El lema «hacer el bien haciéndolo bien» (Doing well by doing good)1 se ha convertido en el mantra de moda en los negocios. Pero, ¿hasta qué punto están comprometidas las corporaciones con hacer el bien? ¿Este compromiso llega hasta ejercer responsabilidad por la salud?
Las compañías ubican la responsabilidad social en el centro de sus actividades con la finalidad de convertirla en parte del ADN de su negocio. Como argumenta Michael Porter en un artículo publicado en Harvard Business Review, la Responsabilidad Social Corporativa (RSC) debe convertirse en una parte esencial de la ventaja competitiva de la empresa en su mercado.2
En este sentido, no debemos subestimar el denominado «efecto de sentirse bien» (The feel-good factor), según el cual ayudar a otros a sentirse bien nos hace sentir mejor. La pregunta es si este círculo virtuoso se puede trasladar al ámbito de la salud, si tienen las empresas responsabilidad por la salud y el bienestar de las personas que poseen alguna relación con ella.
La promoción de la salud y el desarrollo social de las personas es y ha sido uno de los principales objetivos de los gobiernos, pero no debería ser exclusivo de ellos, puesto que es un compromiso compartido con todos los sectores de la sociedad.
Defender un derecho humano es tarea compartida
La responsabilidad de alcanzar el «grado máximo de salud», reconocido en la Constitución de la Organización Mundial de la Salud de 1946 como «uno de los derechos fundamentales de todo ser humano sin distinción de raza, religión, ideología política o condición económica o social», es un reto de tal magnitud que involucra necesariamente a una amplia gama de actores y acciones, ya que no se trata sólo del acceso a atención médica de calidad, sino de mejorar todos los medios para prevenir las enfermedades y el sufrimiento, así como disponer de mejores tratamientos.3
El propósito es impulsar un compromiso compartido entre organizaciones de todo tipo, tanto de países desarrollados como en desarrollo, aprovechando la sinergia que puede existir entre instituciones del sector privado, especialmente grupos sin fines de lucro, e instituciones de gobiernos, ya que son múltiples y diversos los objetivos, iniciativas y herramientas para mejorar la salud a nivel mundial. Tal es el caso, sin duda, de las empresas multinacionales y de otras instituciones cuyas decisiones afectan a millones de personas a la vez.4
La dimensión social de la RSC está estrechamente relacionada con la seguridad y la salud en el trabajo. En la norma internacional ISO 26000, enfocada en ayudar a todo tipo de organización a operar de manera socialmente responsable, se menciona a la salud como uno de sus principales objetivos directamente relacionados con las personas y sus prácticas laborales, con los consumidores y con la participación y el desarrollo comunitario.5 Para cumplir con el derecho humano fundamental de disfrutar del más alto nivel de salud posible (física, mental y social) no es suficiente centrar las actividades de las empresas en los aspectos puramente financieros. En la confluencia entre la RSC y la salud se han identificado dos motivos importantes a los que conviene prestar especial atención: la creación de nuevas posibilidades con la ampliación del mercado o una mejor reputación, y un óptimo control de los riesgos para la continuidad de la organización.
No sólo para curarnos en la salud
Las empresas están gastando más que nunca en el cuidado de la salud, lo que aumenta no sólo el bienestar individual sino también su competitividad. Algunas compañías ven estos desafíos como una oportunidad para impulsar la innovación, desde la creación de programas de bienestar laboral para sus empleados hasta el logro de grandes avances en salud y asistencia médica al traer nuevos productos, servicios y tecnologías al mercado.6 Reconociendo esto, son muchas las empresas que comienzan a tomar un rol más activo para mejorar la salud de la población a través del bienestar y la prevención, con esfuerzos no sólo centrados en sus empleados, sino también en sus clientes, proveedores, comunidades locales y el conjunto de la sociedad. Además, las empresas han racionalizado las inversiones en salud y seguridad mediante la demostración de los beneficios generados: la disminución de costos en atención a la salud, la reducción de riesgos operacionales y regulatorios, una mejor reputación de las marcas y el incremento de la productividad.
El termómetro de las prácticas de RSC
Cada vez más la buena salud y la seguridad se perciben como indicadores de una buena gestión empresarial, creciendo el interés por examinar con más detalle el desempeño en salud y seguridad de las empresas. No obstante, se han identificado barreras a la inversión en este rubro de la RSC, como la falta de datos convincentes para apoyar el caso de negocio para la buena salud y la gestión de la seguridad, por lo que aún queda mucho por hacer en esta área.
En reuniones con inversores y expertos del sector financiero para discutir cómo la salud y la seguridad pueden integrarse con éxito en las empresas, se constató la necesidad de contar con indicadores que permitan evaluar su desempeño para la toma de decisiones de inversión. Los inversores tenían ideas claras sobre qué indicadores de salud y seguridad serían útiles, y seis factores fueron identificados como indicadores básicos:
1) Reconocimientos a directores como «defensores de la salud y la seguridad»
2) Nivel de reportes de los sistemas de gestión de salud y seguridad
3) Número de muertes
4) Tasa de pérdida de tiempo por lesiones
5) Tasa de ausentismo
6) Costos derivados de la decadencia de la salud y la seguridad
¿Existe una receta de éxito?
Las empresas que desean integrar la salud en sus prácticas de responsabilidad social a menudo no encuentran mucha información sobre la forma de proceder. Por ello, tener un buen entendimiento sobre cómo se inserta la salud actualmente en la RSC y cuáles son las expectativas de los grupos de interés es un buen punto de partida para muchas compañías. Hoy día se han identificado algunas tendencias clave para orientar la toma de decisiones:
1) La sociedad espera que las empresas asuman un papel cada vez más protagónico en el fortalecimiento de la salud de la población.
2) Las empresas están respondiendo a tales expectativas, pero se han centrado principalmente en los empleados y, en algunas industrias, en los clientes.
3) La salud y el bienestar continúan aislados en la mayoría de las empresas y son a menudo responsabilidad exclusiva del departamento de Recursos Humanos.
Como sucede con los pacientes, no existe una prescripción o receta única que funcione para todas las empresas. Cada una debe decidir el nivel adecuado de sus inversiones en salud de la población y el grado de ambición de sus programas para mejorar el bienestar de las personas. Cabe recordar que cualquier negocio que persigue sus fines a costa de la sociedad en la que opera encontrará su éxito ilusorio y, en última instancia, temporal. Al mismo tiempo, sabemos y reconocemos que ningún programa social puede rivalizar con el sector empresarial a la hora de crear puestos de trabajo, riqueza e innovación que mejoran los niveles de vida y las condiciones sociales de forma sostenible en el tiempo.
Las corporaciones exitosas necesitan una sociedad sana, y ésta, a su vez, demanda empresas de éxito. Cuando las necesidades más humanas se cumplen, las aspiraciones crecen. Por lo tanto, el involucramiento de las empresas en la salud, la educación y la igualdad de oportunidades es fundamental para una expansión de la demanda de productos y servicios, al tiempo que se logra fortalecer y facilitar el crecimiento de una fuerza de trabajo productiva.
Fuente: Istmo