Con cariño a Marthita Ceceña de Beltrán
Por Emilio Guerra Díaz
No tenemos una cultura de donación sostenida de recursos económicos que sea generalizada en el país y que se encause a dotar de fondos suficientes para que las organizaciones filantrópicas realicen su trabajo para ofrecer servicios a distintos grupos sociales que los necesitan porque de otra manera no tendrían acceso u otra alternativa. Mucho menos contamos con una cultura en donde cualquier ciudadano se sume a ser donante de órganos. Para la gente este particular tema solo tiene interés cuando necesita uno. Datos del Centro Nacional de Trasplantes en nuestro país solo existen 16 mil 631 personas en lista de espera para recibir un órgano. En 2011 sólo 1 mil 248 personas fueron donantes de uno.
Los rasgos sobre la manera de cómo el mexicano se vincula con la filantropía es harto clara: donaciones pequeñas, esporádicas y de persona a persona. La mayoría de los generosos donantes prefiere hacerlo en la calle. Respecto a la falta de una cultura de la donación de órganos, cuya ausencia se debe a diversas razones multifactoriales, más bien contamos con una idiosincrasia contracultural basada en la ignorancia, desinterés, desinformación y sobre todo en la desconfianza.
Hace algunos años, una mujer universitaria cercana a mis relaciones personales y su familia intercambiábamos puntos de vista sobre la donación de órganos. Señalaba en sus argumentos en contra de sumarse a ser donante que existía en el país un fuerte mercado negro de órganos y existía toda una red de médicos y servicios hospitalarios al servicio de la comercialización deshumanizada.
Días después aquella dama recibió en su correo electrónico un mensaje amarillista el cual me fue renviado para sostener su pasada argumentación que vertió durante la reunión familiar. Se dio a la tarea de diseminar ese correo convencida de su aportación para alertar el tráfico de órganos.
El correo electrónico decía palabras más, palabras menos que: “…en un cruce de las calles de la capital se suscitó un aparatoso accidente alrededor del medio día entre un vehículo particular y una pequeña camioneta con una caja frigorífica, la cual por el impacto se volcó sobre un costado. Cuando los curiosos y cuerpos de rescate llegaron y empezaron a auxiliar a los heridos, el conductor de la camioneta se encontraba muy nervioso y con ansiedad de reponerse rápidamente pues pretendía darse a la fuga. Los curiosos vieron que la cabina refrigerada llevaba diversos órganos como ojos, riñones, hígados y corazones entre otros y que habían quedado esparcidos fuera del vehículo. Cuando el conductor de este transporte fue interrogado sobre su itinerario reconoció que llevaba la entrega a una clínica clandestina…”
Este relato fantástico pone énfasis en detalles que desvían la atención sobre los asuntos técnicos que existen alrededor de la medicina que cualquier persona con formación universitaria podría someter a examen para establecer su propio juicio sobre la historieta relatada: ¿Dónde queda la compatibilidad del órgano del donante con el que lo requiere?, ¿Qué no se requieren estudios médicos previos?, ¿Cuánto dura un órgano refrigerado para estar en condiciones se ser trasplantado?, los tipos de sangre ¿No deben ser considerados para la compatibilidad? ¿Qué se trata de una refaccionaria?
Afortunadamente desde hace por lo menos 3 semanas se ha venido dando mayor difusión a la necesidad de sumarnos como donantes de órganos. Recuérdese la iniciativa de Facebook en cuyo lanzamiento participo Margarita Zavala, que facilita que sus usuarios se sumen para declararse “donante de órganos”.
El 26 de septiembre, fecha en que se conmemora el Día Nacional de Donación de Órganos y Tejidos, se puso énfasis en otro de los retos que giran en torno a esta actividad: los altos costos y la demanda de mano calificada para hacer los trasplantes.
Afortunadamente contamos con excelentes médicos, de entre los mejores del mundo, que se apoyan en talentosos miembros de sus equipos. Pero una cuestión es relevante, como asunto de interés público, la donación de órganos y tejidos es una tarea irrenunciable del estado, pero reconocemos el importantísimo papel que realizan en el país, en distintos estados, las organizaciones civiles. Por citar sólo algunas, en Yucatán, Dona Esperanza; en Sinaloa, Fundación Ale (que tiene varias sedes en distintas entidades) y el Consejo Pro Cultura de la Donación de Órganos (fundado por la Premio Nacional a la Acción Voluntaria y Solidaria, Martha Ceceña de Beltrán); En Guanajuato, Apoyo a Pacientes Renales y de trasplante; Estado de México, Banco de Ojos Lions Internacional; Querétaro, Asociación de donadores voluntarios; Puebla, Asociación Poblana Pro Trasplante de Riñón y en el Distrito Federal, Fundación Mexicana de Trasplantes y la Fundación Mexicana para la Salud Hepática.
Algunas empresas y sus fundaciones se han sumado a esta noble promoción. Hace varios años, quizá 3 lustros, Telmex envió a cada uno de sus clientes una pequeña tarjeta para sumarse a ser donante de órganos que tenía el tamaño de una tarjeta de crédito para que cualquier personal la llenara con sus datos y firma. Ojalá relance esta iniciativa pero con 2 ejemplares por lo menos. La Fundación Telmex para trabajar en este tema se ha aliado con la propia Fundación Mexicana de Trasplantes.
Desde el Consejo Directivo
En la reciente reunión del Directorio se abordó el trabajo realizado por Fortalece, la iniciativa de fortalecimiento que lleva a cabo la Fundación Comunitaria Cozumel a favor de las organizaciones filantrópicas de Campeche, Yucatán y Quintana Roo y que cuenta con el apoyo del Indesol y de la Fundación Oasis entre otros aliados para tal fin.
Durante la consultoría sobre “Sostenibilidad Financiera y Alianzas Estratégicas”, ocho instituciones participaron activamente, de las cuales cinco, después de trabajar con el material preparado especialmente para esas sesiones, detectaron que en materia de recursos humanos requieren, para facilitar el proceso de procuración de fondos, reforzar o construir su Consejo Directivo bajo una matriz de necesidades para invitar a las personas que cuentan con las habilidades y destrezas, conocimientos y pasiones que cada una de ellas necesita.
Ahí se detectó que un frecuente problema es el liderazgo del fundador(a) y que muchas veces funge como presidente del órgano de gobierno y que se perpetúa al frente de la institución por distintos motivos, entre los cuales destaca el deseo de que la organización continúe, han de motivar no la desaparición de ese liderazgo individual, sino fomentar el nacimiento de uno adicional: el institucional para establecer procedimientos que contribuyan al objetivo aquel de perdurar como institución a través del tiempo. Así se tiene un sano equilibrio entre los liderazgos individuales y los institucionales. Ars Philanthropia ha fortalecido ya a varios consejos en este sentido y los cambios han sido sorprendentes.
Emilio Guerra Díaz
Emilio Guerra cuenta con amplia experiencia en la Gestión de la RSC, destacando su trabajo en el área de vinculación con la comunidad que potenciar la inversión social empresarial. Ha gerenciado fundaciones empresariales.
Tuve la fortuna de conocer a Marthita y celebrar que se hubiese reconocido su grandísima labor. Personajes como ella, además de ejemplares, invitan a la reflexión, por su paz interior y sencillez.