que bajo el paraguas de una marca registrada no exponen con claridad las metodologías empleadas, ofreciendo datos sesgados o interesados. En otras, el universo de los encuestados es reducido –por ejemplo, los directivos o gerentes de empresas, target de muchos estudios de reputación- o aún siendo aparentemente amplio en número y espectro, la ponderación entre los stakeholders se inclina abrumadoramente hacia directivos y analistas financieros- resultando engañosos para la causa de la RSE. Estemos atentos a los resultados pero sobre todo a las técnicas de estudio.
Finalmente, otro riesgo lo constituye lo que podríamos denominar el descreme, los subsidios cruzados, las acciones socialmente responsables en un área determinada a costa de determinados grupos de interés. Hay empresas que están vendiendo mucha acción social a costa del bienestar y los derechos de comunidades en áreas geográficas de otros países o del resto de la sociedad. Hay que tener presente que la Responsabilidad Social Empresarial o Corporativa puede tener a medio y largo plazo como “competidores” a la innovación, el voluntariado corporativo o la acción social. Si no queremos que Saturno devore a sus hijos por temor a ser destronado por ellos, todos los que trabajamos en la RSE hemos de cuidar como estudiosos, consultores, empresarios o ciudadanos que todos sus brazos vayan avanzando despacio pero al unísono, equilibradamente.
Cuando una empresa multinacional como Telefónica externaliza los costes de sus despidos al resto de los ciudadanos en una España en crisis, y aumenta las primas de sus directivos, por muy potente que sea su acción social en Latinoamérica, o si apoyamos con nuestras opciones de compra a empresas evasoras de impuestos o empleadoras de trabajo infantil,…la RSE no puede avanzar con estas diferencias abismales sin nuestro disenso porque corremos el riesgo de metabolizarlas, o de permitir una RSE a la medida.
La RSE necesita tiempo. Tampoco se pueden ignorar las reglas no escritas de la realpolitik y en muchas ocasiones es necesario aunque nos pese pactar con cierto estado de cosas, si no queremos estrellarnos en él. Pero de ahí a consentir eufemismos, dudosos equilibrios entre la acción social y gobierno corporativo, entre actuaciones en países desarrollados y malas prácticas en países subdesarrollados, hay mucho trecho. Todas las partes, han de partir de posiciones claras. Hay que provocar incentivos para que los empresarios se impliquen en la RSE pero llamando a las cosas por su nombre.
Si la RSE aspira a convertirse en un nuevo contrato social, ciudadanía responsable y RSE han de avanzar unidas. Si la ciudadanía responsable no sale al encuentro de la RSE corremos el riesgo de una RSE desatendida, abandonada a su suerte.
Helena Ancos Franco
Coordinadora del Programa de Trabajo de Responsabilidad Social Empresarial del Instituto Complutense de Estudios Internacionales. Representante en la UCM de la RedUNIRSE, red Iberoamericana de Responsabilidad Social Empresarial y Promotora en la Universidad Complutense de Madrid de la Red Interuniversitaria de Responsabilidad Social Empresarial. Ha sido Abogado y Profesora de Derecho Internacional Privado en la Universidad Europea de Madrid y en el Centro Universitario Francisco de Vitoria y en el Centro Universitario de Estudios Financieros de Madrid. Sus actuales líneas de investigación se centran en la búsqueda de modelos jurídicos y económicos que promuevan la rentabilidad de los negocios y el desarrollo social, así como mecanismos de colaboración público-privada para el desarrollo.