Esta columna es patrocinada por Cuauhtémoc Moctezuma
“Hay que dedicarse regularmente a arrancar los baobabs, cuando se les distingue de los rosales, a los cuales se parecen mucho cuando son pequeñitos. Es un trabajo muy fastidioso pero muy fácil».
Eso es lo que el principito dice con respecto a los baobabs en el famoso libro de Antoine de Saint-Exupéry, y es que seguramente no había escuchado sobre las increíbles cualidades de este árbol africano tan especial.
Los baobabs no destacan en el mundo vegetal por su follaje vistoso, los deliciosos frutos o las peculiares flores que suelen decorar el entorno natural con colores llamativos, de hecho carece de todo eso ya que únicamente les crece el follaje durante el verano y sólo logran dar frutos al final de la temporada, por lo que probablemente es justo el aspecto casi sacado de un libro de historia que mantienen la mayor parte del año, lo que dota a estos árboles de un hipnotizante encanto al instante.
Actualmente existen ocho especies de baobabs, siete de las cuales son endémicas de Madagascar, y dependiendo de su especie pueden alcanzar entre los 5 y los 30 metros de alto.
Sin duda una de sus mejores cualidades es la capacidad para adoptar la forma de una botella al alcanzar su madurez, misma que llega aproximadamente a los 200 años de edad y que les permite almacenar entre seis mil y cien mil litros de agua dependiendo de su especie y tamaño.
Bajo las condiciones adecuadas los baobabs pueden vivir unos 800 años, aunque se dice que existen ejemplares que alcanzan los cuatro milenios de edad.
El también llamado árbol de la vida, incluso provee de este liquido vital a los habitantes de las comunidades en las que se encuentra, lo que sin duda lo convierte en el rey del ahorro de agua y por qué no decirlo, incluso de la responsabilidad social.