Por Glada Lahn
La reducción del 50% en los precios del petróleo a nivel mundial desde junio de 2014 ha sido reportada, en general, como una mejora para los países importadores de petróleo y como resultado se cuenta con varias proyecciones de un mayor crecimiento del PIB. Sin embargo, para el medio ambiente y, por lo tanto, para el bienestar de la sociedad a más largo plazo el pronóstico es más turbio.
La quema de petróleo ya contribuye a una quinta parte de los gases de invernadero que causan el cambio climático, según los datos publicados en un informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés) y la Agencia Internacional de Energía, mientras que la extracción de petróleo tiene impactos ambientales locales como la contaminación del agua y del aire.
La sugerencia de Citigroup en cuanto a que el petróleo podría caer a 20 dólares por barril y que las posibilidades de volver al precio de 100 dólares eran escasas, podría traducirse en noticias catastróficas para el planeta.
Si la gente opta por lo más barato, se podría esperar un frenesí de alimentación de combustible que hará retroceder la transición que se está dando hacia el transporte más limpio y la eficiencia, a la vez que aumentan las emisiones de dióxido de carbono.
Los analistas de inversiones han tendido a asumir que los altos precios del petróleo de la década pasada condujeron a una revolución energética, estimulando la inversión en vehículos eléctricos, una energía más limpia y tecnologías «inteligentes» que podrían ayudar a reducir radicalmente las emisiones. Sin embargo, por supuesto, también impulsaron la inversión en nuevos suministros de petróleo (y gas) —específicamente, el petróleo de esquisto estadounidense— que han ayudado a mantener bajo el precio de mercado.
Los impactos inmediatos de los precios bajos del petróleo dependen de que las personas e industrias realmente utilicen mucho más petróleo cuando está ‘barato’ y que opten por comprar vehículos que lo quemen de manera menos eficiente. Mientras que los comerciantes podrían estar llenando los superpetroleros para anticiparse a los precios futuros más altos, los conductores se enfrentan a una realidad diferente en cuanto a los precios. A excepción de Estados Unidos, los precios de la gasolina y el diesel en las gasolineras no ha bajado tanto en otros países ricos, debido a los impuestos y cargas fiscales –16% en Japón y 18% en el Reino Unido.
Esta es la razón por la cual la verdadera tendencia a observar es la reforma de los precios de combustibles fósiles. Varios gobiernos de países grandes en desarrollo que actualmente subsidian el combustible para sus poblaciones están aprovechando la oportunidad que ofrece el petróleo más barato para reducir los subsidios o agregar cargas fiscales e impuestos, con poco impacto inicial en los consumidores.
Los importadores de petróleo, Indonesia, India y China, están haciendo esto. Aquí, como ya ha sucedido en Europa, la carga fiscal conllevará una brecha cada vez mayor entre los precios del combustible de petróleo crudo y de los usuarios finales.
El petróleo no suele competir con los principales combustibles utilizados para producir electricidad, como el carbón y el gas. Sin embargo, sí afecta su precio de varias maneras. Esto es importante porque las perspectivas futuras de los precios del gas y del carbón son un factor clave en el caso de negocios para la energía renovable y la eficiencia energética de los edificios. Las decisiones que los gobiernos y los inversionistas actualmente toman en cuanto al suministro de electricidad asegurarán las opciones de combustible —y las emisiones— durante al menos 40 años.
Por ejemplo, se espera que el gas destinado a los mercados europeos y asiáticos se reduzca hasta en una tercera parte durante el próximo año. Sin embargo, la pregunta es si los políticos continuarán apoyando, por ejemplo, un futuro a largo plazo de las redes de energía solar, eólica, de aislamiento e inteligentes sobre la perspectiva de reducir las facturas de energía de la gente a corto plazo.
En cuanto al carbón el líder de los culpables en términos de emisiones de dióxido de carbono el precio del petróleo le ha dado una ventaja a las compañías mineras en crisis de países como Australia e Indonesia. El petróleo más barato es una ventaja para ellos, ya que reduce los costos tanto en la minería como en el transporte marítimo.
Esto podría ser temporal, pero si permite que el carbón barato se siga usando por más tiempo y, por lo tanto, estimula más estaciones eléctricas de carbón, es una mala noticia para el clima y la salud pública. Se considera que quemar carbón —aún la principal fuente de generación de energía en Asia— causa la muerte prematura de más de medio millón de personas en China, solamente por derrames cerebrales, cáncer de pulmón y enfermedades respiratorias, según un informe del South China Morning Post.
El hecho de basar nuestras economías en quemar sustancias —incluyendo petróleo, gas y carbón— sigue siendo una política extremadamente costosa independientemente de que el propio combustible se compre barato o no. Los despidos masivos en el sector de la energía y las devastadoras devaluaciones monetarias en los países exportadores de petróleo, como Rusia y Venezuela, ponen en relieve la vulnerabilidad de las economías y los empleos que dependen de los ingresos de los combustibles fósiles volátiles.
Si los gobiernos quieren promover las sociedades y subsistencias saludables, necesitan cumplir con las regulaciones sobre la calidad del aire, eficiencia energética de edificios y protección del medio ambiente.
El incorporar los costos reales de la salud, el carbono y la degradación de los recursos en los precios del combustible es esencial. Esto no solo proporcionará una protección contra la volatilidad del precio del petróleo, sino que también permitirá que la energía limpia y la eficiencia prosperen.
Fuente: CNN