«Let’s make America great again», dijo el ahora presidente número 45 de Estados Unidos, Donald Trump, durante su campaña electoral. Lo que nunca dijo es que eso sucedería en ningún lugar salvo en su imaginación.
En su primer discurso sobre el estado de la Unión, el presidente relató la vida en una país realmente grande, en plena bonanza económica; un país en el que las empresas invierten y dónde el desempleo ha alcanzado los niveles más bajos de la historia. Sin embargo, lo que él calificó como el mejor momento para vivir el sueño americano, podría ser en realidad el preludio de uno de los peores en la historia de Estados Unidos.
Sucede que muchos de los logros que el presidente atribuye a su administración, son en realidad consecuencia de muchas de las políticas de su predecesor, Barack Obama; mismas que Trump ha criticado abiertamente e incluso ha pretendido eliminar.
Ello significa que Norteamérica vive con las consecuencias de la administración de Obama y tardará un tiempo en ver las decisiones de su actual presidente reflejadas en su cotidianeidad. Cuando esto ocurra, quizá el optimismo con el que el mandatario comenzó su primer discurso sobe el Estado de la Unión se diluya junto con el sueño americano.
Temas sociales y ambientales forman parte también de esta quimera peligrosa que la bancada republicana no dejó de aplaudir en una muestra clara de que el populismo más ramplón ha llegado al poder en Estados Unidos.
Discurso del Estado de la Unión de Trump
Empleo
“El paro entre los afroamericanos está al nivel más bajo nunca antes registrado. Es algo de lo que estoy muy orgulloso”, dijo. Lo que no dijo es que esa reducción que corresponde a unos diez puntos porcentuales, se produjo durante la administración de Obama. Entonces pasó del 16.8% al 7.8%; ahora se ubica en 6.8% atribuible a la creación de 2.4 millones de empleos desde las elecciones, más de medio millón de los cuales corresponden a los últimos meses de mandato de Obama.
Los buenos y los malos
En su discurso, el presidente se presentó como un aliado del pueblo estadounidense y, por primera vez hizo un llamado a olvidar las diferencias individuales. Claramente no se refiere a los límites raciales impuestos a través de sus acciones políticas, a la discriminación o al sexismo que han caracterizado siempre sus acciones y discursos… sino a un esfuerzo sin disfraz por conseguir el apoyo demócrata.
No es suficiente unirnos sólo en tiempos de tragedia. Esta noche llamo a todos nosotros a dejar a un lado nuestras diferencias, buscar lo que tenemos en común y lograr la unidad que necesitamos para tomar decisiones para el pueblo que nos eligió.
Con ello recurrió a un ardid típico del populismo que busca dividir a la clase política de la gente del común, refiriéndose a la primera como corrupta y contraria a los intereses del pueblo.
«Los estadounidenses aman su país y se merecen un Gobierno que a cambio les muestre el mismo amor y la misma lealtad. En el último año, hemos buscado restaurar los lazos de confianza entre nuestros ciudadanos y su gobierno», afirmó. irónicamente Trump sabe que la confianza está en mínimos históricos y que solo un 18% de los ciudadanos se fían del gobierno; un porcentaje que alcanzó el 77% durante el mandato de John F. Kennedy.
La economía
El presidente predijo además el fin de lo que llamó la era de la rendición económica, asegurando que Estados Unidos ha dejado por fin atrás décadas de injustos acuerdos de comercio que sacrificaron su prosperidad, se llevaron sus empresas, sus empleos y su riqueza.
Irónicamente, esas empresas se han ido de América porque buscan disminuir sus costos y han creado centros de trabajo en otras naciones, no porque el acuerdo sea injusto, sino porque las condiciones de su propio país no les favorecen.
Además, se adelantó demasiado. El déficit comercial durante su primer año de mandato creció un 11,6% con el resto del mundo, hasta los 513.600 millones de dólares acumulados hasta noviembre. Con China lo hizo un 12,3% y un 9,6% con México.
La realidad
¿Qué sí ha hecho Donald Trump en este primer año de mandato? En febrero del año pasado, cuando pronunció su primer discurso como presidente, a unas semanas de haber tomado el poder ya había despedido a Michael Flynn y había sembrado el caos en los aeropuertos con el veto a los inmigrantes de varios países musulmanes. No pasó mucho tiempo antes de que llegaran los fiascos legislativos de Obamacare, los despidos de James Comey y Reince Priebus, la vergonzosa salida del Acuerdo de París y el empoderamiento de la contaminante industria del carbón, sin mencionar los hallazgos de la investigación sobre Rusia.
Aplaudido una y otra vez por su bancada y poco aprobado por otros, incluyendo analistas en todo el país, Trump ha acusado incluso de traición a aquellos legisladores que no se mostraron emocionados por su discurso.
Dicen que la historia tiende a repetirse y por desgracia este tipo de discursos demagógicos ya los vimos… en la Europa de los años 30s… y por desgracia, ya sabemos cómo todo terminó.