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Dos muros

Por Leopoldo Lara

De aprobarse la reforma migratoria en Estados Unidos, se construiría un muro con la frontera mexicana siete veces más largo que el de Berlín y contaría con cuatro veces más personal de seguridad para vigilarlo.

De ese tamaño es la solución que algunos proponen para el problema de la migración ilegal.

A cambio, han propuesto otorgar la ciudadanía o la residencia para quienes actualmente vivan allá “sin documentos”, una vez que se cubran determinados requisitos, por cierto cada vez más exigentes.

Quienes vivimos en la frontera aún no salimos del asombro de estas posturas.

Es cierto que existirán motivos de los norteamericanos (o sus representantes) para endurecer aún más sus leyes y sus procedimientos migratorios; también para otorgar concesiones o prebendas como las que ahora están dispuestos a conceder. Son un país soberano y tienen derecho a defender esa soberanía de esa manera. Incluso lo han hecho con medidas más extremas y en situaciones menos dramáticas, no habría de qué asombrarnos por eso.

Sin embargo, la pregunta que surge, radica en los resultados paralelos que traerá esta reforma como consecuencia, ¿habrán analizado profusamente, los representantes más radicales, lo que ocurrirá con su fuerza laboral y el impacto en su producción agrícola por ejemplo, o en sus exportaciones?

Recientemente la propia Casa Blanca emitió un documento sobre esa preocupación en el que se pone de manifiesto que en caso de una hipotética reducción en un 40% de los trabajadores indocumentados (que sucedería con las medidas de endurecimiento en las fronteras), la producción agrícola caería entre un 2 y un 5.4% y entre un 2.5 y un 9.3% en las exportaciones, con respecto a las predicciones para dentro de 15 años. Con ello, se moverían las expectativas económicas y de crecimiento no sólo para su economía, sino para la global.

Tampoco han analizado, seguramente, que la economía “indocumentada” está revirtiendo la burbuja hipotecaria (en los estados fronterizos con México) que hundió la economía de ese país y de muchos más hace menos de un lustro.

Mucho menos que la economía que se genera en los estados fronterizos de México y Estados Unidos podría significar una de las cinco más grandes del mundo si actuara liberalmente e integrada, lo que traería un desarrollo en todos los sentidos y con ello la innecesaria migración de personas hacia el norte. Eso tampoco les importa, según se ve.

Parece que esas opciones verdaderamente importantes no preocupan tanto como los “slogans” salvadores (de estos representantes puritanos de doble moral) para las próximas elecciones.

Para quienes los vemos (o sufrimos) desde el exterior, el problema se sustenta precisamente en los impactos que de manera irresponsable esa economía gigantesca genera en la de todos los demás, fundamentados apenas en problemas de carácter discriminatorio, porque en efecto sus empleos no están en riesgo, ya que los norteamericanos no compiten con los empleos “indocumentados”.

Pero en la frontera además, se generan otros fantasmas.

El muro se ha instalado hace mucho en la mente de sus residentes, quienes consideran que existe una mágica elevación de su calidad de vida si cruzan la frontera.

Si a los problemas de falta de identidad se añaden los de la inseguridad que en las fronteras mexicanas se ha generado en los últimos años (precisamente gracias al gran mercado para la venta de droga que representa los propios Estados Unidos y a la ineptitud de muchos gobernantes que no supieron cómo enfrentar esta situación), entonces el caldo de cultivo queda a punto. El clamor por huir de las ciudades fronterizas se convierte casi en un boom de temporada y en un histérico movimiento que no estará exento de vergüenza en el corto plazo. Sin embargo, por ahora, familias enteras se separan y se alejan para siempre.

Cuando en los libros de historia se estudien los casos de los muros de Berlín o de la frontera México-Estados Unidos, como ejemplos torpes de políticas de gobierno, la enseñanza de que la división de la sociedad hace la fuerza de la autoridad seguirá estando latente como una estrategia posible.


leopoldo lara puente

José Leopoldo Lara Puente

Candidato a Doctor por la Universidad Complutense de Madrid, España, Leopoldo Lara Puente es un Notario Público tamaulipeco que se ha distinguido por ser promotor del capital social y del ejercicio de los ciudadanos en las acciones públicas. Fundador de diversas organizaciones de la sociedad civil y empresariales, actualmente es editorialista de un periódico de su localidad, desde donde nos comparte sus propuestas y experiencia ciudadana.

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