Por: Pedro Silva Gámez
FORMA Y FONDO CXXII
Al momento de aparecer esta colaboración ya habrán pasado unas horas de que hay nuevo y flamante campeón mundial de futbol y de la terminación de lo que hace cuatro semanas llamamos la abstracción nacional.
Para los verdaderos aficionados no significó descuidar sus obligaciones, como lo fue para los que al menor pretexto se suben al curso carnavalesco de la vida aunque el trabajo espere. Para todos, las camisetas quedarán como recuerdo ya que dentro de cuatro años el nuevo modelito cumplirá con su función comercial y, suerte de por medio, será el talismán que llevará al tri al tan esperado y prometido triunfo durante tantos años.
En los medios, ya cambiaron el tono triunfalista de los comerciales por la escena campechana del regreso, el reencuentro y hasta la justificación por la ausencia mensual entre amigos y parejas.
Pero México país, sigue su marcha a pesar de los paréntesis, y la realidad no se puede ocultar. En lo que va del mes los fenómenos meteorológicos han puesto una vez más en evidencia la fragilidad de la naturaleza humana, sus obras y su falta de visión.
Tres estados en el norte: Tamaulipas, Nuevo León y Coahuila están devastados y bien a bien no se sabe la magnitud de las pérdidas. Los efectos de las lluvias ya comienzan a afectar la capital del país y su zona conurbada y avanzan a otros estados como Oaxaca y el sureste. Los tres niveles de gobierno como reacción normal, hicieron las consabidas y dilatorias declaraciones, tratando de dar tiempo para tener una idea más cercana a lo que ocurre, pero salvo excepciones desconocen la situación.
No faltan los que reclaman, como ocurrió hacia la CONAGUA que fue advertida del riesgo de las presas y respondió con cualquier excusa, menos con soluciones precautorias. Tampoco las declaraciones de funcionarios en el sentido de que la ayuda de la ciudadanía es demasiado pobre y que los centros de acopio por consiguiente están casi vacios.
Olvidan tres cosas, entre una lista grande que por razones de espacio no podemos considerar. La obligación primordial de tener planes de emergencia para auxiliar a la ciudadanía en situaciones de catástrofe es de las autoridades. Existe un Sistema Nacional de Protección Civil cuyo documento base se publicó en su primera edición, en marzo de 1986 por la Secretaría de Gobernación durante la opaca presidencia de Miguel de la Madrid y a manera de nota introductoria contiene una frase de él mismo, que reproducimos: “La reconstrucción implica renovación.
Reitero que no se trata de volver al punto de donde partimos, reponiendo simplemente lo destruido, sino de transformar la realidad en beneficio del hombre y recimentar el desarrollo nacional”
A casi un cuarto de siglo, o sea una generación después, el beneficio del hombre entendido como la ciudadanía y el desarrollo nacional, son conceptos que se han quedado en eso, escritas en montañas de documentos.
Los recursos del FONDEN (Fondo Nacional contra Desastres Naturales) presupuestados para el 2010, eran de trescientos millones de pesos, mismos que se acabaron en el primer trimestre del año de acuerdo a lo informado por la Comisión de Protección Civil de la Cámara de Diputados. El absurdo es que cada año se gastan entre seis mil a siete mil millones de pesos para atender los desastres. Como tarea pendiente para los legisladores está la aprobación de la iniciativa de reforma a la Ley General de Protección Civil que data del 2000, para transferir riesgos económicos a través de seguros contra desastres.
La población cada día enfrenta una situación más precaria ante la falta de empleos y la inflación soterrada que fomenta el alza en los costos de los combustibles, negados una y otra vez por cualquier autoridad. Y finalmente, la ciudadanía sigue siendo la primera en mostrar su solidaridad, porque ante su escasez de recursos, aunque no lo hace en forma abundante como siempre lo ha demostrado, sigue acudiendo con lo poco que tiene.
En dónde quedan esos compatriotas anónimos que sin convocatoria y en forma voluntaria preparan y regalan comida caliente y comparten su techo con aquellos que quedaron con lo puesto. A ellos y a los millones que aportan “poquito”, se sumó la iniciativa privada aprovechando su infraestructura para movilizar el auxilio: instituciones financieras, cadenas comerciales y a la cabeza la benemérita Cruz Roja, junto con el H. Cuerpo de Bomberos.
La forma: si una camiseta se guardó con desilusión y por los sueños frustrados, o por el gusto de haber sido testigos de una Copa Mundial, queda la otra, la de todos los días y que es ajena a la moda y con la que cada uno es campeón: la del entusiasmo personal compartido con la familia, en la escuela, en el trabajo, en el día a día por una sociedad y un país mejor.
El fondo: una nación que carga con un sistema y una burocracia inoperante, costosa y entorpecedora del desarrollo social, que pretexta celebrar un centenario y un bicentenario para disimular su incompetencia secular y no encuentra el camino para iniciar un tricentenario. Y no lo olvidemos: TODOS SOMOS NATURALEZA.