En 2024 los desastres climáticos más costosos generaron pérdidas económicas por 229 mil millones de dólares y cobraron la vida de 2 mil personas, según el análisis anual de Christian Aid,una organización benéfica internacional. Este reporte, publicado al final de cada año, se elabora a partir de los datos de pagos de seguros, ofreciendo un panorama claro de los impactos financieros y humanos más significativos vinculados al cambio climático. Además, el análisis toma en cuenta estudios de atribución climática, que calculan cuánto aumentó la probabilidad de estos eventos debido a la quema de combustibles fósiles como el gas, el petróleo y el carbón.
Estos eventos extremos, vinculados al cambio climático, incluyeron huracanes, tifones, inundaciones y olas de calor que afectaron a regiones de todo el mundo, desde Estados Unidos hasta el sudeste asiático. A pesar de los costos humanos y financieros, las decisiones políticas continúan incentivando prácticas como la quema de combustibles fósiles, agravando las consecuencias de la crisis climática.
Los desastres climáticos de 2024 dejaron una destrucción económica sin precedentes
La devastación económica por daños ocasionados por el cambio climático alcanzó cifras récord en 2024. Tan sólo los huracanes Helen y Milton en Estados Unidos causaron 50 mil millones de dólares en pérdidas, mientras que el tifón Yagi en el sudeste asiático provocó la muerte de al menos 829 personas y daños de 12 mil 600 millones de dólares. En Europa, la tormenta Boris dejó 26 muertos y pérdidas por 5 mil millones de dólares. Inundaciones catastróficas en regiones como el sur de China, Baviera, Valencia y Río Grande do Sul en Brasil incrementaron aún más el impacto financiero, demostrando que ninguna región del mundo es inmune al cambio climático.
Además de las pérdidas económicas inmediatas, estos eventos resaltaron las fallas en la planificación y adaptación climática, especialmente en países desarrollados como Estados Unidos. Las infraestructuras inadecuadas, la falta de inversión en tecnologías sostenibles y la ausencia de políticas preventivas han amplificado el impacto de estos desastres. Este escenario contrasta con las demandas globales de reducir emisiones y fortalecer la resiliencia ante fenómenos meteorológicos extremos.
El creciente costo de estos desastres también es evidente en el hecho de que todos los eventos principales de la lista acumularon pérdidas superiores a 4 mil millones de dólares. Científicos han identificado huellas claras del cambio climático en la mayoría de estos desastres, destacando cómo la quema de combustibles fósiles amplifica la probabilidad y severidad de estos eventos.
El impacto humano y ambiental
El costo real de los desastres climáticos de 2024 es probablemente mucho mayor que el reportado. Christian Aid señala que muchas personas, especialmente en países pobres, no cuentan con seguros para cubrir las pérdidas. Además, los daños indirectos, como la destrucción de ecosistemas clave, el aumento de los niveles del mar y la inestabilidad alimentaria, son incalculables.
Eventos como las inundaciones en África occidental, deslizamientos de tierra en Filipinas y olas de calor en Bangladesh y la Antártida oriental, aunque no aparecen entre los diez más costosos, tienen consecuencias a largo plazo que podrían alterar profundamente la estabilidad social y económica global. Este sufrimiento humano refleja decisiones políticas que priorizan los combustibles fósiles sobre alternativas sostenibles, perpetuando ciclos de pobreza y vulnerabilidad en las comunidades más afectadas.
El impacto en los ecosistemas es igualmente preocupante. Bosques devastados por incendios forestales, ríos contaminados y tierras agrícolas inutilizables se traducen en pérdidas que no se miden en dinero, pero sí en vidas. La dependencia continua de prácticas no sostenibles agrava esta crisis, limitando las oportunidades para restaurar el equilibrio ecológico y garantizar la seguridad alimentaria para las próximas generaciones.
Inacción y daños severos en Estados Unidos
Estados Unidos, la economía más grande del mundo, concentró tres cuartas partes de las pérdidas económicas, superando los 140 mil millones de dólares en daños. El rol de Estados Unidos en esta crisis es especialmente preocupante debido a su dependencia de los combustibles fósiles y la falta de políticas climáticas ambiciosas. Con la llegada de Donald Trump a la presidencia, un líder que niega la existencia de la crisis climática, el país podría retroceder aún más en su transición hacia la sostenibilidad.
Los huracanes Helene y Milton no solo marcaron un precedente económico, sino que también expusieron la vulnerabilidad de las comunidades estadounidenses. Ciudades costeras como Miami y Nueva Orleans enfrentaron evacuaciones masivas y daños en infraestructura crítica, mientras que millones de personas quedaron sin hogar. Este panorama contrasta con los esfuerzos de otras naciones que, aunque menos desarrolladas económicamente, han avanzado significativamente en políticas de adaptación climática.
Mientras otras naciones avanzan en la descarbonización, Estados Unidos enfrenta críticas por su falta de compromiso con la reducción de emisiones y el financiamiento climático para países vulnerables. Esta postura no solo incrementa los costos económicos, sino que también amplifica el sufrimiento humano en los lugares más afectados por la crisis.
El alto precio de la tibieza…
Los desastres climáticos de 2024 subrayan el inmenso costo económico y humano de ignorar la crisis climática. A medida que estos eventos se vuelven más frecuentes e intensos, la inacción política y la dependencia de combustibles fósiles agravan las consecuencias. Según Christian Aid, el cambio climático no es un fenómeno natural, sino un reflejo de decisiones políticas que priorizan los beneficios económicos a corto plazo sobre la sostenibilidad global.
La urgencia de actuar nunca ha sido más evidente. Reducir las emisiones, fomentar el uso de energías renovables y cumplir con los compromisos financieros hacia los países vulnerables son pasos indispensables para evitar que los costos de la crisis climática se sigan disparando, tanto en términos económicos como humanos. En este contexto, las políticas internacionales y locales deben alinearse con la necesidad de proteger a las comunidades más expuestas, priorizando la sostenibilidad sobre los intereses económicos inmediatos.
