Con el auge de las redes sociales, ahora podemos conocer los modos de vida de personas que están, literalmente, al otro lado del planeta. Sin embargo, aunque la modernización ha hecho que las generaciones jóvenes se acerquen y aprecien costumbres extranjeras, también ha provocado que se alejen de sus prácticas locales. Y, a medida que pasa el tiempo, nos preguntamos cuál sería la mejor forma de conservar una tradición.
Todas las personas practicamos alguna tradición que aprendimos de nuestros ancestros, como celebrar la Navidad de cierta manera, festejar el Año Nuevo en determinada fecha o agradecer por las cosechas durante el verano y el otoño. Cada una de ellas tiene una base que se ha heredado de generación en generación y se ha nutrido gracias al intercambio cultural.
Y, a pesar de que muchas de ellas son tan populares que han sido adoptadas por otros pueblos, hay un historial de discriminación que, durante siglos, ha amenazado, y hasta eliminado las tradiciones de distintas comunidades. Para abordar esta problemática, vamos a partir por definir «qué es una tradición».
¿Qué es una tradición?
Las tradiciones son el patrimonio cultural inmaterial de un pueblo, que se hereda de generación en generación. Su función es integrar a las personas dentro de una misma identidad cultural, que vincula el pasado con el presente y el futuro. Y, por convención social, son prácticas que representan a una comunidad. De acuerdo con la UNESCO, este patrimonio incluye:
- Tradiciones orales.
- Artes del espectáculo.
- Usos sociales.
- Rituales.
- Actos festivos.
- Conocimientos y prácticas que se relacionan con la naturaleza y el universo.
- Saberes y técnicas de artesanía.
«Los usos y costumbres contemplan una forma de ser en comunidad, de construir en colectivo, de ver por el bien común y realizar obras de beneficio comunitario; además, combaten el individualismo y ponderan la cultura colectiva».
María del Rocío García Pérez, Titular del DIF.
Quizá la mejor forma de conservar una tradición sea entender que es una valiosa experiencia intangible para toda una cultura. Además, desde la infancia, las tradiciones brindan a las personas la oportunidad de conocer su mundo y cómo lo entiende su pueblo. De esta manera, la gente aprende a relacionarse y a exteriorizar sus pensamientos, emociones e ideas, y compartirlos con su comunidad.
¿Hay forma de conservar la tradición?
Las costumbres de un pueblo pueden desaparecer por distintas razones, y es necesario comprenderlas para encontrar la mejor forma de conservar una tradición. Por un lado, está el cambio interno que ocurre en las creencias de las comunidades, mientras que, por el otro, están los factores externos que instan u obligan a las personas a cambiar sus modos de vida.
En cuanto a estos últimos factores, cabe destacar que no todas las etnias se han desarrollado al mismo ritmo. Por siglos, algunas han recibido discriminación que ha resultado en desigualdad y desventajas sistemáticas. Lo cual ha provocado la pérdida de conocimientos, técnicas artesanales e incluso lenguas.
Además, el impulso por pertenecer a un grupo que se considera «mejor» o «más moderno» ha llevado a las generaciones más jóvenes a abandonar las viejas tradiciones. Sin embargo, las madres y los padres también han optado por dejar de enseñar a sus hijas e hijos estos modos de vida para que puedan adaptarse a «lo nuevo». Por ejemplo, muchas familias mexicanas de raíces indígenas han dejado de hablar la lengua de su región, motivadas por la discriminación y la imposición del español.
«Las costumbres y tradiciones pierden fuerza cuando la gente cambia sus creencias, su modo de entender el mundo y el sentido de su vida; entonces se procuran nuevas creencias y prácticas, que formarán con el tiempo otras costumbres y tradiciones».
Consejo Nacional de Educación para la Vida y el Trabajo.
Los factores externos terminan permeando en el interior de las comunidades, y haciendo que rechacen las costumbres anteriores. Es entonces cuando realmente las tradiciones desaparecen, porque el pueblo deja de creer en lo que aprendió de sus ancestros. Puesto que «la fuerza de las costumbres y tradiciones no radica en la frecuencia con que la gente las practique, sino en que la gente comparta auténticamente las ideas y creencias que originaron la costumbre y la tradición».
El cambio no es el enemigo de las tradiciones
Como ya hemos mencionado, las comunidades cambian constantemente, pero eso no implica siempre una pérdida de tradiciones, sino que puede haber una evolución. Por lo que, podríamos decir que la mejor forma de conservar una tradición es aceptar la transformación, siempre y cuando se mantenga la base de la creencia plasmada en la tradición.
Uno de los grandes ejemplos de la adaptación y la conservación de una tradición es el Día de Muertos en México. Mientras que en algunas regiones se han agregado desfiles inspirados en películas de Hollywood, en muchas comunidades rurales aún se mantiene viva una creencia más íntima, por lo que sus celebraciones son familiares y comunitarias.
«Cambio y permanencia son dos caras de un mismo fenómeno. Ambos están presentes en nuestras sociedades sin que sean contradictorias».
UNICEF.
Preservar las tradiciones, entonces, está a medio camino entre el cambio y la permanencia de las prácticas más antiguas. Esto es necesario para impulsar el desarrollo social, porque estas celebraciones, ritos y modos de hacer y vivir dan sentido de pertenencia y brindan cohesión a las comunidades.
¿Cuál es la mejor forma de conservar una tradición?
Proteger el patrimonio cultural inmaterial de las comunidades no es solo trabajo de las y los miembros de esas comunidades, sino que el Estado y las autoridades locales deben respaldar el derecho de las personas a ejercer sus propias prácticas sin ser víctimas de discriminación y represión. Por ello, desde organismos internacionales como la UNESCO, se insta a los gobiernos a proteger cada una de estas tradiciones.
En México, por ejemplo, la Ley General de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes protege «las lenguas originarias, los usos y costumbres», además, promueve «el respeto a las visiones del mundo de los pueblos indígenas». Gracias a leyes e iniciativas de gobierno como esta, niñas y niños de distintas comunidades pueden tener clases bilingües (en su lengua materna y en español) y pueden compartir libremente sus creencias, costumbres y tradiciones.
Esto es especialmente importante porque, como mencionamos anteriormente, la mejor forma de conservar una tradición vive en las infancias, en su aprendizaje de las prácticas culturales a través de la convivencia. A medida que crezcan, enriquecerán las costumbres y tradiciones con sus propias aportaciones. Sin embargo, las personas adultas tienen que transmitir sus experiencias y sabiduría para acercar a la juventud, porque «leer cuentos o historias, mirar fotografías del pasado o de otros sitios permitirá que niñas y niños adquieran una conciencia de respeto hacia otros modos de vida».
Las tradiciones son patrimonio de la humanidad
Las tradiciones, como sistemas de conocimiento, son recursos valiosos que protegen al mundo. Por ejemplo, las mujeres de la comunidad Kikuyu en Kenia desarrollaron un sistema de cultivo sostenible que evita las consecuencias del monocultivo; y el pueblo samoano elabora textiles ecológicos con pandanus, un árbol tropical.
Es por ello que la UNESCO reconoce algunas tradiciones como patrimonio cultural inmaterial de toda las personas de este planeta. Puesto que permiten el sostenimiento de la humanidad a partir de sus valores, costumbres, tecnologías, rituales e idioma. Así, algunas de las tradiciones más importantes de América Latina son:
- El vallenato, música tradicional del Magdalena Grande en el norte de Colombia.
- Filete porteño, técnica pictórica de Buenos Aires, Argentina.
- Día de muertos, expresión integradora, representativa y comunitaria en torno a la muerte en México.
- Frevo, expresión artística de música y danza de Brasil.
- Ichapekene Piesta, festival anual de San Ignacio de Moxos, Bolivia.
- Sombrero de Panamá, tejido tradicional de paja toquilla de Ecuador.
«La cultura es el poder de lo múltiple».
Beatriz Gutiérrez Müller, Primera Dama de México.
Todo el conocimiento acumulado por siglos y siglos está en peligro de desaparecer debido a los problemas que enfrenta el mundo. Y, al mismo tiempo, ese conocimiento podría ser la respuesta a las crisis globales. Por ello, es deber de todos reconocer que, a pesar de las diferencias culturales, todas y todos somos habitantes de este planeta.
Y, si queremos alcanzar realmente un desarrollo sostenible, aceptar con respeto las creencias de otros pueblos podría ser la mejor forma de conservar la tradición. De esta manera, fomentaremos el intercambio de conocimientos que nos lleven a un futuro mejor para todas las personas.