El desarrollo de América Latina podría ser transformado por el modelo de la economía colaborativa. Entre las ventajas de este modelo está la construcción de relaciones de confianza entre sus actores para optimizar la productividad de sus activos y ofrecer bienes a menor precio.
Para el sitio Gestión.pe, un aspecto básico que las empresas deben considerar, si trabajan bajo la economía colaborativa, es garantizar la seguridad de sus usuarios.
En China, por ejemplo, el compartir las bicicletas ha creado una sobreoferta en esos productos. Si bien una oferta potente puede ayudar a satisfacer la demanda en temporadas pico, luego se convertiría en una producción inútil.
Según el WEF, este fenómeno puede ocasionar una peor lectura: en lugar de elevar la calidad y el uso de los activos existentes, pretenden dominar un mercado extremadamente competitivo con un catálogo más grande.
Racismo y discriminación
En Estados Unidos, los pasajeros afroamericanos tienen un índice mayor de cancelación de taxis o se ven obligados a esperar más tiempo.
Otro ejemplo es Airbnb ya que los nombres que suenan afroamericanos son 16% menos aceptados en hogares que el resto.
Además, los anfitriones de raza negra suelen recibir ratings 12% más bajos, lo que significa una penalidad mayor y hasta ser considerado una locación no deseada.
Otro de los beneficios de la economía colaborativa es que se puede establecer relaciones de confianza y ampliar el acceso a clientes.
Cabe mencionar que esto no solo tiene que ver con la cuestión racial. Según el medio Gestión.pe, los barrios de más bajos niveles socioeconómicos suelen ser percibidos como peligrosos. Es por eso que es más difícil que quieran brindar un servicio ahí, o si lo hacen, establecerán una tarifa más elevada: precisamente a quienes tienen menos recursos.
La economía colaborativa ofrece múltiples ventajas y puede ser un modelo bastante productivo en la colectividad. No obstante, el mismo sistema puede segregar a unas personas y favorecer a otras. ¿Será posible erradicar esto? ¿Cómo comenzar?