Las empresas justas y sostenibles, a mediados de los años noventa, se basaban en la vaga idea de que las grandes compañías debían «hacer lo correcto», abordando los problemas sociales y medioambientales. Teníamos pocos objetivos normativos y, desde luego, no teníamos normas a las que pudiéramos hacer responsables a las empresas.
Este vacío se llenó en el siguiente cuarto de siglo.
El futuro de los negocios sostenibles
Información de GreenBiz afirma que los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), el Acuerdo de París y la continua evolución de los instrumentos internacionales de derechos humanos proporcionaron un destino claro: el «qué» de la empresa justa y sostenible.
Las nuevas normas mundiales, como los Principios Rectores de las Naciones Unidas sobre las Empresas y los Derechos Humanos (UNGP), las Directrices de la OCDE para Empresas Multinacionales y la plétora de códigos y principios de iniciativas de múltiples stakeholders, proporcionaron una orientación clara sobre el papel de las empresas para alcanzar el destino: el «cómo» de las empresas justas y sostenibles.
Las nuevas normas mundiales, como el Consejo de Normas de Contabilidad de la Sostenibilidad (SASB), la Iniciativa de Información Global (GRI) y los Objetivos Basados en la Ciencia (SBT), mejoraron nuestros métodos para hacer que las empresas rindieran cuentas: «el cómo» de los negocios justos y sostenibles.
Y de repente, en medio de una pandemia mundial, el concepto de criterios ambientales, sociales y de gobernanza (ASG) pasó a dominar el discurso.
Sin embargo, este cuarto de siglo de emprendimiento también sembró las semillas de la confusión. Cuestiones como «qué es lo material», «lo material para quién» y «qué norma debemos utilizar» se convirtieron en la corriente principal.
Nuestro trabajo en el ámbito empresarial justo y sostenible se hizo más fácil porque teníamos normas y estándares con los que trabajar. Sin embargo, nuestro trabajo también se hizo más difícil, porque la confusión, la complejidad y la incoherencia se convirtieron en una huelga contra todos ellos.
Pero las estrellas se están alineando. Estamos entrando en la próxima era de la empresa justa y sostenible con un camino mucho más claro, y deberíamos tomarnos un momento como campo para reflexionar sobre este hito.
BSR ha escrito extensamente sobre los detalles de la alineación de las normas; aquí, la intención es esbozar el marco en torno al cual el campo parece estar uniéndose.
Doble materialidad
Como deja claro la Directiva de la UE sobre informes de sostenibilidad empresarial, las empresas tienen que rendir cuentas de dos maneras: ante los inversores, por la creación de valor empresarial, y ante la sociedad en general, por el impacto en las personas y el medio ambiente. Necesitamos, y ahora tenemos, normas (SASB, GRI) para ambas.
Materialidad dinámica
Las dos dimensiones de la materialidad son distintas y existen por sí solas, pero también están conectadas: los impactos sobre las personas y el medio ambiente interactúan con la creación de valor empresarial y pueden volverse más importantes para las empresas con el tiempo.
Las dos dimensiones de la materialidad son dinámicas, y el truco está en averiguar cómo y dónde interactúan y cómo eso debe informar la acción empresarial.
Rendimiento e información
El estribillo de que la presentación de informes por sí sola es insuficiente siempre ha irritado a los creadores de las normas de presentación de informes, ya que nunca afirmaron que la divulgación por sí sola resolvería todos los males.
Hoy en día, tenemos una apreciación colectiva de la sinergia entre el desempeño y la presentación de informes, como se refleja en la integración deliberada de los impactos y los resultados (como los ODS y los SBT) y las normas de procesos normativos (como los UNGP) en las normas de divulgación (como GRI y TCFD [Grupo de trabajo sobre divulgaciones financieras relacionadas con el clima]).
Aunque es indudable que hay que seguir avanzando en la medición de los impactos y los resultados, el rendimiento y la información están más conectados que nunca.
La empresa y el sistema
Hace veinticinco años, parecía obvio que si se transformaban las grandes empresas, ocurrirían cosas buenas en la sociedad; sin embargo, con demasiada frecuencia el campo de la empresa justa y sostenible carecía de una comprensión completa de cómo las empresas interactuaban con los sistemas políticos, financieros, sociales, medioambientales y económicos más amplios.
Hoy en día, el campo aprecia mejor que las instituciones, las estructuras y las organizaciones se ven afectadas por una discriminación racial, de género y política muy arraigada y que la acción climática es un esfuerzo colectivo.
Es necesario reformar los sistemas si queremos mantener el rendimiento a largo plazo, y las empresas deben comprender su conexión con el contexto más amplio si se quiere lograr un cambio significativo y positivo.
La empresa y el Gobierno
Hace unos 15 años, se produjo un acalorado debate sobre si la «responsabilidad empresarial» debía definirse como todas las acciones voluntarias que las empresas realizaban más allá de los requisitos reglamentarios.
Hoy en día, existe un consenso más sólido en cuanto a que la regulación gubernamental de las empresas es fundamental para alcanzar los objetivos de justicia social y sostenibilidad, que las empresas deben desafiar a los gobiernos cuando violan los derechos humanos y que los compromisos de una empresa en materia de asuntos gubernamentales, justicia social y sostenibilidad deben estar alineados.
Aron Cramer Presidente y Director General de BSR, introdujo hace unos años la frase que «todo ha cambiado, y nada ha cambiado», en otras palabras, que por un conjunto de puntos de referencia, la comunidad empresarial ha avanzado mucho, pero por otro conjunto de métricas, los impactos del cambio climático son cada vez más reales y urgentes, las democracias están en declive, y las economías son cada vez menos equitativas.
Hemos creado la infraestructura, pero todavía tenemos que demostrar que podemos desplegarla de forma que realmente se aborde la crisis climática, se sitúe la equidad en el centro de nuestros sistemas sociales, económicos y medioambientales, y se garantice el cumplimiento universal de los derechos humanos. Estas prioridades urgentes deben dominar la próxima era de negocios justos y sostenibles.
Ha hecho falta un cuarto de siglo para que el papel de las empresas esté tan claramente definido como lo está hoy. Más vale que haya valido la pena, porque ahora solo nos queda una década para terminar el trabajo.