Por: María José Evia Herrero.
«Estás vendiendo algo que sabes no tiene ningún valor» Sam Rogers (Kevin Spacey), El precio de la codicia.
El precio de la codicia logra algo difícil: es muy entretenida a pesar de que todos sus personajes son ejecutivos que quieren salir a flote a costa de gente como nosotros. Además, se trata de ficción basada en hechos reales que, efectivamente, tuvieron consecuencias en la vida de todos los habitantes del planeta. Los malos manejos en Wall Street que llevaron a la catastrófica crisis económica de Estados Unidos y el mundo desgracidamente sí sucedieron, y nos sucedieron a todos.
Lo más interesante de la película es que nadie dice nunca «estoy haciendo algo muy malo», sino que los personajes tratan de convencerse unos a otros de que solo están haciendo su trabajo, y de que, aunque venderán acciones que no valen nada, se las venderán a clientes que quieren comprarlas. Por lo tanto ¿cuál es el problema?
La historia abarca tan solo un día en la vida de altos ejecutivos de Wall Street, los cuales llegan a la conclusión de que han estado trabajando con cifras poco confiables (perdónenme si no lo explico bien, lo mío nunca fue la macroeconomía) y de que su única salvación consiste en vender todo lo antes posible, antes de que el mercado y sus compradores estén al tanto.
Desde el dueño de la empresa hasta los empleados jóvenes de bajo nivel que descubren el problema, todos los personajes ven amenazado su modo de vida, uno que es más lujoso y extravagante que el de la mayoría de los ciudadanos del mundo, pero que para ellos es el único posible. En una escena memorable, uno de ellos explica por qué ganar 2 y medio millones de dólares al año no es tanto como parece.
El precio de la codicia es un recordatorio sobre la importancia de la transparencia, y una valiosa lección sobre cómo las corporaciones pueden tomar decisiones en unas cuantas horas, afectando no solo a sus clientes sino a todo el mercado.
Por cierto, no puedo dejar de mencionar esto: en la película aparece una sola mujer (interpretada por Demi Moore) lo cual nos habla no solo de la falta de papeles femeninos serios para las actrices, sino de la ya muy comentada escasez de mujeres en las juntas directivas de las corporaciones.