De no aplicarse acciones inmediatas para reducir la emisión de gases de efecto invernadero en las grandes ciudades del país, no sólo enfrentaremos un deterioro acelerado en la calidad del aire, también aumentaremos el costo de nuestra huella ecológica, pues se estima que un habitante urbano promedio tiene una dieta de 2 mil 300 kilocalorías diarias, la cual requirió de 65 mil kilocalorías para su elaboración, transportación y distribución, advirtió José Ignacio Félix Díaz Ortega, catedrático de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) y especialista en cambio climático.
Ante el fracaso de la 16 Conferencia de las Partes de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático (COP 16), convocada en diciembre pasado en Cancún, Quintana Roo, para lograr acuerdos que garanticen la reducción efectiva de dichos gases en el planeta, indicó que si bien México no contribue con un porcentaje considerable en el balance mundial, no ocurre lo mismo a escala local, donde las grandes ciudades se han convertido en los principales focos de contaminación del medio ambiente.
Félix Díaz, catedrático de la UAM, quien colaboró en el proyecto denominado El cambio climático a comienzos del siglo XXI, en el que participaron científicos y especialistas de esa unidad académica para alertar sobre los riesgos del calentamiento global, afirmó que en la mayoría de las grandes urbes mexicanas se carece de una política pública que regule el transporte público y el uso eficiente de los combustibles fósiles.
En la mayoría de las ciudades, en particular en la zona metropolitana del valle de México, enfrentamos condiciones del aire muy deterioradas, y de continuar el un uso intensivo de vehículos particulares, en pocos años enfrentaremos un verdadero desastre en cuanto a la calidad del aire a que podrán acceder los residentes de estas localidades.
Un ejemplo –dijo– es el incremento de contaminantes atmosféricos como el ozono, resultado de un proceso fotoquímico generado por el efecto del sol sobre los gases emitidos por los automóviles. En las localidades muy población tenemos altas concentraciones de ozono, lo que genera irritación de los sistemas respiratorio y digestivo, así como de las mucosas. Situación que en poco tiempo puede generar un problema devastador de salud.
Es preocupante –agregó– que no se ataque el problema de raíz, pues aunque se han buscado alternativas, como la construcción de más líneas del Metrobús en la capital del país, así como del Sistema de Transporte Colectivo Metro, resultan insuficientes y desarticuladas, porque nada se hace para inhibir el uso de los vehículos particulares y ofrecer como alternativa el transporte público, que no sólo es insuficiente, en muchos casos tampoco es de calidad.
El Distrito Federal y su zona conurbada –indicó– enfrentan altas tasas de contaminantes atmosféricos, ocasionados no por la presencia de grandes industrias con emisiones elevadas de gases de efecto invernadero, como ocurre en las urbes más contaminadas del planeta, sino por un creciente parque vehicular con muy bajos controles de calidad.
Fuente: Jornada.unam.mx
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