Por: Dr. Luis Béjar Fuentes, 7 de Abril de 2010.
“Está bien, Don Luis, yo le aviso cuando esté la siguiente horneada de ladrillos, pa’ que venga el camión y se los lleve. Gracias por la confianza y el anticipo que me va a servir mucho, pos de otra manera no tenía pá sacar la horneada”. Así se despidió de mi ‘Don Bartolo’ del ejido El Petatero, de quien me enteré producía ladrillos cocidos de barro de buena calidad pero en muy pequeña cantidad, respondiendo a la demanda local.
Yo había sido contratado unos meses antes por una empresa que había iniciado un gran desarrollo turístico en una de las playas mexicanas, y, como era de esperarse empezó la demanda de productos que no existían en la zona o cuya producción estaba muy reducida. Es lógico que muchos productos que se estaban requiriendo no existieran en la zona, centrándose más bien en los medio artesanales y poco industrializados.
La idea que tuvimos en aquella ocasión fue la de aprovechar al máximo los recursos existentes en la zona y seleccionar los productos y servicios que pudieran cubrir parte de las necesidades del proyecto, sabiendo de antemano que la demanda que genera la construcción es de grandes volúmenes.
Todo iba bien al principio, pero meses después no sólo Don Bartolo, sino otros más se empezaron a sumar a producir el ladrillo que se requería, por lo que el transportista local no se daba abasto y su camión viejo con frecuencia creciente se le quedaba tirado con la carga, por lo que fue necesario refaccionarlo con un crédito para la compra de un camión nuevo que nos diera el servicio. El arreglo fue que la empresa le prestó dinero para la compra de un camión nuevo, se quedó con la factura y le pidió que nos diera servicio exclusivo, y a cada viaje que entregaba, se le descontaba una parte para el pago del camión, el cual quedó liquidado en dos años de trabajo intenso, entregándole posteriormente la factura.
No todo quedó ahí. La presencia de cientos de trabajadores de la construcción incrementó exponencialmente la demanda de alimentos por lo que fue necesario hacer compras locales y luego regionales pues era insuficiente. Como uno de los alimentos básicos de nuestro pueblo es la tortilla, lo que hicimos fue organizar a varias señoras –después de detectar a la líder nata- de uno de los pobladitos cercanos; se les dio entrenamiento, se les consiguió financiamiento para la compra de una máquina tortilladora y sus periféricos, se les dio capacitación para su operación, se les prepararon formatos simples para llevar la administración de su negocio, y, en pocos meses ya estaban surtiendo parte de la demanda que teníamos. Se les visitaba con cierta regularidad para ver sus movimientos, sus pagos, sus necesidades de mantenimiento etc., lo cual fue reduciéndose al pasar el tiempo.
De igual manera y después de una evaluación acuciosa de los niveles de educación existentes en la zona, comparativamente con el tipo y cantidad de especialidades que se estaban requiriendo en construcción y en hotelería, se llegó a la conclusión de que era indispensable llevar centros de estudio y capacitación para técnicos medios como lo son: mecánicos, eléctricos, aire acondicionado, atención a clientes, etc., se iniciaron los trámites con las diferentes dependencias de gobierno para en forma coordinada llevar centros de educación para adultos, CONALEP, reforzar la Universidad del Estado con carreras ad hoc a las nuevas condiciones, e inclusive, invitar a instituciones de enseñanza privadas que les interesara aprovechar el momentum generado.
Han pasado ya varias décadas de aquella experiencia y lo más gratificante fue visitar a varios de ellos que siguieron trabajando en aquel negocio o servicio que apoyamos inicialmente. Don Bartolo ya murió, todavía tuve la oportunidad de saludar a su esposa Doña Concha, quien se acordaba con cariño de la relación que se había hecho y del trabajo que le dimos a su esposo, además de que ella fue una excelente y paciente ‘baby-seater’; otros ya no me conocieron –ni era lo más importante- pero hay la certeza de que el círculo virtuoso de una actividad responsable tuvo sus impactos benéficos en aquellas comunidades que antes no tenían mucho futuro. Hay cientos de técnicos que salieron –y seguirán saliendo- de los centros de estudios y capacitación y que ahora tienen un trabajo digno, sus ingresos y algunos sus negocios propios. Inclusive, varios de los jóvenes más destacados –recuerdo al pelotero de las canchas de tenis que en ocasiones me lavaba el carro- terminó la primaria, la secundaria y finalmente se recibió de Licenciatura en Administración Turística… ¡fue precisamente él, quien me atendió amablemente para conseguir un apartamento para estar varios días en la zona!
Dr. Luis Béjar
Gerente de Desarrollo Regional y Comunitario de CASOLAR en Manzanillo, Col., con investigación social (1977-1981). Subdirector de Proyectos Especiales y Subdirector de Operación y Evaluación Social del Instituto de Acción Urbana e Integración Social -AURIS- del Estado de México (1982-1988). Investigador de VITROTEC y Gerente de Tecnología Ambiental Corporativo, de la DITAC de VITRO, estableciendo el Sistema de Evaluación de Programas de Control Ambiental (1988-1990). Miembro del Comité Espejo Mexicano que está participando en el desarrollo de la Norma ISO 26000 sobre Responsabilidad Social (2006-09), y miembro del equipo de trabajo que está revisando la Norma Mexicana voluntaria (NMX) sobre Responsabilidad Social (2007-09).
[…] This post was mentioned on Twitter by Expok. Expok said: “El Círculo virtuoso de la RSE-01″ http://bit.ly/cKFBEI #rse […]