La propiedad y la aplicación de las patentes relacionadas con la edición del genoma humano ha sido un tema de discusión desde 2015 por parte cortes en China, Estados Unidos y Europa, ya que esa tecnología permite crear «humanos de diseño».
Es así que China está al frente de las aplicaciones de la tecnología llamada CRIPR, en humanos, mientras que en Estados Unidos, el Instituto Broad de Cambridge y la Universidad de Berkeley se disputan dicha propiedad intelectual en un juicio que continuará en 2018.
La vicedirectora de medicina y biología digital de Singularity University, Tiffany Vora dice que esta tecnología podría hacer que las enfermedades en humanos disminuyeran, como cardiopatías o distrofia muscular, además de que se está abriendo la oportunidad de crear humanos de diseño.
En entrevista con Expansión, Vora dijo que es preocupante que la gente edite el genoma de sus hijos por recreación.
«Es algo increíble que puedas editar enfermedades, pero me preocupa cuando la gente habla de diseñar a sus bebés; elegir cada rasco. Mi esposo es mitad chino y yo soy mitad india y desafortunadamente ambas culturas tienen historia de matar niñas porque nadie quería niñas, y para mi esto, hablar del diseño de seres humanos, me causa el mismo desagrado que hablar de no querer uno y otro género».
La batalla legal por el uso de las patentes relacionadas a dicha tecnología está en discusión en paralelo con las implicaciones de tecnologías alrededor de la modificación genética.
Por su parte, la UNESCO, uno de los organismos internacionales más vocales en el tema, han recomendado la prohibición de dicha tecnología en seres humanos; sin embargo, cifras de Markets & Markets reportan que el mercado de herramientas de ingeniería para edición genética ascenderá a 5 mil 500 millones de dólares en 2021 a nivel global.
«Otra cosa que me preocupa es que la gente con sus recursos va a tener acceso a editar el ADN de sus hijos para que no tengan VIH o cáncer pero la gente que no los tiene no va a poder hacerlo… estamos hablando de hacer mucho más profundas las brechas sociales, ya que no son solo económicas, si no genéticas».