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Desasosiego y esperanza

Por: Juan Jose Almagro, Presidente de honor del Séptimo Congreso de RS Zaragoza, febrero 2021

“Los demás pueden quitarnos la dignidad, no solo utilizándonos, tutelándonos o menospreciándonos. Pueden también poner en peligro nuestra dignidad manipulándonos”, leo en ¨La dignidad humana” del filosofo suizo Peter Bieri.

Como sabemos, la manipulación es una manera especial de actuar sobre alguien, que en esta época irreverente y egoísta se ha visto reforzada por eso que llamamos informacion, que ha dejado de ser un bien escaso para convertirse, con el apoyo de Internet y de las redes sociales, en la materia prima del siglo XXI, hasta el punto de que las organizaciones (y no sé si las personas) son cada vez menos su propia marca y cada vez mas su apariencia y sus relaciones, y eso las transforma en organizaciones sociables (que se afanan por caer bien a todo el mundo) mas que en organizaciones que fueron creadas -y nunca deberían olvidarlo- para cumplir un fin social.

Como hemos repetido tantas veces, en estos tiempos, los humanos, mas que aprender a relacionarnos, a conocernos, a dialogar y a informarnos, nos conectamos…

Ahora, cada día, tengo la impresión de que todos los poderes nos manipulan sin descanso, probablemente porque, como escribió Orwell en “1984”, el poder no es un medio sino un fin en si mismo, como le confiesa el gran torturador O’Brien a Winston, su víctima y protagonista de la novela.

Desde siempre -el ayer siempre absorbe al anteayer- casi todas las personas que ostentan algún poder persiguen alcanzar ese fin, esa capacidad cobarde de influir, ilimitada algunas veces.

Desde que tenemos conciencia (hay manipuladores antes de que existiesen los ‘influencers’) los humanos nos venimos mirando en el espejo de la historia para repetirla, y buscamos ejemplos de cómo, a través de los siglos, nos hemos manipulado unos a otros; y rebuscamos enseñanzas de como hacerlo mejor y sacar ventaja persiguiendo el desideratum de la manipulación, un chantaje emocional del que, en la mayoría de los casos, la víctima sufridora no se percata.

Quien manipula desprecia a las personas y la propia vida comunitaria. En definitiva, engaña y desprecia la verdad.

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No se si en la naturaleza humana existe un afán manipulador producido por un gen del que nunca podemos desprendernos: los hombres, en una forma agresiva de machismo, han manipulado a las mujeres desde tiempo inmemorial; y algunas mujeres, sutilmente, a hombres; los padres a los hijos y estos a sus mayores; los profesores a sus alumnos y los jefes a los empleados; los medios de comunicacion a sus lectores, oyentes y televidentes, las iglesias a sus fieles, los sindicatos a sus afiliados, los dirigentes a los que no lo son y los políticos a todos.

Es proverbial el ejemplo de Trump intentando revertir, con mentiras y sin evidencia alguna de sospecha o fraude, el resultado de las pasadas elecciones presidenciales en USA. Ha perdido todos los recursos judiciales que, sin base alguna -como le han dicho los tribunales y el Congreso americano- ha interpuesto, pero el expresidente sigue, erre que erre, empeñado en una grosera manipulación: que ha sido el vencedor indiscutible de las elecciones, y muchos de sus seguidores lo siguen creyendo hasta el punto de asaltar el Capitolio y poner en grave peligro la democracia norteamericana.

La ucronía (Trump es un experto) especula sobre realidades alternativas, en las que los hechos de la vida real ocurrieron de manera diferente o simplemente no ocurrieron. Afortunadamente, Trump se fue, ojalá que para siempre.

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Frente a Trump, Angela Merkel, la canciller alemana. Su discurso ante el Bundestag en diciembre del pasado año nos trajo la imagen de una política decente y cabal que, desde la convicción profunda, consciente de su responsabilidad y compadecida por las víctimas de la pandemia, ruega a los parlamentarios y los insta a la adopción de duras medidas contra el COVID-19 y, como si hubiera leído a Baltasar Gracián, usa la verdad en su discurso y lo ajusta a la realidad, sabedora de que “la verdad es peligrosa pero el hombre de bien no puede dejar de decirla…[porque]… con el buen entendedor no hace falta ser muy explicito: en cuanto entienda, no mas palabras”.

Es tiempo de incertidumbre y de desasosiego. “Todo me cansa, incluso aquello que no me cansa. Mi alegría es tan dolorosa como mi dolor”, escribió Fernando Pessoa en su “Libro del desasosiego”. El séptimo Congreso Internacional de Responsabilidad Social que se celebrará en Zaragoza en febrero de este año acoge el dolor de sus organizadores por no celebrarlo presencialmente y la alegría de poder hacerlo virtualmente.

Y es un ejemplo de responsabilidad compartida con las personas que, desde cualquier lugar del mundo, se han inscrito para compartir, participar en sus sesiones y escuchar a sus ponentes. El gran acierto del Congreso es contribuir al imprescindible desconfinamiento mental y, como reza su lema, contribuir a medir y a rendir cuentas responsablemente sin manipular y sin mentir; y con transparencia, la única vacuna que acabará con la corrupción y puede devolvernos la esperanza.

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La pandemia nos ha enseñado que sobran predicadores, influencers, pseudocientificos, opinadores todologos y políticos ineptos y embusteros. También sobran los que, al levantarse cada día, se creen el ombligo del mundo. La mentira moderna se produce en serie y se dirige a la masa para manipularla, de tal forma -escribió Koyré- que “si no hay nada mas refinado que la técnica de la propaganda moderna, tampoco hay nada mas burdo que el contenido de sus aserciones que revelan un desprecio total y absoluto por la verdad”. Al fin y al cabo, con pandemia o sin ella, la manipulación está presente en nuestras vidas y desprecia la Verdad y la Dignidad de las personas porque, como nos enseñó la nobel Wistawa Szymborska, “a fin de cuentas/ lo que hay es ignorancia de la ignorancia/ y manos ocupadas en lavarse las manos”.

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