Las grandes petroleras enfrentan obstáculos en sus esfuerzos por extraer petróleo y gas en la zona; son atraídos por los 90,000 millones de barriles de petróleo que podría albergar el círculo ártico.
«Soy Edward Itta, cazador y ballenero, y recuerdo a Toro Sentado». Dirigiéndose a políticos y ejecutivos petroleros en una conferencia en Alaska, Itta, ex alcalde del municipio North Slope -una de las comunidades más septentrionales de la Tierra- establece un paralelismo entre el oeste americano del siglo 19 y el Ártico del siglo 21.
A diferencia de Toro Sentado, de la tribu Sioux en Lakota, quien luchó contra el Gobierno estadounidense durante décadas por los derechos de la tierra, los esquimales Inupiat han aceptado en su mayoría la incursión de las multinacionales en su territorio en busca de petróleo y gas. Cuando Itta habla sobre defender los derechos de su comunidad, quiere decir luchar en los tribunales en vez de una resistencia armada.
Sin embargo, el eco del viejo oeste es un recordatorio de la magnitud del desafío que enfrentan las compañías petroleras que buscan perforar una de las últimas áreas verdaderamente salvajes. Se enfrentan a la obstrucción no sólo de los pueblos indígenas, sino también de parte de grupos ambientalistas, reguladores del Gobierno y -sobre todo- por parte del hielo y las tormentas del Océano Ártico en sí.
Las riquezas potenciales en el Ártico son un poderoso atractivo para las empresas petroleras con los recursos para explorar. De acuerdo con un estudio realizado en 2008 por el Servicio Geológico de Estados Unidos, el área dentro del Círculo Polar Ártico podría albergar hasta 90,000 millones de barriles de petróleo y 1,669 billones de pies cúbicos de gas natural, respectivamente, 13% y 30% de las reservas sin descubrir estimadas en el mundo.
Las reservas están siendo expuestas por el retroceso del hielo marino ártico. El calentamiento global que -de acuerdo con la mayoría de los científicos- es causado por la quema de combustibles fósiles, está facilitando la extracción de más de esos combustibles. El hielo marino del Ártico llegó en agosto a su extensión más baja desde que comenzaron los registros hace 33 años.
Sin embargo, sigue siendo un trabajo difícil y caro. Otros recursos están comenzando a ser disponibles ahora, sobre todo gracias a la revolución del petróleo y gas shale (de esquisto) que comenzó la década pasada en Norteamérica y que ahora se extiende en todo el mundo.
También hay nuevos descubrimientos prometedores en países como Ghana, Mozambique y Brasil. Como resultado, hay regiones donde el balance de riesgo y recompensa parece más atractivo. Abrir la frontera del Ártico aparentemente será un proceso más lento de lo que muchos habían imaginado.
El derrame de 2010 del pozo Macondo propiedad del grupo petrolero británico BP en el Golfo de México ha transformado el modo en que los reguladores, los defensores del medio ambiente y la industria piensa acerca de la seguridad. Evitar un derrame es particularmente importante en el ecosistema excepcionalmente vulnerable del Ártico, donde las técnicas estándar serían ineficaces y todo el mundo estaría observando.
Anclado en el puerto de Bellingham, en el estado de Washington, el Arctic Challenger es un símbolo de la forma en que los obstáculos naturales y artificiales se combinan. La barcaza de 91 metros construida en la década de 1970 ha sido adaptada para desempeñar un rol que ninguna embarcación ha tenido antes: succionar el petróleo y el gas del fondo del mar en caso de una fuga de un pozo y traerlo a la superficie para ser procesado de manera segura, mientras que lidia con las difíciles condiciones del Ártico.
La barcaza fue comisionada por Royal Dutch Shell, la mayor petrolera de Europa por capitalización de mercado, para apoyar sus planes de perforar los mares al norte de Alaska en el Ártico este verano. La estación en la que el agua se abre lo suficiente comienza en julio y termina oficialmente a finales de octubre. Shell lo llama una precaución redundante, que sería necesaria sólo si todas las otras medidas de seguridad fallaran. Pero desde el derrame de Macondo, los reguladores de Estados Unidos han insistido en tener disponibles todas las tecnologías de respuesta concebibles.
Sin embargo, algunos cuestionamientos rodean la seguridad del propio Arctic Challenger. Existe el riesgo de un incendio ya que maneja grandes volúmenes de petróleo y gas, y corre el peligro de zozobrar en una tormenta, porque el equipo instalado en la cubierta lo ha hecho superpesado.
Como resultado, la Guardia Costera de Estados Unidos, que certifica la navegabilidad de los buques, no le ha permitido salir del puerto hasta ahora. Shell espera completar las pruebas finales para que pueda salir, pero se le está acabando el tiempo antes de que los reguladores consideren que el riesgo creado por el avance de hielo es demasiado grande. Ha recibido permiso para iniciar la perforación preliminar, pero no se le permitirá penetrar rocas que contengan petróleo hasta que la barcaza esté lista y en posición.
Shell ha gastado 4,500 millones de dólares en su preparación para perforar el Ártico, incluyendo 2,200 millones de dólares en contratos de arrendamiento que comenzó a comprar hace siete años. Cuando finalmente perfore un pozo, existe el riesgo de que no encuentre todo el petróleo que esperaba. Incluso para los pozos mejor preparados y más sofisticados tecnológicamente, la exploración en busca de petróleo es un juego de azar.
Los ejecutivos del grupo tienen grandes esperanzas para la región, en parte porque ellos ya lo saben. Shell inició estudios geológicos en Alaska en 1917. A mediados de la década de 1980, habían perforado 15 pozos en los mares de Chukchi y Beaufort y realizado una serie de descubrimientos. A principios de 1990, con el petróleo a 15 dólares el barril, la firma decidió que los recursos no podrían ser explotados económicamente y se retiró, cambiando su enfoque hacia las aguas profundas del Golfo de México. Pero a medida que el precio se disparó a partir de mediados de la década de 2000, el petróleo ártico comenzó a lucir viable de nuevo.
Los grandes grupos petroleros comenzaron a mirar hacia el norte aproximadamente al mismo tiempo. El nacionalismo de los recursos en países como Rusia y Venezuela, y los problemas de seguridad en Irak y Nigeria, dificultaron a los grupos occidentales operar en muchos lugares con mayores recursos.
Mientras tanto, la reducción del hielo y avances tecnológicos como la perforación horizontal, permitieron que los campos mar adentro sean aprovechados desde pozos en tierra, haciendo más accesibles los recursos del Ártico.
Sólo las empresas más sofisticadas y con mayores recursos podrían aceptar el reto; y para los principales grupos occidentales eso era una ventaja, según Philip Whittaker del Boston Consulting Group. «Para las supergrandes compañías petroleras, el Ártico es una oportunidad de ser uno de los pocos grupos capaces de operar», dice. «En gran parte del resto del mundo, son presionados por compañías petroleras nacionales, pero aquí realmente son capaces de diferenciarse».
Sin embargo, un campo de gas a 600 kilómetros de la costa norte de Rusia muestra cómo la oportunidad puede llevar a un callejón sin salida. Con suficiente gas como para satisfacer la demanda mundial durante un año, el campo de Shtokman era un objetivo natural para Gazprom, el grupo estatal de gas ruso.
En un raro ejemplo de compañías occidentales teniendo acceso a los vastos recursos de Rusia, invitó a la francesa Total y a Statoil de Noruega a ser sus socios. Pero después de luchar contra tormentas y icebergs, Gazprom dijo el mes pasado que cerraría el proyecto, tras acordar con sus socios que los costos eran demasiado altos; al menos por ahora.
Andrew Latham, de la consultora Wood Mackenzie argumenta que el gas, que es menos fácil de transportar, siempre luce como una propuesta comercial más marginal que el petróleo. «Hay muchos lugares en que los proyectos de petróleo en el Ártico ‘quedan tablas’ muy por debajo de los 100 dólares por barril», dice. «Así que, basándonos en que los precios permanecerán más o menos donde están ahora (unos 115 dólares por el crudo Brent), hay una buena posibilidad de hacer que el petróleo en aguas del Ártico funcione».
Sin embargo, la exploración de petróleo en el Ártico también ha demostrado ser frustrante para muchos. Después de cinco años, BP y Rosneft, la petrolera estatal rusa, abandonaron la exploración en sus cuatro bloques en Sakhalin en 2009 después de no lograr encontrar reservas significativas, y el año pasado dijeron que iban a romper su alianza. Cairn Energy, una exploradora petrolera que cotiza en Reino Unido, gastó 1,000 millones de dólares en un programa de exploración de dos años fuera de las costas de Groenlandia y no pudo encontrar volúmenes comerciales de petróleo.
Otros encontraron petróleo, pero decidieron no extraerlo a causa de los altos costos; lo cual fue el motivo para que BP anunciara en julio que no seguiría adelante con un proyecto de petróleo en alta mar por 1,500 millones de dólares Alaska.
Una revisión posterior al derrame en Macondo del campo Liberty encontró que el proyecto no cumplía con las más estrictas normas de seguridad del grupo; y corregirlo habría elevado mucho más los costos.
Statoil ha tenido éxito en la región, incluyendo el proyecto de gas Snohvit y, junto con Eni de Italia, el descubrimiento de petróleo Goliat. Pero también ha anunciado retrasos. Esta semana, dijo que retrasaría durante un año sus propios planes de exploración en el Mar de Chukchi, por lo que ahora comenzará a perforar en 2015 como muy pronto.
ExxonMobil, la mayor petrolera estadounidense, tiene un ambicioso proyecto conjunto con Rosneft para explorar el Mar de Kara al norte de Rusia, pero también ha advertido sobre los altos costos de los desarrollos en el Ártico. Jed Hamilton, principal consultor de la empresa acerca del Ártico, dijo en una reciente conferencia en Washington que la corta ventana de instalación en el verano era el principal obstáculo. «A menudo se requieren varias estaciones, de dos a tres, para hacer algo que normalmente harías en una sola estación», dijo.
Exxon espera pasar tres estaciones de verano perforando un solo pozo de exploración en el Mar de Beaufort, en Canadá, convirtiéndolo en lo que potencialmente será «el pozo más caro nunca perforado».
Los desafíos en infraestructura y logística significaban que los yacimientos petrolíferos en alta mar en el Ártico tendrían que ser grandes -con entre 500 millones y 1,000 millones de barriles de crudo recuperables en una sola acumulación- para que fueran económicamente viables, dijo. Pero de los más de 400 descubrimientos hechos en Alaska, sólo 60 han superado el equivalente a 500 millones de barriles, y sólo 12 de los 60 eran de petróleo, el resto eran de gas.
ConocoPhillips, el tercer grupo petrolero más grande de Estados Unidos por producción, es uno de los mayores operadores en Alaska, pero en sus planes para aumentar la producción, el desarrollo del Ártico no es una prioridad.
Dice que hay oportunidades más atractivas en los estados continentales de Estados Unidos, donde la perforación horizontal y el fracturamiento hidráulico están abriendo yacimientos en tierra de shale gas en estados como Texas y Dakota del Norte, que son mucho más accesibles que los mares de Chukchi y Beaufort . Si grandes volúmenes adicionales entraran a partir de esos yacimientos, tenderían a deprimir el precio del petróleo, haciendo el desarrollo del Ártico todavía más marginal.
El resultado es que la contribución a los suministros mundiales de petróleo desde el Ártico probablemente aumente lentamente. Wood Mackenzie espera que la producción del Ártico sea de sólo 500,000 barriles por día en 2020, con base principalmente en los descubrimientos ya realizados, y tal vez de 2 millones en 2030, asumiendo alguna exitosa exploración futura, en comparación con la actual producción mundial total de aproximadamente 90 millones de barriles por día.
Sin embargo, Tim Dodson, jefe de exploración de Statoil, que tiene el mayor programa mundial de perforación del Ártico este año, con 12 pozos planificados, señala que las capacidades de la industria continúan avanzando. «El Mar de Barents noruego es considerado fácil estos días», dice. «Pero ése no era el caso hace 20 años».
Hay una creencia generalizada en la industria de que, eventualmente, los recursos del Ártico serán desbloqueados para satisfacer la creciente demanda de energía, que se prevé se duplique para 2050.
«Para satisfacer esa demanda es necesario aprovechar todas las fuentes de energía», dice Robert Blaauw, asesor principal del Ártico de Shell. «Y eso incluye el petróleo del Ártico».
Fuente: cnnexpansion.com
Por: Ed Crooks y Chazan Guy
Publicada: 17 de Septiembre de 2012