Por: Liliana Martínez Lomelí, investigadora en Sociología de la Alimentación
Este 16 de octubre se conmemora el Día Mundial de la Alimentación, el cual es un esfuerzo de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés) para promover algunos de los principales mensajes y metas que se tienen para el año 2050. Estos desafíos fueron agrupados en 17 metas para un desarrollo sustentable de los países hacia un mejor futuro.
A pesar de que esto puede sonar solamente a buenos deseos o a una utopía, es preciso tener en cuenta los retos globales para un mejor futuro, puesto que conciernen a instituciones, gobiernos y también acciones colectivas ciudadanas. Si no se detectan cuáles son los retos, difícilmente se puede atacar un problema. Para lograr un desarrollo sustentable, los desafíos están encaminados a poner el foco sobre los temas de desigualdad, pobreza, cambio climático, degradación del medio ambiente, prosperidad, paz y justicia. Aunque parecen valores abstractos, las acciones concretas hacia estos temas están intrínsecamente ligadas a cuestiones sobre cómo alimentarnos mejor, de una manera que satisfaga nuestros requerimientos para tener una mejor salud; que el acceso a estos no sea privilegio de unos cuántos; que las maneras de producir alimentos sean amigables para permitir un mejor desarrollo en todos los sentidos.
Cada uno de los 17 desafíos es abordado como un tema cada año. La multiplicidad de temas que involucran los desafíos, que van desde reducir las inequidades de género, hasta fortalecer las instituciones, dan cuenta de que los desafíos para lograr una mejor alimentación van más allá de los requerimientos nutricionales. Para mover un sistema de salud, para mejorar la alimentación de la población, quedarse en retos que sólo involucran a la comida no resuelve los temas de base en los que una mala alimentación es la punta del iceberg de las problemáticas relacionadas con ella.
El desafío elegido para este año por la FAO es el de Hambre Cero, que nos llama a replantear la forma en la que producimos, compartimos y consumimos comida. La forma en la que la FAO plantea resolver esta gran problemática, es a través de la generación de mejores medios de producción de alimentos. Se dice además que, si las mujeres agricultoras tuvieran mejor acceso a los recursos que los hombres, el número de personas con hambre en el mundo podría reducirse hasta 150 millones de personas. Esto nos hace pensar que para imaginar una mejora en los medios de producción no solamente hay que pensar en fondos monetarios, ni en apoyos institucionales – que son importantes- sino también en las condiciones sociales en las que los alimentos son producidos. Además, un incremento en la inversión a través de la cooperación internacional, en la infraestructura rural y en el desarrollo de tecnología para el uso de plantas y animales, puede incrementar la capacidad productiva de países menos desarrollados.
Además de pensar en los medios de producción, es imperativo pensar la forma en la que estas instancias pueden ser articuladas para que los alimentos producidos pueden llegar de manera efectiva al consumidor. Aunque el ideal es que sean frescos, las logísticas de transportación pueden resultar insuficientes, por lo que otro gran reto que involucra a actores de la iniciativa privada, es la innovación y desarrollo que permitan que mejores productos lleguen a más personas para asegurar las propiedades de frescura.
Como podemos observar, este reto involucra a todos los actores de las cadenas de consumo, y por lo tanto, el poner estos temas sobre la mesa siempre puede alertar sobre el papel que todos como individuos, instancias públicas o privadas, debemos tomar en estas cuestiones, que pueden resultar en crecimiento y desarrollo no solamente económico, sino social.