Durante muchos años he aprovechado el Día Internacional de la Mujer para hablar de las mujeres en sus diversas actividades: como amas de casa, trabajadoras asalariadas —profesionistas, obreras, enfermeras, maestras, sirvientas, campesinas, prostitutas—, militantes de partidos o de ONG, madres o abuelas, solteras o casadas. Me he referido también a las mujeres víctimas de la violencia, el maltrato, el abuso, e incluso la muerte.
Este año, cuando se cumplen 100 de que el 8 de marzo fue designado el día para este festejo, quiero recordar que también existen otras mujeres, aquellas a las que no saludamos con respeto, admiración y agradecimiento. Me refiero a las delincuentes.
El silencio del que nos quejamos con respecto a la mujer en general se aplica doblemente a estas personas. Supongo que eso se debe a que sigue pareciendo extraño que las haya, dado que a las mujeres se les atribuyen características como la bondad y ternura, el instinto maternal, e incluso la debilidad física, lo que hace que no se pueda ver en ellas a delincuentes.
Y sin embargo las hay.
La mayoría de los especialistas en el tema consideran que las mujeres cometen delitos por amor, por apoyar a un hijo, a un hermano, a una pareja. Es la tesis de Concepción Núñez Miranda en su estudio sobre presas por delitos contra la salud en Oaxaca, es la tesis de un centro de estudios de la Cámara de Diputados sobre cuestiones de equidad de género (ellos de plano afirman que el 100% de las mujeres que delinquen lo hacen por ayudar o proteger al hombre con quien sostienen una relación sentimental), es la tesis del Instituto Nacional de las Mujeres que asegura que las mujeres que se involucran en actividades delictivas lo hacen por su relación de pareja, o por vínculos sentimentales.
Es sin duda una visión paternalista. ¿Podemos creer que todas lo hacen sin estar de acuerdo y solamente por tener contentos a sus seres queridos? ¿Podemos suponer que para nada existen las que delinquen porque así lo han decidido, les interesa, les conviene o les gusta? ¿Qué ninguna de las que asaltan en restoranes y tiendas, que roban bebés y niños, que matan como la asesina serial Juana Barraza, La Mataviejitas, tiene responsabilidad en el delito que comete? ¿Ni siquiera en este terreno se reconoce a las mujeres alguna capacidad de autonomía y decisión?
Y no sólo eso. Incluso hemos visto que son ellas las que empujan a sus hijos, hermanos y compañeros sentimentales a delinquir, como en casos de linchamientos, donde señoras maduras, regordetas, con sus baberos de cuadros y el cabello rizado con permanente incitan a su gente a matar a alguien que ellas consideran sospechoso.
A muchos les parece digno de llamar la atención que la delincuencia femenina ha tenido un crecimiento enorme, pero a decir verdad, todo el delito lo ha tenido en nuestro país. ¿Por qué no el que cometen las mujeres?
Lo que sí es novedoso, es que su aumento es mucho mayor en comparación con la tasa masculina, según afirman estudiosas. El Inmujeres sostiene que en la última década y media la población penitenciaria femenil ha crecido en casi 200%, y eso que nunca agarran a todas.
Pero además, la novedad es también el tipo de delitos en que las mujeres se han visto involucradas como son asalto a banco, secuestro y delitos contra la salud, los cuales hasta hace poco, estuvieron convencionalmente asociados sólo con hombres, por la violencia implícita que conlleva su ejecución.
En 2004 la Procuraduría General de la República anunció que entre los nombres de los narcotraficantes más buscados había dos mujeres: Sandra Ávila la llamada Reina del Pacífico y Alma González Bath, la primera acusada de participación y presunta vinculación con el narcotráfico a gran escala y, la segunda, por haber cometido diversos asesinatos. En los ilícitos relacionados con el crimen organizado, se incrementó en 40% la participación de mujeres y de ellas casi la mitad son menores de 35 años.
Así pues, en nuestra mirada sobre las mujeres este 8 de marzo, también las tenemos que recordar a ellas. La equidad de género vale para lo bueno y para lo malo.
Fuente: El Universal, Opinión A15.
Articulista: Sara Sefchovich.
Publicada: 6 de marzo de 2011.