Una serie de anuncios realizados a principios de este mes apunta a una nueva normativa sobre la divulgación de las emisiones de carbono, y más vale que las empresas se preparen.
La Comisión de Valores de Estados Unidos ha estado especialmente ocupada. La presidenta en funciones, Allison Herren Lee, emitió una declaración pública en la que ordenaba al personal de la SEC «mejorar su enfoque sobre la divulgación relacionada con el clima en las presentaciones de las empresas públicas».
En una serie de tuits, Lee también se alineó con la declaración de la Organización Internacional de Comisiones de Valores (OICV) sobre la «urgente necesidad de mejorar la coherencia, comparabilidad y fiabilidad de los informes de sostenibilidad, centrándose inicialmente en los riesgos y oportunidades relacionados con el cambio climático». También a principios de este mes, la SEC contrató a su primer asesor político senior para el clima y ESG.
El mensaje es claro: la divulgación del carbono será obligatoria.
Países avanzados en el tema
Gran Bretaña, Nueva Zelanda y Suiza ya han avanzado con una velocidad sin precedentes para exigir la divulgación de información en consonancia con el Grupo de Trabajo sobre Divulgación Financiera Relacionada con el Clima (TCFD).
El TCFD, creado por el Consejo de Estabilidad Financiera del G20, publicó sus recomendaciones de divulgación en 2017. Desde entonces, miles de empresas, gobiernos y otras entidades se han alineado en su apoyo.
Aunque los próximos mandatos son claros, la información requerida sigue siendo un poco confusa. La Fundación IFRS ha dado un gran impulso a la elaboración de normas internacionales sobre » informes de sostenibilidad «. La reunión de los fideicomisarios de este mes puede arrojar algo más de luz, sin embargo, la IFRS ya ha declarado que «producirá una propuesta definitiva (incluyendo una guía con un calendario) para finales de septiembre de 2021, y posiblemente conducirá a un anuncio sobre el establecimiento de un consejo de normas de sostenibilidad en la reunión de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático COP26 en noviembre de 2021».
Con la lentitud del desarrollo de las normas, las empresas se enfrentan a la incertidumbre sobre la información que deben recopilar. Aunque los requisitos no están claros, los procedimientos de contabilidad del carbono están bien establecidos.
El protocolo de gases de efecto invernadero existe desde hace muchos años y establece un proceso detallado (más de 700 páginas) para medir la huella de carbono de las empresas. Mientras esperamos a ver qué información se exige, comenta GreenBiz, las empresas pueden sacar ventaja asegurándose de que sus informes actuales sobre el carbono están lo más alineados posible con el protocolo de gases de efecto invernadero.
Divulgación de carbono obligatoria: tarea compleja
Contabilizar las emisiones de carbono de las grandes empresas es una tarea titánica. Las complejas empresas multinacionales realizan cada día miles de transacciones que generan carbono.
A ello se añade el problema del alcance 3: contabilizar el carbono generado en las fases anteriores (a lo largo de la cadena de suministro, por ejemplo) y posteriores (productos). Incluso para las empresas líderes, la creación de declaraciones de carbono garantizadas es un trabajo duro y requerirá nuevos conocimientos, colaboraciones y tecnologías a nivel empresarial para agilizar el proceso. Las empresas deberían empezar a hacer esas contrataciones para la financiación del carbono hoy mismo.
Los líderes y los consejos de administración de las empresas también harían bien en adelantarse a esta normativa y hacer un balance de sus prácticas de gestión del carbono ahora. La gestión y la divulgación de las emisiones de carbono suelen hacerse en hojas de cálculo una vez al año y los datos pueden tener meses de antigüedad. No se trata de un sistema de gestión, sino de una forma de seguir el rendimiento anual.
Manos a la obra
A estas lagunas se suma el mercado del carbono. Los precios del carbono en Europa se están disparando -subiendo un 60% desde noviembre- ante la noticia de la inminente regulación. Al mismo tiempo, tanto en Europa como en Estados Unidos se está intentando asignar un valor monetario a cada tonelada de carbono, con la reactivación de la iniciativa del «coste social del carbono» por parte de la administración Biden.
Y por si estos acontecimientos no fueran suficiente llamada de atención, el mayor gestor de activos del mundo, BlackRock, dejó muy claro que exigiría a las empresas en las que invierte que rindieran cuentas de su gestión del carbono. Con 8 billones de dólares bajo gestión, esto afectaría a casi todas las empresas. Para que la señal sea más clara, BlackRock redobló la apuesta señalando que votaría en contra de los consejos de administración que no cumplieran sus normas.
Las campanas de alarma están sonando en los despachos de los directivos y en los consejos de administración. Los responsables de cumplimiento de las empresas estarán despiertos hasta tarde para desarrollar su estrategia de divulgación de las emisiones de carbono. Aunque hay mucho trabajo por hacer, cada día surgen nuevos recursos para ayudar a las empresas a afrontar este reto.
Después de una larga carrera en el ámbito de la sostenibilidad, es gratificante ser testigo del punto de inflexión en el que la sostenibilidad entra en la corriente principal del comercio mundial. Ya era hora.
