No todos los viajes, paseos y estadías en sitios con naturaleza son realmente respetuosos con ella
En los últimos años, con la creciente tendencia hacia lo verde, hemos visto una inundación de ecoproductos y ecoservicios. Existen ya las bolsas de basura que se autodenominan ecológicas solo por tener un listón verde y otro gris para poder distinguir que es lo que guardan; carreteras verdes porque no tiraron más árboles de lo necesario, y detergentes verdes porque tienen esencias de jazmín. Todas estas iniciativas sin duda frivolizan el movimiento serio para la protección del ambiente y son contraproducentes para forjar un cambio real en los consumidores.
Uno de los abusos más patentes de esta herramienta de mercadotecnia es el ecoturismo. Aunque sin duda alguna existen casos serios y exitosos de viajes que cumplen con el propósito de promover y cuidar las áreas naturales de México, en su mayoría los «centros ecoturísticos» se bautizaron así simplemente porque no se encuentran en una ciudad. Definamos un viaje realmente ecoturístico:
1. Es de muy bajo impacto en emisiones provenientes de la combustión de hidrocarburos.
2. Cuando existen edificaciones para dormir, estas son pequeñas; su construcción fue de bajo impacto y no utilizan recursos de las redes de luz o agua. Una construcción de bajo impacto se logra sin deforestación, can un diseño bioclimático, sin distorsionar el entorno y evitando impactar los movimientos de animales, agua o viento en la zona.
3. Los empleos que genere, deben apoyar una mayor protección del entorno natural. Por ejemplo, debe generar empleos de guardabosques, guías naturistas y biólogos, y no únicamente personal de limpieza, meseros y lancheros.
4. No se generan residuos tóxicos. De preferencia, no dejan residuo alguno. Esto significa que no se usa unicel ni otros plásticos desechabIes; no hay riesgo de derrame de diesel, y los materiales de limpieza son biodegradables.
5. Idealmente, los viajeros se hacen participes de la conservación. Para lograr esto, se debe de capacitarlos para evitar que dejen rastros de su visita; se tiene que generar una conciencia de que al visitar un área natural, uno se vuelve su protector. Dicho simplemente: no se toma nada, no se deja nada.
Este tema es relevante en México, cuya industria de turismo ocurre principalmente en playas que, cada vez más, ostentan ofrecimientos de «contacto con la naturaleza» y Ecotours.
Manglares inclusive
Aproximadamente 90% de los turistas que visitan la Riviera Maya de Quintana Roo se hospedan en los grandes hoteles, muchos de ellos son all-inclusive. La gran mayoría de ellos ocupan tierras que alguna vez fueron manglares.
Estos como sabemos, son uno de los ecosistemas más importantes que tenemos. Son los criaderos de miles de especies acuáticas, el hábitat de cientos de especies de aves y animales terrestres; proporcionan una protección natural contra catástrofes como fuertes vientos y olas producidas por huracanes, y son indispensables para la protección de las costas contra la erosión eólica y por oleaje. Los manglares son una medida de mitigación contra posibles cambios climáticos, ya que son fijadores de CO2 y, además, inmovilizan grandes cantidades de sedimentos ricos en materia orgánica. También disminuyen el cambio climático mediante la reducción del óxido nitroso (gas de efecto invernadero) que se produce como consecuencia de la descomposición anaeróbica de la materia orgánica. Finalmente, estos sistemas atrapan contaminantes, como compuestos orgánicos tóxicos persistentes y metales pesados generados por la industria, además de purificar las aguas negras transportadas por los afluentes que llegan a las costas.
Sin duda alguna, los permisos de construcción de hoteles (y destrucción de manglares) son muchas veces obtenidos mediante la corrupción gubernamental. Las autoridades argumentarían que la mayoría de estos permisos fueron dados a cambio de una obligación por parte de los hoteles de proteger un área equivalente de espacio natural, pero esto sería suponer que un ecosistema es sustituible por otro, y, como acabamos de demostrar, los beneficios de un manglar no son equiparables a los de una selva baja. (La selva baja, aunque también capta carbón y alberga una gran biodiversidad, no es criadero de especies marinas ni es una barrera contra huracanes.) Además de la corrupción, la presión por generar empleos y la falta de monetización de los servicios ambientales nombrados, hacen muy difícil que un líder gubernamental evite el progreso en su entidad. Entidades bien organizadas y las ONG con visión si han logrado generar ingresos por servicios ambientales. Esto significa que sí existen mecanismos que le dan un valor monetario al servicio de captación de agua que los bosques y selvas proveen. Uno de los ejemplos notables es el Programa de Pago por Servicios Ambientales operado por la SEMARNAT a través de la Comisión Nacional Forestal [CONAFOR].
Lo más lamentable de la situación hotelera es que no hay un castigo por parte de los turistas. Es decir, la mayoría de ellos buscan buen precio y comodidad; no se ha dado un movimiento de boicot contra los hoteles destructores. Es cierto que la mayoría ignora lo que tuvo que ocurrir para que ellos disfrutaran de una alberca a 10 metros del mar, y peor aún, la población en general cree que la protección al medio ambiente es algo de lo que se ocupan las autoridades, y que sus opciones de consumo no tienen un impacto que no haya sido regulado. Además, así como hay muchas páginas web de ONG con listas negras de contaminadores para otras industrias, la hotelera en su mayor parte se ha salvado de esta supervisión por parte de los activistas ecologistas.
¿Y las áreas verdes?
El caso de Playa del Carmen es uno muy alarmante. El sitio se cambió de pequeño pueblo playero a ciudad costera en los últimos 10 años. Sin embargo, si uno transita por toda la ciudad, no va a encontrar áreas verdes fuera de los campos de golf. Supongo que consideraron que el mar y la playa son suficiente naturaleza. Los huracanes habrán tenido algún impacto, pero resulta evidente que nunca hubo planeación urbana que considerara áreas verdes (por no decir arboles en las banquetas).
Los huéspedes de estos hoteles siempre tienen la opción de hacer un ecotour por las selvas que los rodean. Muchas veces estos tours incluyen atravesar la selva en cuatrimotos o, en muchos casos, los unimogs, que son lo más cercano a un monstertruck que se permite afuera de un espectáculo de destrucción de automóviles. Los unimogs, por peso y estructura, son destructores arrolladores, y por la frecuencia de uso, no permiten la sanación de las áreas en las que transitan. Evidentemente su consumo de gasolina es intensivo, y el ruido es un impedimento contra el sostén del hábitat de cualquier especie de animal.
El destino de muchos de estos unimogs es un cenote donde los turistas podrán bucear.
Los moscos y otros insectos son una molestia que los repelentes tóxicos resuelven. Los cenotes son muy grandes, y los repelentes y bloqueadores solares se disuelven rápidamente, ¿verdad? Muchos dirán que estas consideraciones parecen banales; sin embargo y desde un punto de vista personal, pierden superficialidad y toman una importancia internacional cuando sabemos que la industria turística es la tercera en importancia para el país (en términos de ingresos); cuando la Rivera Maya resulta ser la cara que México le da a la mayoría de los extranjeros, y cuando los ecosistemas de esta península son fuente irremplazable de recursos naturales y biodiversidad.
Mirando al mundo
En países desarrollados, como Nueva Zelanda, el enfoque al turismo sustentable no ha limitado el crecimiento de esta industria, sino todo lo contrario. 30% de la isla del Sur es Parque Nacional, que a diferencia de la mayoría de las Áreas Naturales Protegidas, significa que no hay población humana establecida en estos hábitats. Cientos de miles de turistas lo visitan, pero lo hacen mayoritariamente a pie, en kayak o bicicleta. Cada 20 kilómetros aproximadamente, se encuentran cabañas cuya construcción y mantenimiento son de muy bajo impacto. El mantenimiento de estas rutas y cabañas genera empleos bien pagados, y el viajero es educado y entrenado previamente para que se considere a sí mismo un guardián del lugar. Este turismo especializado ha generado una industria paralela de equipo de campismo que sitúa a Nueva Zelanda entre los líderes del mercado, a pesar de tener una población de tan solo 4.5 millones de personas. Muchos dirán que Nueva Zelanda no es comparable con México, tanto por población como por economía. Pero hay casos quizá más cercanos, como el de Ecuador y las Islas Galápagos. Como sabemos, es un país mucho más pobre que México y afectado por las mismas circunstancias que la mayoría de países latinoamericanos: desempleo, analfabetismo y corrupción. Sin embargo, supieron entender el valor ecológico que las Galapagos albergaban, y pudieron ver que sólo con la conservación como eje del turismo responsable, se podría lograr un ingreso turístico alto y constante. Otro caso interesante es Costa Rica, que presenta opciones de turismo responsable, aprovechando su riqueza en biodiversidad, para turistas de todo tipo de edades y niveles de gasto. Las estadísticas reflejan mucho las diferencias de visión de los líderes en México y Costa Rica: a pesar de tener un turismo centrado en las visitas a parques naturales, el promedio de gasto por turista en Costa Rica es de 1077 dólares, mientras que en México, el gasto promedio es de 589 dólares. El índice de Turismo Competitivo (TTCI) sitúa a Costa Rica en el lugar 42, mientras que México ocupa el lugar 57. Esto a pesar de que los ingresos del turismo en México son 600% mayores a los de Costa Rica. 54% de los turistas internacionales en Costa Rica visita al menos dos parques nacionales; en México, el promedio es menos de uno. Costa Rica ha ganado varias veces premios internacionales como el Rainforest Alliance Sustainable Standard-Setter. La New Economics Foundation sitúa a este país en el primer lugar del Happy Planet Index.
El desafío nacional
El ejemplo de la falta de planeación en el desarrollo de la Riviera Maya es notable, pero no único. El hecho es que México es uno de los países con más potencial de ecoturismo responsable. Existen 174 Áreas Naturales Protegidas por el gobierno federal, que sobreviven del erario público, donaciones de ONG, o servicios ambientales. Es posible argumentar que en México no sólo no se ha invertido para desarrollar este tipo de turismo, sino que probablemente ni siquiera se entiende.
Haciendo un recorrido por Internet de todos los sitios que ofrecen ecoturismo, resulta imposible encontrar rutas de caminata, una de las actividades preferidas por turistas responsables (además de ser probablemente la actividad de menor impacto ambiental y la que más permite conocer y absorber un ecosistema). Las rutas de caminata generan turistas de larga estancia, lo cual permite que viajen por el interior de la república en vez de confinarse a las playas, efectivamente distribuyendo mejor el dinero que gastan en el país. Visitando la Secretaria de Turismo, en busca de información, encontramos que no había un departamento especializado en este tipo de turismo. El INEGI no tiene un solo mapa de rutas rurales. Lo mismo sucede cuando uno visita las oficinas de turismo estatal.
El turismo responsable, además de estar perfectamente alineado con los objetivos del desarrollo sustentable, crearía sinergias importantes con la educación básica (al generar en la juventud una mayor apreciación por el medio ambiente); con el desarrollo rural (al presentar otra alternativa de ingreso distinta al aclareo, cultivo y ganadería), y con la distribución de ingresos del turismo, al desconcentrar estos de las playas.
Es indispensable que México desarrolle su potencial de ecoturismo responsable, dirigido a actividades de bajo impacto, con un enfoque en la conservación. La noción de la vacación como un tiempo de relajación y consumo apela a un porcentaje de la población, pero existe un segmento igualmente importante de viajeros en busca de experiencias distintas y únicas. Este segmento, por lo general, tiene la inquietud por conocer especies endémicas, por ser transformado por lo que vive. Este es el viajero que tiene a su cuerpo como medio de transporte, su memoria como evidencia de su presencia y su conciencia agrandada por su gasto, y no viceversa.
Fuente: Equilibrio, p. 12-17.
Por: Manuel Rosemberg.
Publicada: Julio de 2011, Número 35.
Muy buenas noches!!!
me encanto este reportaje pero a la vez me da coraje enterarme de tantas cosas que suceden en mi pais.. pues mi pregunta es justamente a este tema si alguien por ahi me podria dar informacion o aconsejarme ya que quiero enfocar mis estudios a este tema estoy interesadisima en estudiar un master enfocado al desarollo del ecoturismo o un turismo responsable y si por ahi saben o me pueden recomendar una buena universidad.
espero de verdad que me puedan ayudar ya que estamos muy a tiempo y con todas las ganas del mundo de desarrollar las mejores tecnicas para mejorar este mundo!!
hay mucha chambaaaaaa quien dijo que no!!
Buen reportaje, felicidades!
Paola, en Playa del Carmen yo estoy estudiando una Maestria en Turismo Sustentable y Desarrollo Regional, de verdad vale mucho la pena, esta se esta impartiendo en la Universidad Riviera.
Saludos.