“Los fiscales y los jueces me han discriminado por el mero hecho de ser hombre y las consecuencias las ha sufrido mi hijo desde que era un bebé”.
Así de tajante le habla el español Carlos Pérez -nombre ficticio, ya que solicita no revelar su identidad- a BBC Mundo.
Y entre los efectos enumera constantes cambios de domicilio y de colegio del niño, meses sin poder verlo, hasta una breve estancia en un centro de menores.
El calvario, dice, comenzó al separarse de su pareja, cuando su hijo tenía apenas cuatro meses.
“Al final tuve que poner una denuncia porque no podía verlo”, recuerda.
El cordobés también menciona momentos más felices, en los que ambos progenitores se decidieron por compartir la custodia, aunque de forma extrajudicial, por mutuo acuerdo y gracias a mediación profesional.
¿Qué es la custodia compartida?
La custodia compartida es la situación mediante la cual, en caso de separación matrimonial o divorcio, ambos progenitores ejercen la custodia legal de sus hijos menores de edad, en igualdad de condiciones, de derechos y deberes sobre los mismos.
No se debe confundir la custodia legal con la patria potestad. En el caso de custodia no compartida, y salvo casos excepcionales, los progenitores siguen teniendo los dos la patria potestad sobre los hijos.
En España fue la última reforma del Código Civil, de 2005, la que introdujo por primera vez el término “custodia compartida”, que se pueden establecer cuando los padres están de acuerdo y, si no lo están, es el juez el que debe decidirlo.
Además, para otorgarla es necesario el informe favorable del fiscal.
Aunque en varias comunidades autónomas existen leyes propias de custodia compartida, como es el caso de Aragón, Cataluña, Navarra y País Vasco, y se está impulsando en otras como en Galicia.
Pero aun así, ese régimen siendo minoritario en España.
De acuerdo a los datos más recientes sobre nulidades, separaciones y divorcios del Instituto Nacional de Estadística (INE), publicados en septiembre de 2016 y correspondientes a 2015, la custodia de los hijos menores de edad le fue concedida a la madre en el 69.9% de los casos.
Sólo en el 5.1% de los procesos obtuvo la custodia el padre, y fue compartida en el 24.7%.
Aunque varias asociaciones insisten en que son muchos menos los padres que tienen acceso al cuidado y a la educación de sus hijos.
“Esas cifras no reflejan la realidad”, le dice Miguel Rodríguez Santiago, el presidente de Custodia Paterna, a BBC Mundo.
En cuanto a América Latina, la situación es variada.
En Colombia, por ejemplo, no existe.
En México, en la capital la figura existe desde 2004, mientras que en Monterrey se aprobó diez años después, en 2014.
En Argentina la ley y la jurisprudencia establecen el cuidado compartido de los hijos, a partir del nuevo Código Civil Comercial.
En Chile, la Ley de Tuición Compartida se aprobó en 2013.
Pérez, las dos veces que el acuerdo de compartir la custodia con su pareja se rompió, tuvo que limitarse a lo que le permitía la sentencia dictada en marzo de 2004.
Ésta determinaba que, además de las pernoctas de cuatro días al mes, su hijo podía verlo los martes y los jueves de 5:00 pm a 7:00 pm.
Era una sentencia estándar, la que atribuye a la mujer la custodia, el domicilio conyugal y una pensión de alimentos.
“El machismo impera”
“No comprendo que los jueces invoquen siempre el interés del menor y que los niños han de tener estabilidad emocional y después dicten sentencias como la mía”, se queja Pérez.
“De hecho, en mi caso al juez no le importó que, con apenas un año, mi hijo tuviera que levantarse todos los días a las 5:30 de la mañana y recorrer los 100 kilómetros hasta la guardería, estando su padre a 200 metros”, relata.
“Ni que, cuando su madre se casó con un danés y se mudaron a Dinamarca, tuviera que viajar cada 15 días a España para cumplir con lo que dictaba la sentencia”.
Aunque cuenta como más graves las veces en las que llegó la policía a buscar a su hijo a casa de sus abuelos porque se había escapado o que éste tuviera que pasar una noche en un centro de menores porque no pudieron localizar a la madre y a él no le permitieron verlo.
“Entiendo que los jueces a veces no tienen claro quién dice la verdad, porque cada quien cuenta su versión”, reconoce.
Y es que, decenas de mujeres acuden cada día a los juzgados para que los hombres respondan por sus obligaciones.
Pero igualmente, no son pocos los casos en los que, como Pérez, es el padre tiene que acudir al sistema judicial para poder compartir tiempo con sus hijos.
“Es el machismo el que impera. Y así hay miles de menores pagando las consecuencias de un sistema que trata a la figura paterna como a un ser despreciable en sus vidas”, dice Pérez.
Marchas y superhéroes
Mientras, asociaciones como la Federación de Mujeres Progresistas de España, se han manifestado en contra de la custodia compartida, insistiendo en que no favorece ni a los menores, ni a las víctimas de violencia de género.
Así, por ejemplo, la “Asociación No a la Custodia Compartida Impuesta”, creada como oposición a la una ley que contemplara esa figura legal en la Comunidad Valenciana, explicaba que “es imprescindible ofrecer una estabilidad emocional a los hijos y la custodia compartida impuesta no la proporciona, al no existir un compromiso libre y responsable para llevarla a cabo”.
“En estos casos, fácilmente se utilizará a los hijos como arma arrojadiza, desestabilizándoles emocionalmente”.
Pero decenas de otras organizaciones luchan por desmontar lo que consideran una situación discriminatoria para los hombres, como Padres Por Siempre de Colombia o SOS Papa de Uruguay.
Así, en junio de 2015 varios padres vestidos de superhéroes protestaron frente a los juzgados de familia, en el centro de Bogotá, y reclamaron que no les reconocían la custodia de sus hijos y se quejaron de que la Justicia tiende más a creer los argumentos de las mujeres.
Es la forma de manifestarse que suelen utilizar también los miembros de Fathers 4 Justice, una organización británica.
Y en junio de 2016 decenas de personas marcharon por la misma razón desde el Hemiciclo de Juárez hasta el Tribunal Superior de la Ciudad de México.
“Esta marcha tiene como propósito denunciar la pésima administración de justicia que se imparte aquí en los juzgados familiares de la Ciudad de México, el grave problema de discriminación que sufrimos los hombres en las resoluciones judiciales en donde se prevé sobre la guarda y custodia de los niños y los regímenes de visitas”, le dijo a los medios Juan Rabindrana Cisneros García, el rector del Centro Universitario de Estudios Jurídicos.
“El segundo sexismo”
Para David Benatar, el jefe del departamento de Filosofía en la Universidad de Ciudad del Cabo, Sudáfrica, el de la custodia sólo uno de los aspectos en los que los hombres son hoy discriminados.
Así lo recoge en su libro The Second Sexism: Discrimination Against Men and Boy (“El segundo sexismo: la discriminación contra hombres y niños”), y así se lo subraya a BBC Mundo.
Y como otra muestra de esa discriminación, menciona que hay más hombres que mujeres en las guerras y en las prisiones.
“En el caso de los hombres, la violencia está normalizada”, le dice a BBC Mundo.
Esto lo respaldan datos de instituciones penitenciarias. Por ejemplo, de acuerdo a los de la Oficina Federal de Prisiones de Estados Unidos, actualizados por última vez el 24 de diciembre de 2016, el 93,3% de los reclusos de ese país son hombres y sólo un 6,7% mujeres.
Y las cifras no se alejan mucho de las compiladas por el criminólogo Elías Carranza, director del Instituto Latinoamericano de Naciones Unidas para la Prevención del Delito y el Tratamiento del Delincuente (ILANUD), para el informe titulado Situación penitenciaria en América Latina y el Caribe. ¿Qué hacer? y publicado en 2012.
Según éste, en América Latina el porcentaje de mujeres presas oscila entre el 3% y el 12%, y en el Caribe entre el 1% y el 6%.
Asimismo, de acuerdo con los datos de 2014 de la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC, del inglés), en todo el mundo, 78,7% de las víctimas de homicidio son hombres.
Aunque cerca de 95% de los homicidas a nivel global son también hombres, según datos de ese mismo organismo.
“Los hombres son asesinados en una medida mucho mayor que las mujeres”, reconoce la activista Catalina Ruiz Navarro.
“Pero a los hombres y a las mujeres nos matan en contextos diferentes”, subraya.
“Es más común que a los hombres los maten en espacios públicos. Mientras que las mujeres son asesinadas en una proporción mucho mayor en sus viviendas”, explica la activista.
“Los hombres es más común que sean asesinados con armas de fuego y a manos de otros hombres. Mientras que a las mujeres las asesinan con otros métodos: las ahorcan, las ahogan, las acuchillan, las golpean y las envenenan“.
“Se trata de un fenómeno distinto”.
“Misandria”
Pero para Katherine K. Young todo eso no quita que existan sectores en los que se discrimina a los hombres.
Es más, de acuerdo con esta profesora emérita de la Escuela de Estudios Religiosos de la Universidad McGill de Montreal, Canadá, es una tendencia creciente.
Al fenómeno lo denomina “misandria” -u odio a los hombres- y a él le ha dedicado, junto a su colega Paul Nathanson, una cuatrilogía.
“Nuestra hipótesis es que, como la misoginia en su tiempo, la misandria se ha vuelto algo tan profundamente arraigado en nuestra cultura que pocas personas, incluidos los hombres, la identifican”, escriben los investigadores.
Sin embargo, no son pocos los expertos que rechazan esta afirmación.
Es el caso de Marc A. Ouellette, profesor del departamento de Estudios de Cultura Contemporánea de la Universidad Old Dominion de Norkfolk (Virginia, EU).
“La misandria adolece de la sistémica, transhistórica, institucionalizada y legislada antipatía de la misoginia”, escribe en la International Encyclopedia of Men and Masculinities (“Enciclopedia internacional de los hombres y las masculinidades”).
Y ese es un argumento que comparte el antropólogo David D. Gilmore, de la Universidad de Pensilvania, en EE.UU., quien en su libro Misogyny: the Male Malady (Misoginia: la maldad masculina) insiste en que la misoginia es “un fenómeno casi universal” y no hay equivalente para él.
Según explica, la misandria sería “el odio a rol tradicional del hombre” y al machismo, mientras que la misoginia “tiene como objetivo a cualquier mujer, sin importar cuál sea su ideología”.
Y en eso hace hincapié también el sociólogo estadounidense Allan G. Johnson en su libro The Gender Knot: Unraveling our Patriarchal Legacy (El nudo del género: desenredando nuestro legado patriarcal).
“La gente confunde con frecuencia a los hombres como individuos con los hombres como una categoría dominante y privilegiada de personas”, señala.
“Estereotipación negativa” y humor
Expuesto esto, Katherine K. Young insiste en que dichos expertos están equivocados.
“¿Si la misoginia está más extendida? Bueno, tiene una historia más larga”, le reconoce a BBC Mundo.
“Aunque no se trata de una cuestión estadística. La misandria no ha estado en el ojo público. No se ha tomado en consideración”, reclama.
Pero “nosotros encontramos evidencias (de que existe), y fue por eso por lo que nos costó tanto publicar (la cuatrilogía), porque iba contra la tendencia general”, le dice a BBC Mundo la investigadora.
En tan vasto trabajo, los expertos analizan cómo, según ellos, tras los movimientos feministas de los 70 “se ha evolucionado hacia un doble estándar que discrimina a los hombres y victimiza a las mujeres”, propagado hoy por los medios de comunicación y garantizado por mecanismos legales.
Así, Young explica a BBC Mundo que, según ellos, existe lo que llama una “estereotipación negativa” de la masculinidad.
Señala que hoy se permiten bromas sobre los hombres que si se hicieran sobre mujeres cuanto menos no tendrían gracia y que, incluso, constituirían un delito.
Se refiere a chistes como el de la actriz y comediante estadounidense Whoopi Goldberg durante una ceremonia de los Oscar: “Uno de nuestros presentadores participó en una película sobre un hombre con corazón de mandril, algo que, en mi experiencia, no es tan inusual”.
O como éste de Jay Leno, presentador de televisión en EU y humorista satírico: “¿Cómo se puede saber si un cerdo está borracho? Porque empieza a actuar como un hombre”.
“Esos comentarios son suficientemente alarmantes y tienen consecuencias reales”, asegura Young.
Sin embargo, la activista y columnista colombiana Catalina Ruiz Navarro muestra su desacuerdo a BBC Mundo.
“Hacer un chiste sobre una mujer violada no es chistoso, porque se estima que una de cada tres mujeres sufrirá abuso sexual en su vida. Aquí la broma trivializa la experiencia de las sobrevivientes y naturaliza la violencia”, aclara.
“Pero burlarse de que los hombres no expresen sus sentimientos no es manotearlos, es retarlos a cambiar“, subraya.
“El humor tiene una función política importante cuando se ocupa de criticar a quienes tienen más poder, porque así se convierte en un reto al statu quo”, asegura.
Del mismo modo, no cree que los hombres puedan ser sujeto de discriminación, “dado que sólo se puede discriminar a quienes tienen menos poder“.
Por eso, “no se puede ser sexista contra los hombres, o clasista contra los ricos, o racista contra los blancos”, concluye.
“Y ahí, ¿dónde caben casos como el mío?”, se pregunta Pérez.
Fuente: AnimalPolítico