Se publica un estudio en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences en el que los investigadores se preguntaron si los veranos de calor extremo que se han registrado en los últimos años en distintas partes del globo podían ser atribuidos al calentamiento global y no al mero azar, como a menudo se argumenta.
James Hansen y sus colegas encontraron que en los 30 años transcurridos entre 1951 y 1980, los veranos como el europeo del 2003, el de Texas y Oklahoma en el 2011 o Moscú en el 2010 (aquellos con temperaturas tres desviaciones estándar por encima de la temperatura promedio de todo el periodo) no sólo eran mucho menos frecuentes, sino que “estaban prácticamente ausentes”.
Hansen publicó el sábado una editorial en el diario The Washington Post (ciudad en la que, por cierto, actualmente se vive un verano muy caluroso) titulada “El cambio climático está aquí, y peor de lo que esperábamos”.
Hansen enfatiza que su estudio “no es un modelo ni una predicción, sino observaciones reales de eventos climatológicos y temperaturas que han ocurrido.
Éste es el mundo que hemos cambiado y en el que tenemos que vivir, el mundo que causó una ola de calor en Europa que mató a 50,000 personas y que sólo en Texas, en el 2011, causó daños por 5,000 millones de dólares. Estos eventos, según nuestros datos, se harán más frecuentes y severos”, asegura Hansen.
Palmeras en la Antártida
Por otra parte, la semana pasada se encontraron muestras que “indican que hace unos 52 millones de años, la Antártida estaba cubierta de bosques tropicales y subtropicales. Así lo indica la presencia de polen de palmeras y de especies similares a los actuales baobabs”, dijo a BBC Mundo Carlota Escutia, investigadora del Instituto Andaluz de Ciencias de la Tierra y coautora del estudio publicado el pasado miércoles en la revista Nature.
Los granos de polen también indican “que las temperaturas invernales en las área costeras del continente eran de más de 10 grados centígrados”, explicó Escutia.
La experta explicó que las concentraciones de CO2 hace unos 52 millones de años eran más del doble que en el presente. “Las concentraciones de CO2 pueden alcanzar valores en los próximos 100-200 años similares a los existentes cuando la Antártida no sostenía casquetes de hielo como los actuales”, explicó Escutia.
Nuestros volcanes, sin hielo
El viernes, la Academia Mexicana de Ciencias informó sobre cómo los hielos glaciales de las tres montañas más altas de México (todas ellas son volcanes) han ido desapareciendo.
Hace 12 años, los glaciares en el Popocatépetl dejaron de existir. Hoy, los del Iztaccíhuatl y el Pico de Orizaba también presentan un notorio retroceso y están dirigidos a desaparecer.
Aunque de tamaño pequeño, son importantes por ser los únicos en México y los únicos en todo el mundo que se encuentran en la latitud 20 grados norte.
Entre los factores que han provocado estos cambios están la variación de las condiciones climáticas a nivel local y global, la influencia de las zonas urbanas y la actividad volcánica.
Con métodos de percepción remota, fotografías aéreas y satelitales comparadas, se puede medir el área del glaciar y hacer estimaciones de su volumen. De acuerdo con el doctor Hugo Delgado Granados, investigador del Instituto de Geofísica de la UNAM, muchas veces los grandes glaciares pueden estar perdiendo espesor pero su retroceso no es evidente hasta que disminuyen en extensión. Como se advirtió en semanas pasadas en Groenlandia, en el mundo el hielo se está perdiendo en área y volumen.
Fuente: eleconomista.com.mx
Publicada: 05 de Agosto de 2012