El impacto financiero de regular las plantas energéticas que producen emisiones de dióxido de carbono bajo un sistema que fija límites de contaminación será mucho menor que el proyectado anteriormente, demuestran las investigaciones de Stefan Reichelstein y Ozge Islegen.
El profesor Stefan Reichelstein y el estudiante de doctorado Ozge Islegen, ambos de Stanford, tienen las pruebas: disminuir las emisiones de dióxido de carbono no resultara tan oneroso para las industrias, tal como se había expuesto y tanto se había temido.
Son buenas noticias para quienes apoyan la ley medioambiental Waxman-Markey (de energías limpias), así como para todas las industrias que trabajen bajo directrices de respeto al medio ambiente. Aunque esta legislación fue aprobada por la Cámara de Representantes de Estados Unidos en junio de 2009, el proyecto de ley origino ese mismo otoño un reñido debate en el Senado.
Los opositores argumentan que el sistema de fijación de límites máximos e intercambio de los derechos de emisión que la legislación propone, atestara un duro golpe a los consumidores y a las compañías productoras de energía, afectando la economía en una época en la cual el país no puede costearlo, luego de la crisis financiera de los últimos dos años.
No obstante, Reichelstein e Islegen aseguran tener evidencia de lo opuesto. Examinaron el impacto financiero de regular las plantas energéticas que funcionan con carbón y producen emisiones de dióxido de carbono bajo un sistema de fijación de límites máximos e intercambio de los derechos de emisión y encontraron en sus resultados que el impacto financiero es, incluso, mucho menor de lo que se pensaba.
«Nos sorprendimos con los resultados, especialmente a la luz de los costos estimados previos», dijo Reichelstein.
William R. Timke, profesor de contabilidad de la Escuela de Negocios, fue quien mencionó que era conocimiento general que habría un precio asociado con regular las emisiones de carbono. «Luego que en la prensa se reportaran diversos escenarios desesperanzadores, nos interesamos en medir y cuantificar exactamente cuál sería el costo de integrar el sistema de límites e intercambios de emisión».
Los investigadores se enfocaron en tres preguntas clave. Primero, ¿a qué precio tendrían que llegar los permisos de emisión para que las plantas de energía, en especial las que funcionan con carbón, consideraran invertir en tecnología limpia de captura y almacenaje de carbón (CAC) en lugar de comprar los permisos en el mercado? Esto como un punto medular de decisión.
«Si el mundo espera reducciones considerables —su-pongamos, disminuir las emisiones de dióxido de carbono 50% en los próximos 40 años— ¿qué tanto tienen que elevarse los precios de los permisos de emisiones para que los productores y distribuidores de energía eléctrica tengan un incentivo financiero al implementar las tecnologías limpias de captura y almacenaje?», se preguntó Reichelstein.
Segunda pregunta, ¿las tecnologías de captura y almacenaje de verdad mantienen el precio de mercado de esos permisos de emisión en un rango razonable?
«En términos de emisiones de dióxido de carbono varios sectores de la economía —por ejemplo, la industria de la transportación— podrían lograr reducciones considerables.
Nosotros queríamos investigar que tan grande tendría que ser el rol de las tecnologías de CAC con el objetivo de mantener los precios de los permisos de emisiones a menos de 60 dólares por tonelada métrica de emisión de dióxido de carbono», asegura Reichelstein.
Finalmente, otro cuestionamiento fue ¿qué tanto, pueden subir los precios de la electricidad si dos escenarios se cumplieran? 1) si los generadores de energía fueran obligados a obtener permisos de emisión 2) si la tecnología CAC se encontrara disponible en los términos proyectados por los estudios de costos.
Este último punto es importante. Aunque la tecnología CAC ha sido documentada en proyectos piloto, aún no ha sido probada en instalaciones comerciales de gran escala. FutureGen, una asociación de compañías privadas y gubernamentales de Estados Unidos basada en Illinois, está intentando certificar las tecnologías CAC en una planta de energía comercial que funciona a base de carbón. Si esto se logra, el costo del ahorro alcanzado al desarrollar la tecnología CAC se podría medir a escala.
El caso del carbón es interesante. Las implicaciones con el medio ambiente son enormes. En 2007 las emisiones de dióxido de carbono en EU alcanzaron las seis giga toneladas.
Casi la mitad de esto proviene de plantas de energía que funcionan con hidrocarburos, las que operan sólo a base de carbón emiten por si solas dos giga toneladas de emisiones de dióxido de carbono.
«La proyección actual para la tecnología CAC es que podría eliminar las emisiones de carbón de las plantas que operan con hidrocarburos en 85%», explicó Reichelstein. «Eso nos ayudaría en el largo camino por alcanzar las metas de disminución de emisiones mencionadas en las discusiones de interés público».
En el caso de las plantas que funcionan con carbón, Islegen y Reichelstein encontraron que el precio de equilibrio para la adopción de las tecnologías de CAC es de 25 a 30 dólares por tonelada de emisiones de dióxido de carbono. Una vez que el precio de los permisos de emisión suba de ese rango, los operadores de las plantas de carbón preferirán invertir en esta tecnología antes que comprar los permisos.
Este descubrimiento contrasta con las conclusiones de McKinsey & Co en su estudio de 2007 Reducir las Emisiones de Gases Invernadero: ¿Cuánto costaría?, que estimaron que el precio de los permisos tendría que ser de 50 dólares la tonelada antes de que las plantas de energía se convirtieran a las tecnologías CAC. La magnitud de emisiones de las instalaciones energéticas que funcionan a base de carbón en Estados Unidos y en otras partes del mundo —especialmente en China— implica que la opción de usar las tecnologías CAC podría ser una fuerza importante para mantener bajos los precios de los permisos de emisión.
Relacionándolo con la legislación Waxman-Markey, se ha discutido sobre la necesidad de que exista una válvula de seguridad. Tal provisión requeriría que el gobierno de EU emitiera más permisos en el caso de que el precio de los permisos existentes alcanzara cierto tope, digamos, 75 dólares por tonelada. «Nuestros cálculos sugieren que la existencia de la opción de las tecnologías CAC podría ocasionar que tales válvulas no se activaran», revelo Reichelstein.
Tomando en cuenta que el precio de la electricidad para los consumidores podría aumentar hasta 23%, es un costo significativamente menor que lo que otros han estimado. «Nos sorprendimos que el impacto en los precios de electricidad fuera tan pequeño», dijo el investigador.
Hay que observar lo que se hace en la Unión Americana para que avancen las energías limpias. Por la manera en la cual la industria energética está regulada en ese país, podrían pasar muchos años antes que el efecto completo del sistema de fijación de límites máximos e intercambio de los derechos de emisión se sintiera. En la mayoría de las entidades de Estados Unidos, a las compañías energéticas se les reembolsan los costos extras que hayan registrado, además de un reembolso en su inversión.
Dado que los costos son históricos, los precios del consumidor aumentan mucho más lento que en mercados no regulados. «Los altos costos podrían solamente ser aplicados gradualmente, le tomaría 30 años a los precios aumentar hasta sus nuevos niveles de equilibrio», explicó Reichelstein. Sin embargo, hay varios factores desconocidos que entran en la ecuación. Debido a la incierta situación legislativa actual, muy pocas plantas energéticas han sido aprobadas, ya sea por comisiones regulatorias o por los inversionistas.
«Las personas relacionadas con la industria energética se preguntan si deberían invertir en un proyecto con una expectativa de vida de tan sólo 40 o 50 años, debido a la incertidumbre de la situación regulatoria, los costos potenciales de los permisos y la viabilidad de las nuevas tecnologías», señaló
Algunos observadores de la industria les preocupa que esto resulte en un desabasto de energía, dado que las viejas plantas no sólo resultan menos eficientes, sino que además tienen más probabilidades de cerrar por mantenimiento no planeado. Ante ello, Reichelstein concluyó que «los cálculos económicos de la opción de las tecnologías CAC para las plantas que funcionan con hidrocarburos parece atractivos».
«Dada la magnitud de los problemas que crean los hidrocarburos, los proyectos demostrativos como el de FutureGen en Illinois son de vital importancia para alimentar las discusiones relacionadas con las políticas públicas», concluyó Reichelstein.
*La autora tiene posgrado de Negocios en Stanford. Fuente: Stanford Knowledgebase, una Puente de información, ideas e investigaciones en formato electrónica, mensual y gratuita, publicada por la Stanford Graduate School of Business.
Fuente: Manufactura, p. 32-36
Por: Alice Laplante*.
Publicada: Julio de 2011.